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todayjunio 11, 2025
Habitar esos espacios con hora de entrada y de salida puede oscilar entre extremos. O es una infamia, quizás semejante a una tortura. O es el lugar para que el silencio arrullado con un murmullo musical cobije una charla apasionada, inquieta por el arte que dice cosas que trascienden la banalidad que se apura entre pantallas alucinadas. El director, actor, dramaturgo y fotógrafo italiano Giampaolo Samá sabe cómo desmotar ese estado del tránsito plastificado y convertir unos veinte o treinta minutos de charla en un estado de celebración del arte.
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Días antes del nuevo —y esperado— arribo de Una al Teatro Stella d’Italia, en Montevideo, Samá prefirió despegarse de la comodidad de un enorme sofá para recordar que el retorno con esta obra, un proyecto que comparte con la notable actriz Miriam Odorico, es un motivo de regocijo.
Hace unos años, concretamente en 2022, «tuvimos la suerte de venir con esta obra a Montevideo, y fue una verdadera sorpresa», recordó Samá. «En ese momento era una obra que recién nacía, vinimos con poquísima publicidad, y en la noche de la presentación, en el Teatro Stella, asistieron casi ochenta personas, entre las que había algunos críticos. Los elogios y la buena recepción y los reconocimientos fueron una caricia al corazón. Por eso ahora, con Miriam y todo el equipo, estamos felices de poder volver, de reencontrarnos con el público uruguayo».
Es una oportunidad para apreciar cómo estos proyectos, esta obra, «crece con el tiempo, se profundiza. De hecho la obra tiene la suerte y la mala suerte de las producciones independientes, o sea, no tener medios para trabajar, pero sí tener el tiempo exacto, el necesario, para realizarla. Porque es lo que queremos hacer, porque nos gusta hacer esto. Nos gusta, nos apasiona el proyecto, que tuvo un recorrido larguísimo de gestación. Fueron tres años de escritura y unos tres más de ensayos».
Samá comenzó el proceso de escritura de Una como un unipersonal hacia 2017, a partir de un pedido «de hacer un Pirandello, que me hicieron hacia fines de 2016, a través del Instituto Italiano de Cultura de Santiago [de Chile]. Allí ya había ido a presentar dos unipersonales un tiempo antes. Lo primero que digo es sí… siempre sí al trabajo. Después me pregunté: ¿y ahora qué?».
Las obras teatrales de Pirandello demandan puestas con mucha gente, por lo que Samá decidió releer sus novelas, especialmente las últimas, «que son las que tienen más cargas de significados complejos». Y Uno, ninguno y cien mil (1926), que es la última, resultó ser la indicada.
Este texto es el más contemporáneo de todos, y «es también el que más habla de quiénes somos, de cómo nos ven los otros en el día de hoy, con las pantallas que ponemos entre nosotros y el mundo. Es la novela que nos interroga, la que levanta esas preguntas tremendas: ¿quiénes somos?, ¿qué hay atrás de esas pantallas? No solo es la máscara pirandelliana. Es la máscara más la pantalla. Es una doble pérdida en el abismo de significado. Entonces esta obra me parecía la más contemporánea para hacerla y empecé a trabajar con ella, a reducirla, adaptarla para mí, como actor del unipersonal».
Al conocer el resultado de este trabajo, Miriam Odorico le planteó el desafío: hacer ella el personaje, que en el relato de Pirandello es un hombre. «Al principio le dije que no, que el personaje es un hombre, que no lograba verle la vuelta. Ella evidentemente sí se la vio. E insistió. Al final, a las mujeres hay que decirles que sí. Y fue un cambio formidable. Yo me senté en la silla del director y ella en escena. Lo hicimos con nada. Esta obra fue gestada con un relato y el cuerpo de la actriz metafóricamente desnudo frente al público, y nada más. Ella está sentada en el medio del escenario durante unos setenta minutos, pero su actuación, les aseguro, compone todos los personajes que habitan la obra, la escenografía, los sonidos, el paisaje. El cuerpo de la actriz lo compone todo».
Sin proponerselo, sin convocar los tópicos clásicos del feminismo, la obra es feminista. «Es una obra que habla, simplemente, de una persona que no se reconoce más en lo que pensaba ser y hacer. Empieza a descubrir que el mundo la ve distinto a la imagen que ella tenía de sí, y que cada uno se arma imágenes diferentes de ella», repasó Samá. «Entonces quiere romper. Pensaba en ser una y se descubre en miles. Por eso no hay ninguna: si somos miles no somos nada. Y para intentar encontrar la unicidad se despoja de todo: rompe los clichés, rompe con los esquemas, rompe con el mandato familiar, rompe con lo que la sociedad le impone a una mujer. Es, así, como decía Pirandello sobre su novela, la historia sobre la descomposición de la personalidad».
