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Fugado Alfie de los cuadros jerárquicos, quedamos en manos de Azucena Arbeleche, la ministra de Economía que fuera premiada en Dubái por una, hasta ese momento, ignota institución llamada World Governments Summit Organization, como la mejor ministra de Estado a escala global “en reconocimiento a la excelencia de su desempeño en el sector público y liderazgo a escala internacional y por diseñar e implementar iniciativas exitosas, escalables y sostenibles para el mejoramiento socioeconómicos de sus ciudadanos y por inspirar a otros líderes gubernamentales a promover innovaciones y capacidades de previsión en los temas globales de hoy y de mañana”.
Unos meses más tarde llegó la hora de la verdad, en que se produjo un acontecimiento que no por repetido se recuerda: la circunstancia reiterada de que el mejor ministro del mundo pierde las elecciones.
El nuevo gobierno se encontró con que Arbeleche le había entregado los papeles flojos. De a poco se fue percatando de que los números no daban y las cuentas entregadas en una transición a las apuradas y bastante desprolija no sumaban bien.
Como bien sabemos los uruguayos, los números no mienten y los que mienten son los que hacen los números. Por eso mismo el nuevo ministro de Economía, Gabriel Oddone, fue juntando los papeles medio desordenados y comprobó que, para que a la mejor ministra del mundo le dieran los números como ella decía, hubo que adelantar los pagos que las empresas pública debían hacer a la DGI para poder incrementar la recaudación, postergar los pagos a los proveedores de ASSE, a las empresas constructoras viales y a otros proveedores del Estado, ocultar algún pasivo y restringir otros créditos de manera de que se pudiera, por lo menos, entregar un déficit fiscal similar al de 2019.
Oddone fue prudente cuando comprobó que la Ferrari que le habían vendido estaba fundida y reconoció que el paquete olía feo pero que aún la situación era “manejable”.
Pasaron las semanas y el Poder Ejecutivo del nuevo gobierno no tuvo otro remedio que desnudar en la Rendición de Cuentas el panorama deplorable que había encontrado desde el punto de vista fiscal y que ya se intuía cuando por dos años consecutivos la ministra Arbeleche y su equipo habían incumplido la regla fiscal que tan pomposamente se había establecido en la Ley de Urgente Consideración (LUC), aprobada al principio del gobierno herrerista.
De ahí en más, se blanqueó el verdadero estado de la Ferrari y el Poder Ejecutivo debió pedir al Parlamento ampliar el margen de endeudamiento en poco menos de 1000 millones de dólares para hacer frente al agujero que habían dejado en la caja del Estado y desenmascarar la farsa de haber querido pasar gato por liebre.
Si el voto valiente y responsable de los diputados de Cabildo Abierto resolvió la instancia legislativa en que se aprobó la Rendición de Cuentas, el jaque mate político lo dio el economista Javier de Haedo en su nota económica de El país del pasado domingo y en la charla que diera en ADM un par de días después.
No fue Olesker, ni Bergara, ni el Instituto Cuesta Duarte ni el PIT-CNT el que noqueó a Arbeleche. Con un tinguiñazo, fue el mismísimo Javier de Haedo el que describió con detalles el intento de estafa que Arbeleche había procurado consumar y hasta explicó y justificó la excesiva prudencia que Oddone había tenido en desnudar la trampa para preservar la imagen de nuestra institucionalidad y la seriedad del manejo de nuestra economía frente a los organismos internacionales, los potenciales inversores y, sobre todo, las instituciones calificadoras de crédito que son las que no dejan dormir a los ministros de Economía.
Durante el desayuno de trabajo de ADM del martes pasado, el economista Javier de Haedo empezó a resquebrajar el relato de la “exitosa” gestión económica del gobierno anterior. El exdirector de OPP durante la presidencia de Lacalle Herrera, exvicepresidente del Banco Central y subsecretario de Economía y Finanzas, asesor del Banco Comercial, consultor del BID y del Banco mundial, profesor de la Universidad Católica y de la ORT y editorialista de Búsqueda, Revista Tres y El País, habló de una herencia “muy complicada” para el gobierno de Yamandú Orsi, que ha debido manejarse en un “difícil equilibrio para dar la mala noticia”. Un baldazo de agua fría para aquellos que todavía se creen el discurso instalado por Lafluf, el Durán Barba uruguayo que, pandemia mediante, logró con éxito sedar el sentido común de segmentos importantes de la opinión pública.
Recordemos nuevamente que en 2022 la exministra de economía Azucena Arbeleche recibió de manos del Sheikh de Dubái, Hamdan bin Mohammed bin Rashid Al Maktoum, el premio a la mejor ministra de Estado a nivel global. Llama la atención que el prestigioso economista desconozca que entre las luminarias que recibieron el premio antes que Arbeleche se encuentra Awa Marie Coll de Senegal y Fayrouz Al-Din Fayrou de Afganistán. Quizás De Haedo sufra de esa disonancia cognitiva que tanto preocupa al presidente del BCU Guillermo Tolosa, y perciba que el premio recibido por Arbeleche es una suerte de Har de Oro de la economía a nivel intergaláctico.
El llamado de atención de De Haedo, insospechable de cualquier adhesión al gobierno actual, nos obliga a dar una cuota de crédito a alguien que, además de una importante experiencia de gobierno, sigue muy de cerca la economía uruguaya en los últimos 40 años.
