Por Valentina Temesio
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Hubo un día en el que llegó el adiós y Enzo Vogrincic comenzó a duelar a Numa Turcatti en La sociedad de la nieve. Un personaje que, como todos, tenía que morir. Le dijo “las cosas que le tenía que decir” y le “pidió las disculpas suficientes”. Quedó “en paz y a mano”, y se
guardó los “diálogos invisibles y secretos” para sí mismo, para los dos.
Con la muerte de Numa, el actor de teatro independiente que caminó por la alfombra roja de los Oscars comenzó “una especie de autopsicoanálisis” que plasmó en un formato que desconocía: en papel y con sus propias palabras. El artista, que lleva su nombre por Enzo Francescoli, repasó su infancia en la
Gruta de Lourdes y el casting del “antes y el después”, en el que se convirtió
en una cara conocida a nivel mundial.
La muerte del personaje (Planeta) es, de algún modo, la posibilidad de contar su historia con sus propios recortes, para armar un Enzo con sus palabras, con sus recuerdos —que también pueden ser “incongruentes”—, y “entender algo” de lo que ocurrió. Desde Bariloche, entre las montañas y la
nieve que marcaron el accidente de los jugadores del Old Christian’s Club,
familias, amigos y allegados, el actor comenzó a repensar junto a Felipe Ipar cómo es para la
gente, qué Enzo se armó en el imaginario colectivo.
Decís que no sos lector, pero elegís contar tu historia en un libro. ¿Por qué te atrajo este formato?
¿De qué otra forma sería? ¿Un documental? Sería terrible, es mucho peor. Ni loco me hago un documental a mí mismo. Una obra de teatro podría ser, pero no lo haría. El libro me gustaba porque era, primero, una curiosidad de ver qué pasa con una persona que no sabe escribir un libro haciendo uno. Yo soy
un poco testarudo con esas cosas y me tiro de cabeza a hacerlas. Hay algo de
las disciplinas artísticas que empiezan a conectarse y a comunicarse. Cuando
explorás una, te cambia tu percepción sobre las demás, o te amplía.
Te tiraste.
Sí, soy terco, sí. O soberbio. Pueden ser cualquiera de las dos.
Tu vida cambia rápido. ¿El libro es también un mecanismo para recordar?
Eso es clave. No es que a partir de ahora con cada película que haga voy a hacer un libro. Este era muy especial y necesario para cerrar etapas, darle un pensamiento a eso, una especie de autopsicoanálisis con todo eso que pasó. Porque es la película en la que a mí me sucede un cambio, en la que reconozco un claro antes y un después luego del 4 de enero [día en el que se estrenó la película de J.A. Bayona]. Tener tan clara esa diferencia de un
momento al otro, sentir ese portal, era
una experiencia muy única para poder narrarla. Primero por mí, para uno mismo
hacer un análisis de las cosas, pero después para compartirlo y que sea un
algo más a lo que el otro pueda entrar y leer, que cualquiera pueda acceder a
eso que viví, que la literatura te lleve a vivirlo un
poco o a entender algo.
También para poder contar tu historia. Cuando sos una figura pública está contada de a pedacitos, en todas partes.
Ahí es donde nace esa especie de personaje ficticio de uno, que lo vas descubriendo. No es que lo armo yo, se arma solo. Entonces, a mí me toca ir descubriendo cómo es para la gente, cómo soy para la gente según lo que ven en redes, en una alfombra o en un video.
A partir de ahí se arma un Enzo: mitad personaje que te tocó, mitad de la persona que se inventan. Es el juego del título. Hay algo de la muerte de ese personaje ficticio que se inventa, y parte de poner las cartas de por dónde va la persona real.
Tenés más control de tu historia también.
No lo había pensado de esa manera, pero sí. Igual está descontrolado, yo lo hubiera controlado mucho más ahora que está impreso y digo: “cualquiera lo puede leer”.
¿Te sentís como más expuesto?
Sí, 100%. Pero por suerte está cuidado también. Hubo bastante tiempo para pensar en ello y tomar cierta conciencia, que no alcanza del todo, porque ahora que es libro, ahora sí es la conciencia real de que cualquiera puede leer esto; está mi madre, está mi padre. Cualquiera lo lee.

Enzo Vogrincic. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal
¿Cómo fue volver a mirarte hacia atrás?
Es loquísimo. Uno a las historias las ha contado de niño. Te muerde un perro y alguna vez en una charla sale y la volvés a contar. Pero cuando la contás no es lo mismo que cuando la escribís. Cuando la empezás a escribir van las palabras y esa anécdota oral no funciona tan bien si está escrita.
Entonces, hay que empezar a tomar decisiones. Ahí empieza a armarse una especie
de cuento. Ya ese solo recuerdo es un cuentito. Ok, ¿cómo cuento este cuento?
