Las autoridades de Georgia confirmaron la detención de Shimon Hayut, más conocido como Simon Leviev o el “estafador de Tinder”, en el aeropuerto de Batumi. La captura se realizó en cumplimiento de un pedido de arresto internacional emitido por Interpol, aunque por ahora no se informaron los cargos específicos.
Leviev, se hizo mundialmente famoso tras el estreno en 2022 del documental de Netflix El estafador de Tinder, que relató su modus operandi: conquistar a mujeres a través de la aplicación de citas, exhibiendo una falsa vida de lujo con viajes en jets privados y hoteles de cinco estrellas. Una vez ganada su confianza, les solicitaba dinero alegando que era perseguido por mafias y que no podía acceder a su fortuna, promesas de reembolso que nunca cumplía.
Estafas millonarias y una vida de fugas
Se estima que logró estafar a varias mujeres por más de 10 millones de dólares. Ya en 2011 había huido de Israel, tras ser acusado de fraude, robo y falsificación. Años después, cumplió condena en Finlandia (2015-2017) por delitos similares y, posteriormente, fue deportado a Israel.
En 2019 fue nuevamente arrestado en Grecia y condenado a 15 meses de cárcel en Israel. Sin embargo, en mayo de 2020 recuperó la libertad tras solo cinco meses de prisión, en el marco de las medidas excepcionales por la pandemia de covid-19. Desde entonces, permanecía prófugo.
Un caso emblemático del fraude digital
El arresto de Leviev se produce en un contexto global en el que las estafas románticas y fraudes en línea se han multiplicado. Según expertos en ciberseguridad, el caso del “estafador de Tinder” visibilizó la vulnerabilidad emocional y financiera de las víctimas en entornos digitales, así como la necesidad de fortalecer los mecanismos internacionales de persecución penal para delitos que trascienden fronteras.
Por el momento, las autoridades de Georgia no han precisado si será extraditado a Israel u otro país que lo reclame judicialmente. Lo que sí parece seguro es que el caso de Shimon Leviev seguirá siendo un referente de cómo el fraude, la manipulación emocional y las nuevas tecnologías pueden entrelazarse en delitos de alto impacto global.