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La actriz argentina Miriam Odorico.
La obra deriva, quizás por gravedad social, por gravedad psicológica, en múltiples pensamientos y el afán por encontrar un punto de vista, uno entre tantos posibles. El disparador es, como suele suceder en estos profundos procesos dramáticos, algo banal: la constatación de un detalle en el cuerpo del personaje, que podría ser insignificante. Pero ese detalle dispara esa deriva y se sumerge en lo angustiante, en lo perturbador, en un mar de turbulencias existenciales. «Ella parece la loca, pero por su discurso termina siendo la más cuerda de todos. Logra despojarse de todo, alejarse de la sociedad, rompe con todo. Aquí hay una vida que fluye, entonces el personaje dice: soy árbol, soy viento, soy libro, soy parte de la naturaleza; sí, quiero estar viva pero no muerta, sellada con un nombre».
Samá remarcó: aquí las preguntas que motorizan la historia, el texto en versión teatral, la actuación de Odorico, son a la vez simples en su formulación y tan eternas como inagotables. ¿Quién soy? ¿Quiénes somos para los demás? ¿Cómo vemos a los demás? ¿Cuántos personajes somos? La busqueda, insistió, entraña una transformación. Y la transformación asume un riesgo: buscar al uno se puede naufragar en ninguno.
Cierto también: en tiempos de apuro, de pantallas creando cercos que lucen como inexpugnables, no parece haber tiempo para estas preguntas, mucho menos para el riesgo de interrogar a fondo la identidad: las respuestas pueden arrojarnos al borde de la locura, pero eso que se sanciona como locura bien podría ser un inicio del cambio que la sociedad necesita.
Formado en la Academia de Arte Dramático de la Calabria y en la Akademia Teatralna de Varsovia y Licenciado en Disciplinas del Arte, Música y Espectáculo en la Universidad Roma TRE, Giampaolo Samá vive desde 2007 en Buenos Aires, donde ejerce como actor, autor, docente de teatro y fotógrafo teatral.
Por la labor fotográfica en El viento en un violín fue nominado en los Premios Teatro del Mundo (2010/11). En 2012 recibió la Mención Especial del Jurado en el Concurso de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires a la Producción Fotográfica.
Lamerica, su primer unipersonal, recibio en 2013, en Milán, el Premio Internacional “Il Teatro Nudo”, con un jurado conformado por: Eugenio Barba, Lev Dodin, Frédèric Flamand, Jonathan Mills, Lluis Pascual y Luca Ronconi.
Desde 2014 es docente de teatro, cine y lenguaje audiovisual en la Escuela Italiana Cristóforo Colombo de Buenos Aires.
Ha participado en numerosos proyectos para televisión, como Farsantes (Pol-Ka – Canal 13); Esperanza mía (Pol-Ka – Canal 13); ONCE, producida por Disney Channel; Argentina, tierra de amor y venganza, producida por Pol-Ka para Canal 13; Monzón, distribuida por Disney Media; Los Protectores, producción Pol-Ka / Disney, para STAR+.
En cine ha sido parte de varios proyectos: El retorno, dirigido por Marcela Lucchetta; Inseparables, dirección de Marcos Carnevale; Sapos, de Baltazar Tokman (Mención Especial del Jurado en el Festival de Málaga 2019); Las rojas, de Matías Lucchesi (STAR+).
Por su obra Una, que ahora vuelve a presentar junto a Miriam Odorico en Montevideo, recibió el Premio Florencio (otorgado por la Asociación de Críticos del Uruguay) como Mejor Espectáculo Extranjero en 2022, y, en 2023, recibió el Premio María Guerrero en el rubro Traducción y el Premio Escuela de Espectadores de Buenos Aires; fue nominado en los Premios Teatro del Mundo (Temporada 2022) como Mejor Adaptación Teatral y Mejor Traducción.
La reconocida actriz argentina Miriam Odorico, que completa este proyecto de Una, se formó en la Escuela Municipal de Teatro de Avellaneda, en1975. Entre 1978 y 1981 formó parte de un grupo de investigación dirigido por Carlos Braña; integró el TIT, dirigido por Aldo el-Jatib, con la obra Litófagas (Burdo absurdo).
Algunos de sus trabajos en teatro, muy elogiados por el público y por la crítica, han sido: Una, escrita y dirigida por Giampaolo Samà; Nada que no quieras, dirigida por Corina Fiorillo; Otoño e Invierno, dirección Daniel Veronese (Timbre4); Las amargas lágrimas de Petra von Kant, dirección Leonor Manso (Teatro Municipal San Martín); La omisión de la familia Coleman y El viento en un violín, autor y director Claudio Tolcachir (Timbre4); Tribus, de Nina Raine, dirección Claudio Tolcachir (Timbre4 y Paseo La Plaza).
Escrito por hiperactivafm
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