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En la misma línea se expresó otro periodista de Peñarol, Enrique Orué, quien dijo en sus redes sociales que “Peñarol ha sido presionado desde AFA y desde la Conmebol con recibir represalias de distinto tipo y, lo que es peor, ha existido la indiferencia del Ministerio del Interior que, sabiendo el riesgo que se corre al recibir delincuentes vestidos de hinchas”.
Cartas de ida y vuelta, comunicados y mensajes entre líneas que la Conmebol envió a los aurinegros dejando claro que se agotaba el tiempo para que los mirasoles decidieran.
Un verdadero escándalo por donde se lo mire. Lo llamativo es que, a pesar de la gravedad de lo sucedido, Peñarol quedó prácticamente solo, dando una pelea contra el poder continental de los dirigentes del fútbol y, sobre todo, los del negocio, que tienen evidentemente sus tentáculos en el Uruguay.
La AUF, a través de su presidente, Ignacio Alonso, se expresó en relación a los altos riesgos que supone este partido, pero no avanzó mucho más. Luego de las amenazas de la Conmebol, ni Alonso ni la AUF volvieron a aparecer. Por su parte, el Ministerio del Interior habría realizado una nota dirigida al presidente de Peñarol, en donde también señaló los riesgos, pero se desconocen las acciones del organismo para prevenir y evitar un incidente en materia de seguridad pública. A pesar de que se esperaba un pronunciamiento público claro, no lo realizó. Parece bastante poco para lo grave de la situación.
Después de la arremetida patotera de la Conmebol, optaron por callarse la boca. Y la verdad es que no llama demasiado la atención. ¿Por qué no habló el Ministerio del Interior? Por el momento se desconoce una respuesta, pero cualquiera podría especular respecto a que el vínculo entre Lacalle Pou, Nacho Alonso, Domínguez y Lafluf tiene algo que ver en todo este silencio cómplice que pone de rehén a la gente. El riesgo no es solo para los hinchas de Peñarol, es para la gente, para el pueblo uruguayo.
Toda esta polémica por entradas para el equipo visitante se ha minimizado y no se la calibra adecuadamente. Desde Conmebol han pretendido instalar el problema de la seguridad en una cuestión de estadios e infraestructura. Lo cual es un grueso error. En primer lugar, porque el Estadio Campeón del Siglo es uno de los estadios más modernos en el Uruguay y reúne todas las condiciones de seguridad para desarrollar un partido de fútbol continental y por qué no mundial. Es un estadio FIFA. Sí alguien duda de sus condiciones, debería entonces cuestionar a la federación mundial del fútbol.
Pero, además, centrar el problema en el estadio es un grueso error de apreciación sobre el problema de seguridad que plantea el partido y el contexto. Esta forma de abordar la problemática desconoce antecedentes, no toma en cuenta el entorno deportivo de una definición crucial para ambos equipos y, lo que es peor, desconoce informaciones de inteligencia policial que han alertado sobre lo que podría suceder en Uruguay.
No se necesita de muchos dotes investigativos para visualizar de manera rápida en redes sociales cómo está el clima entre hinchas rosarinos y carboneros. En algunos casos se puede apreciar un conjunto importante de amenazas cruzadas, por lo que, a esta altura, ninguna autoridad debería descartar la probabilidad de que ocurran acciones violentas.
Es de público conocimiento, además, que grupos vinculados a la hinchada de Rosario Central se estaban organizando para venir a Uruguay, con entradas o sin entradas. Es decir, el problema desde el punto de vista de la seguridad pública estaba latente, más allá de dónde se jugara el partido y de si tuviera o no público visitante. Las medidas preventivas brillaron por su ausencia y no se ve una actitud proactiva de las autoridades.
Tampoco se puede desechar el posible entrecruzamiento de aspectos que nada tienen que ver con el fútbol propiamente dicho y la pasión de los hinchas, como lo es el papel del narcotráfico. No es una novedad para nadie que grupos delictivos a lo largo y ancho de América Latina se camuflan dentro de las hinchadas para desarrollar el negocio clandestino de la venta de estupefacientes. Las relaciones criminales existen y no se circunscriben exclusivamente a vínculos nacionales, también lo hacen de manera transfronteriza. Del mismo modo, no es noticia el incremento de la violencia y la criminalidad en Rosario a raíz del peso geopolítico que viene asumiendo la ciudad por su ubicación en la hidrovía y, por lo tanto, en la ruta de la salida de la droga.
Frente a todo este escenario de riesgo, es llamativo, y también lamentable, que el Ministerio del Interior no haya tomado cartas en el asunto de manera firme y categórica. Alguien podría fundamentar que ni a la FIFA ni a la Conmebol les gusta que los gobiernos se entrometan en asuntos “futbolísticos”. Y eso está bien. Pero otra cosa es que el Gobierno mire para el costado cuando se tienen fuertes indicios de que pueden ocurrir hechos violentos que poco tienen que ver con el espectáculo deportivo y la organización de un partido de fútbol.
Se pueden contar por decenas los ejemplos en el mundo de cómo los Estados asumen posiciones proactivas para dotar de seguridad a los espectáculos deportivos y a la población de los respectivos países. Algún despistado podría revisar cómo se encuentra trabajando Alemania en materia de seguridad e inteligencia para neutralizar posibles actos de violencia extrema en la próxima edición de la Eurocopa.
Escrito por hiperactivafm
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