Y empiezo. Es un placer recordar así, porque es un recuerdo amable, es un
recuerdo con tiempo, sos generoso con tu recuerdo, te lo perdonás, te lo
disculpás, podés verlo con más ángulos, con más perspectivas. Son ficticias, al
final recordar va a ser siempre ficción.
Todo lo que vos puedas contar va a ser un poco ficción, porque elegís las palabras para contarlo, un lugar, un enfoque, qué vas a contar y ciertas cosas que no te las acordás. Seguro las que cuentes no van a ser del todo correctas. Entonces ya es ficción. Me gustaba esa idea de que el recuerdo sea ficción; estoy hablando de la actuación, del camino de
cómo la mentira se transforma en verdad en la actuación. Me parecía que tenía mucho sentido.
En el libro te reconocés como un niño mentiroso.
Es una revisión. El libro se escribe y eso que está escrito se reversiona y te lo cuenta. Me parecía lindo algo de una corrección posterior, como si yo hubiese agarrado el libro y sea un grado más honesto y diga: “Yo de niño tenía un contacto con la mentira, no tenía un contacto con la
actuación”. Hay algo de esa corrección y de ser un grado más honesto que me
parece lindo, porque te muestra que en principio había una especie de mentira o
de una alteración, y que después hay un intento de verdad por encima. El tachón
es un intento de ser más honesto.
También hay analogías con la suerte y la muerte.
Con Feli, con quien hablamos del libro y lo construimos, tenemos un vínculo con la creación que es superentreverado, en el cual a veces sin darnos cuenta y a veces conscientes, las cosas empiezan a vincularse y a tener relaciones. De repente, una temática que es la suerte que aparece acá cuando
empezamos a contar otra anécdota, que es parte de esto la suerte también,
entonces conecta y podemos hablar. Entonces ahí modifica lo primero que ya
habla de la suerte, empezamos a trabajarlo para desarrollarlo acá. Tengo un
buen vínculo con el factor suerte. Me llevo bien.
¿Y con la muerte?
Creo que me llevo muy bien también. A mí me genera cierta fascinación esa idea. Pero no es una fascinación romántica, sino una fascinación realmente misteriosa. No sabemos qué hay ahí, y todo lo que hay en el medio es un disimular esa situación. Estamos todos en una rarísima, como si
viviéramos para siempre y no es así.
¿Cómo es despedir a un personaje?
Esa es la parte difícil. Por ahora, por suerte, me han tocado personajes con los que me encariñé. Entonces, eso lo hace muy difícil. Y es inevitable. Va a terminar el rodaje, nadie más te va a necesitar como ese personaje ni lo vas a volver a hacer nunca. “No te preocupes, nunca más lo vas a
volver a hacer”. Todo ese vínculo que estableciste desaparece y te queda
una especie de vacío raro, en mi caso raro, que convive conmigo y me dura
unos días, y me pongo un poco más oscuro, me pongo un poco más antipático, más
reservado, más. Es como una especie de duelo.

Enzo Vogrincic. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal
¿Despedir a Numa fue un duelo?
Sí, literalmente fue un duelo. Como si hubieras perdido algo, pero no es nada, porque eras vos. Pero era un personaje. Parece tonto dicho, pero se siente muy físico, como el fin de una fiesta. Como esa sensación cuando termina una fiesta y te prendieron las luces y estabas pasándola bien.
¿Alguna vez te arrepentiste de que Numa te eligiera?
Me pasó algo similar. No tanto eso porque el disfrute del rodaje no me lo quita nada ni nadie, pero todo lo otro que sucede después de decir: “Uy, ¿qué hice con mi vida? Yo en realidad solo quería actuar. ¿En qué estoy metido ahora?”.
El tiempo de actuar es uno y ese es el que disfruto, pero el de la promoción y lo que pasa después empieza a hacerse de repente muy largo. Empezó a no terminar y comencé a decir: “Ah, esto es así fijo ahora”. ta, listo, yo ya perdí cierta intimidad; perdí cierto vínculo con el exterior. Ahora, por
suerte, voy redescubriendo la parte nueva, que es que todo baja. Ahora estoy en
una parte muy tranquila.
También, un poco, por mis propias decisiones de estar desaparecido y tomarme tiempo para hacer mis cosas. Hacer una obra de teatro o no aceptar cualquier proyecto para ya estar de nuevo en cartel, porque estaría ahora promocionando el estreno de lo que hubiera filmado y ya estaría de nuevo en la
rosca. Entonces, voy a darme esos tiempos y esos silencios para que la gente se olvide de uno.
¿Cómo te despedirías de Numa, además de con el libro?
El libro es una gran despedida. Hay cosas que yo ya he tenido: mis diálogos invisibles y secretos con él. Creo que le dije todo lo que le tenía que decir y le pedí las disculpas suficientes. Estoy en paz y a mano.
Por Valentina Temesio
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