Montevideo Portal
Eran cerca de las 23:30 del jueves 25 de diciembre de 2008 cuando la familia Ortega se encontraba celebrando Nochebuena en una casa en Covina, ciudad de casi 50 mil habitantes en el estado de California. La alegría llenaba la casa mientras los niños, emocionados, contaban los minutos para la llegada de Papá Noel con todos sus regalos.
De repente, “toc, toc, toc”. El llamado de alguien esperando afuera de la casa se mezcló con el bullicio de las 25 personas que se habían reunido para esperar la Navidad juntas. Entre ellas estaba la pequeña Katrina, quien se asomó por la ventana, curiosa por descubrir quién era el rezagado que quería unirse a la fiesta tan tarde. Su sorpresa fue mayúscula: ¡era el mismísimo Papá Noel! La niña de ocho años salió corriendo, destrabó la puerta y dejó pasar a Santa Claus. Sin embargo, antes de poder saludarlo y darle un abrazo, el hombre sacó un arma de su abrigo y le disparó.
En apenas segundos, la cena se transformó en una película de terror: las personas trataban de huir y esconderse mientras el atacante misterioso caminaba por la casa disparando a todo individuo que se cruzara con una mano, mientras con la otra prendía fuego el hogar con un lanzallamas, según la información que difundió Los Angeles Times.
El fuego, de unos 12 metros de altura, se propagó con rapidez y el techo de la casa colapsó. Cuando los bomberos llegaron al lugar, el responsable ya se había fugado, y las llamas estaban fuera de control, lo que hizo que demoraran casi dos horas en extinguir el incendio. Pero la casa no sería lo único que acabaría destruido.
De las 25 personas que habían concurrido a la casa de los Ortega, 16 sobrevivieron, aunque varias de ellas heridas de bala, entre ellas Katrina. La noche acabó con nueve personas asesinadas: Alice Sotomayor Ortega (de 70 años), Joseph Ortega (79), James Ortega (52), Teresa Ortega (52), Sylvia Ortega Pardo (43), Charles Ortega (50), Cheri Lynn Ortega (45), Alicia Ortega Ortiz (46) y Michael Andre Ortiz (17).

Parte de la familia Ortega. Foto: Los Ángeles Daily News.
Apenas comenzó el ataque, la madre de Katrina llamó al 911. Una vez llegados los oficiales al lugar del hecho, dio el primer indicio de quién podía ser el responsable. “Tengo la sensación de que sé quién es“, comentó al operador de emergencias, “están atravesando un divorcio en este momento“.
No pasó mucho tiempo hasta que el enigmático Papá Noel fuese identificado. El principal sospechoso del ataque era Bruce Jeffrey Pardo, un ingeniero de 45 años. Pardo había sido esposo de Sylvia Ortega, una de las víctimas mortales del ataque. Ocho meses antes, Sylvia le había solicitado el divorcio, el cual no había sido en buenos términos.

Como quedó la casa. Foto: Los Angeles Times via Getty
La víspera de Nochebuena
Bruce y Sylvia habían celebrado su matrimonio el 29 de enero de 2006. Todo aparentaba marchar bien: compraron y se mudaron a una casa de más de medio millón de dólares, también un perro y estaban en una posición económica cómoda.
Sin embargo, pasó poco tiempo hasta que empezaron a discutir en torno al dinero. La situación fue escalando hasta que Sylvia decidió separarse en marzo de 2008, y pedir el divorcio un mes después. Pardo se tomó la noticia con cólera, la cual se multiplicó cuando un juez decretó que le pase a su exmujer una pensión de manutención mensual de casi US$2.500. Ese día, empezó a idear su siniestro plan.
Durante aquel verano y otoño, Pardo reunió un gran arsenal de armas y más de 200 balas en secreto, fabricó un lanzallamas casero e ideó su huida hacia Canadá. El problema era cómo entrar a la casa y pasar desapercibido. Así, en setiembre tuvo la curiosa idea de contactar a una vecina modista y mandar a hacer un traje de Santa Claus unos talles más grandes de lo que le correspondía. ¿El motivo? Mencionó que era para una fiesta infantil.
Los problemas mentales de Pardo se agravaron con la pérdida de su trabajo y las importantes deudas que empezó a acumular hacia finales de 2008, hechos que lo llevaron a dejar de pagar la manutención de Sylvia. Una semana antes de Navidad, ambos presionaron al juez para que finalizara el proceso de divorcio, y acordaron que Bruce le pagaría a Sylvia US$10 mil, y que se quedaría con el perro y el anillo de compromiso de diamantes.
Llegó el 24 y con él, el día del delito. Cerca de las 22 horas, Bruce salió de su casa disfrazado de Papá Noel y saludó a su vecino Bong. “No parecía que estuviera loco ni nada“, comentó luego recordando esa noche. Entre las personas asesinadas, estaba su exmujer, sus exsuegros y varios de los hermanos y cuñadas de Sylvia.

El lanzallamas de Pardo. Foto: LAPD
El plan de Pardo parecía haber sido efectivo, salvo por la instancia final. El asesino tenía pensado ir a la casa de su hermano, cambiar de coche y escapar a Canadá. No obstante, las graves quemaduras en sus piernas, manos, brazos y nuca debido al contacto con el lanzallamas echaron su idea a la basura. Sin la posibilidad de concurrir a un hospital, Pardo terminó acabando con su vida. Sobre las tres de la mañana, su cuerpo fue encontrado por su hermano Brad.
En enero de 2009, la investigación concluyó que Bruce Pardo actuó solo y que el ataque fue premeditado, por lo que el expediente se cerró sin imputaciones. Así concluyó la masacre de Covina, como posteriormente se denominó el caso, en lo que hasta el día de hoy constituye uno de los episodios más oscuros de la historia de la Navidad.
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