De Haedo se refirió en particular a los atrasos en el pago a proveedores del Estado, que colocan en serias dificultades financieras a numerosas empresas, afectando especialmente al sector de pymes, que goza de menor acceso al crédito formal. Y no se trata ya sólo de atrasos en los pagos, sino de incertidumbre respecto al cobro mismo. “Hay facturas que ni siquiera se presentan ante el Ministerio o la oficina correspondiente para no tener que cargar con el costo financiero del IVA”. En pocas palabras, ante la falta de certezas, los proveedores prefieren no facturar para no tener que adelantar de su bolsillo el IVA. De modo que no se necesita ser macroeconomista para darse cuenta de que, si no se resuelve el problema de los pagos atrasados, no solo vamos a provocar un incremento en la quiebra de empresas, sino que también la recaudación se va a venir a pique, situación que nos dejaría peligrosamente en las puertas de la institución de Guillermo Tolosa en la calle 19 de Washington DC.
Veamos, a modo de ejemplo, lo que ocurre con los atrasos de ASSE en el pago de los servicios contratados a mutualistas, los que, como es ya harto conocido, arrastran sus propias dificultades. La acumulación de las cuentas a cobrar contra ASSE implica que necesariamente deben financiar sus mayores necesidades de capital de trabajo. Para ello acuden, en primer lugar, a los bancos para descontar las facturas de ASSE. Pero los analistas de los bancos también leen en los diarios que ASSE “no tiene un peso”, por lo que la garantía empieza a generarles incertidumbre y restringen el crédito.
De modo que la travesura de las deudas dejadas por Leonardo Cipriani y sus sucesores en ASSE no solo provoca nuevas dificultades a las mutualistas —provocadas por el mismo Estado encargado de supervisar su solvencia financiera y económica—, sino que llega al extremo de que el sistema financiero empieza a rehuir a aceptar al Estado como garantía. Este es un precedente peligroso para todo el montaje financiero de las PPPs, que parte del principio de que el Estado paga cuando vence la cuota por disponibilidad de la obra.
¿Será que los acreedores externos son tontos y no siguen esta discusión interna? Quien haya concebido la idea de reducir el déficit fiscal en forma artificial postergando el pago a proveedores ha puesto verdaderamente en riesgo la situación fiscal, ya que ha introducido un factor de incertidumbre en la cadena de pagos doméstica que no se encontraba presente con anterioridad.
Es difícil concebir que los economistas de CERES y el CED, tan afectos a la teoría de las expectativas racionales, no se hayan percatado de que los acreedores externos están observando este grotesco panorama dejado por la gestión anterior y ya lo tienen en cuenta en sus cálculos. ¿Podemos tragarnos seriamente el cuento de que los analistas de JP Morgan, Citibank o Blackrock no se percataron aún del tendal de deudas domésticas dejadas por Arbeleche?
Que el Estado se convierta en deudor moroso frente al sector privado no debería ser aceptable de ninguna manera como una forma de asegurar la “sostenibilidad fiscal” ante los acreedores externos. Y no debería ser necesario explicar los motivos.
De Haedo dejó en evidencia ante la audiencia que comprende muy bien el dilema en el cual se encuentra su colega, el ministro Gabriel Oddone, con quien se mostró empático. “Me imagino que se salían de la vaina para decir: ‘Miren lo que nos dejaron’, pero por otro lado no podían decir toda la verdad porque están los organismos internacionales, las calificadoras…”, sentenció.
Más allá de las lealtades corporativas, esto sería arriesgado. No porque los inversores sean otarios y no conozcan la realidad, ya que si están haciendo su trabajo bien, ya deberían dominar este entuerto propio de alcaldía local. Lo que espanta a los inversores es el conflicto, ya que con ello se arriesga la continuidad de las políticas tan necesarias para mantener el primado de esa arquitectura neoliberal que les permite la extracción permanente de recursos del mundo subdesarrollado. Es el temor a que aparezca un líder menos prudente que Yamandú.
Sostener la mentira en las espaldas del trabajo y el empresariado nacional es lo que venimos haciendo desde que Juan Eduardo Azzini nos encorsetara en 1960 con el FMI. El día menos pensado los acreedores deciden sentirse engañados, y allí ingresamos nuevamente a las puertas del infierno, como lo hacemos cíclicamente cada 20 años. El segundo gobierno blanco en los ‘60 alimentó la especulación financiera y la caída de bancos, lo que redundó en la acumulación de fuerzas de la izquierda, consolidó el PIT-CNT, el Frente Amplio, la violencia política, los tupamaros y el pachequismo.
La crisis del ‘82 nos trajo la democracia. Y la del 2002 abrió las puertas del gobierno al Frente Amplio. Estoy seguro de que la dirección política del Gobierno percibe que aquí está en juego mucho más que el humor de los acreedores externos. Está en juego la viabilidad del trabajo uruguayo, una estrategia de desarrollo, una apuesta al crecimiento y la confianza de la gente de que podamos vivir mejor en un país mejor y más habitable.
Me imagino la reunión del gabinete ministerial de hoy, donde los ministros irán con más aspiraciones que un asmático y Oddone tendrá que responder que los recursos serán escasos y el espacio fiscal estrecho. Pero la gente no puede estar esperando eternamente, porque tenemos una sola vida.
Escrito por hiperactivafm
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