El papa Francisco, primer sumo pontífice latinoamericano y
muy popular entre los fieles de todo el mundo pero enfrentado a una feroz
oposición en su reforma de la Iglesia católica, murió este lunes a los 88 años.
«Esta mañana a las 07H35 (05H35 GMT), el obispo de
Roma, Francisco, volvió a la casa del Padre», anunció el cardenal Kevin
Farrell en un comunicado publicado por el Vaticano en su canal de Telegram.
El viernes 14 de febrero de 2025, Francisco ingresó en el
hospital Gemelli de Roma aquejado de una bronquitis que le provocaba graves
dificultades respiratorias. Le diagnosticaron una neumonía en ambos pulmones
que requirió intenso tratamiento médico, haciendo temer por su estado.
Finalmente salió el 23 de marzo.
El domingo, todavía convaleciente, apareció en el balcón de
la basílica de San Pedro del Vaticano y con una débil voz le deseó una
«feliz Pascua» a los miles de fieles congregados allí por la Pascua.
El fallecimiento del papa dará inicio a una serie de actos
protocolarios, dictados por la tradición y regidos por normas muy precisas.
Se prevén nueve días de exequias y un plazo de entre 15 y 20
días para organizar un cónclave con cerca de 130 cardenales electores, para
elegir a un sucesor. Más de dos tercios de ellos fueron nombrados por
Francisco.
Mientras tanto, es el cardenal camarlengo, el irlandés Kevin
Farell, quien ocupará el cargo interinamente.
Francisco afirmó a finales de 2023 que quería simplificar
los funerales papales y anunció su deseo de ser enterrado en la basílica de
Santa María la Mayor de Roma, y no en la de San Pedro.
El ex arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio fue el
primer pontífice en elegir el nombre de Francisco, el santo de los pobres,
cuyas enseñanzas inspiraron su pontificado, iniciado el 13 de marzo de 2013.
El primer papa jesuita y latinoamericano de la Historia se
implicó sin descanso en la defensa de los migrantes, el medio ambiente y la
justicia social, sin poner en entredicho las posiciones de la Iglesia en temas
como el aborto o el celibato de los curas.
Bergoglio, que con 21 años sufrió una pleuresía aguda que le
supuso la ablación parcial del pulmón derecho y era conocido por sufrir de una
ciática crónica que lo obligaba a cojear vistosamente, gozó pese a todo de
relativa buena salud hasta 2023.
Ese año su estado se debilitó significativamente, se vio
obligado a desplazarse en silla de ruedas y fue blanco de rumores sobre una
eventual dimisión, siguiendo el ejemplo de su predecesor Benedicto XVI.
El jefe espiritual de los 1.300 millones de católicos del
mundo estuvo hospitalizado dos veces en 2023, lo que le llevó a reconocer los
«límites» con los que tenía que lidiar y a cancelar su participación
en actos destacados como la COP28 de Dubái en diciembre.
Reformas
Amante de la música y el fútbol y alérgico a tomarse
vacaciones, Francisco mantuvo durante años un ritmo frenético de trabajo,
encadenando a menudo una docena de citas al día.
Tanto en Roma como en el extranjero, el «papa del fin
del mundo», que fue líder de los jesuitas durante la dictadura argentina
en la década de 1970, denunció sin descanso todas las formas de violencia,
desde la trata de seres humanos a las catástrofes migratorias, pasando por la
explotación económica.
Pero, pese a ser un acérrimo oponente al comercio de armas,
asistió impotente a las guerras en Ucrania y en Oriente Medio.
Francisco, un político avispado conocido por su franqueza,
también trabajó para reforma la Curia, el gobierno de la Santa Sede,
desarrollar el papel de las mujeres y los laicos en la Iglesia y sanear las
finanzas del Vaticano.
Para luchar contra los abusos sexuales a menores en la
Iglesia, levantó el secreto pontificio y obligó a religiosos y laicos a
denunciar los casos a su jerarquía.
Sin embargo no convenció a las asociaciones de víctimas, que
le criticaron por no haber ido lo suficientemente lejos.
Muy apegado al diálogo interreligioso, sobre todo con el
islam, defendió hasta el final una Iglesia «abierta a todos», lo que
le costó duras críticas por parte de movimientos extremistas por su apoyo a los
migrantes.
«Periferia»
El estilo cálido de este papa reformista que cada domingo
deseaba «buen provecho» a los fieles en la Plaza de San Pedro
despertó un gran fervor popular.
Pero también fue muy criticado por la oposición conservadora
por su supuesta falta de ortodoxia y un gobierno considerado autoritario.
Esas críticas -plasmadas en peticiones, libros y carteles en
las paredes de Roma- también proliferaron por la sombra de Benedicto XVI, que
residió en el Vaticano hasta su muerte a finales de 2022, lo que hizo que
durante años hubiera «dos papas».
También hubo conflictos internos, con críticas de algunos
cardenales, especialmente sobre el el sínodo sobre el futuro de la Iglesia
celebrado de 2023, un proyecto que quedó inconcluso.
El particular estilo de Francisco, que prefirió un sobrio
apartamento de dos habitaciones de 70 m2 al lujoso palacio apostólico e invitó
a personas sin hogar y prisioneros a su mesa, también le valió críticas por
desacralizar en exceso su papel.
El papa número 266º pareció más interesado por la
«periferia» del planeta que por los grandes países occidentales.
También puso sobre la mesa nuevos debates dentro de la
Iglesia, como con su encíclica ecologista y social «Laudato si», un
alegato contra el mundo de las finanzas y un llamado a salvaguardar el planeta.
«Se acabó la diabolización de la homosexualidad, los
debates sobre las relaciones extramatrimoniales o la píldora anticonceptiva…
Todo eso quedó fuera de la mesa», resumió a la AFP el vaticanista italiano
Marco Politi.
Clément Melki / AFP