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todayjunio 28, 2025
En los 70, Gastón Dino Ciarlo escribía “Milonga de pelo largo”, y en los 90 “El viejo” sería uno de los temas de La Vela Puerca. La cultura tiene tema para rato con la población en situación de calle.
No deja de ser una ironía esta situación en un país que tuvo dos presidentes de apellido Lacalle.
De las cerca de cinco mil personas sin hogar vinculadas a alguna política pública, 3.500 están en situación de calle, población que creció un 24 % en los últimos dos años del gobierno de Lacalle Pou, pero es recién ante el advenimiento de la ola de frío polar que la sociedad se eriza y parece tomar en cuenta la situación de la persona que “vive” en la vereda.
“Somos el plan perfecto que ha salido mal”, me dice Lila, recordando los versos del cuplé de La Violencia de la murga Agarrate Catalina. Lila es una persona trans que, junto a otras 100 personas, fue alojada en el refugio improvisado en el gimnasio de la plaza 2 perteneciente a la Secretaría Nacional de Deportes.
Con el tabaquito en la boca y el termo bajo el brazo, el mate agarrado por una mano donde se leen las huellas del rigor callejero y un tosco intento de coquetería femenina, Lila cuenta que hace seis años que está viviendo en la calle, detrás del Mercado Agrícola. Dice que por su condición de trans no siempre le ha sido fácil acceder a refugios de 24 horas o transitorios, y que una vez que se consigue un lugar en la calle no es fácil mantenerlo si uno lo deja.
Ese lugar en la calle, a veces bajo un friso, es un sitio donde descansar sin estar muy sometido a los rigores del clima, vincularse con algunos vecinos empáticos, quedarse cerca de un comercio que suele donar alguna cosa, la emergencia de algún hospital público que sirve de momentáneo refugio; un lugar donde se conocen los movimientos de la noche, las rondas policiales no siempre comprensivas, las disputas entre personas en situación de calle, las enfermedades mentales, el reinado de narcotraficantes.
Lila está al tanto de la muerte reciente de seis personas en situación de calle, pero las considera casi como un desenlace natural de su condición. Como si conociera el texto de Rubén Lena, argumenta que no es que vino el frío y los mató, sino que ese frío pone punto final a una trayectoria de problemas de salud física y mental que nadie atendió.
En el gimnasio, el Mides le ha proporcionado un colchón nuevo y una suerte de camastro bajo para que el colchón no esté en el piso, frazadas, estufas y alimento. Al segundo día de estar en este refugio ingresa un equipo del Ministerio de Salud a vacunar contra la gripe y atender algunas situaciones de emergencia. La convivencia se da, por el momento, sin sobresaltos, y la presencia policial, por el momento, es solo persuasiva.
Johnny tiene 34 años y salió de la cárcel hace cuatro meses. Su familia no lo iba a recibir y el dispositivo de la Dirección Nacional del Liberado como mucho lo puede contener 24 horas. En su caso, además, prefiere no encontrarse con gente con la que tiene “algunas deudas”. Dice que se viene portando bien y que tiene a “raya” el consumo, aunque se declara consumidor y “haberme mandado alguna cagada en el peor momento de consumo”, pero ahora intenta hacer las cosas bien.
La mente de Yeni mueve su cuerpo con paso desgarbado. Deambula entre nosotros y por momentos nos integra al diálogo con ella misma. Su tono de voz es rudo y parece enojada, pero en verdad está a la constante defensiva. Cuando algún vehículo se detiene, le grita al curioso chofer para que no tenga dudas: “Sí, somos gente en situación de calle”.
La mayoría de las mujeres que están aquí “andan sin brújula”. En sus rostros se reflejan las huellas del Sida y la pasta base. Las que están más conectadas “a tierra” reclaman por sus hijos que se llevó el INAU.
Imbert no debe tener más de 30 años y es peruano. Padece algún retraso de desarrollo intelectual y comenta con picardía entre sus nuevos compañeros que la primera noche le tocó dormir “al lado de una minita”. Quizás por su condición de migrante y estar sufriendo extrañar su tierra, es de los pocos “que se piensa más lejos”. La mayoría de los consultados no tienen más expectativas que estar en el refugio hasta que pase la emergencia, y luego volver a la calle. Se auto prometen dejar de consumir y algunos quieren hacer las cosas bien para volver a lo que alguna vez fue su hogar. Una gran cantidad no tiene más horizonte que recuperar el espacio público colonizado, espacio que en muchos casos implica el cuidado de sus mascotas.
El debate político no se hizo esperar ante las primeras muertes en este periodo, olvidando las ocurridas durante la administración Lema, que no logró con su gestión al frente del Mides catapultarse a presidente de la República, pero sí permitió favorecer el negocio de algunos correligionarios… Pero no nos vamos a sumar al barro.
Álvaro Delgado, quien fuera candidato a la presidencia por el Partido Nacional y ahora se desempeña como senador, lanzó en su cuenta de la red social X una acusación al Gobierno: «La muerte de otra persona en situación de calle nos interpela como sociedad. El Gobierno, por motivos ideológicos, se niega a aplicar la Ley de Internación Compulsiva y a utilizar todas las herramientas a su disposición, lo que nos está costando vidas. Cuando la ideología vale más que la vida, perdemos todos. No más excusas».
Lo cierto, al final del día, es que el sistema político pretende “resolver” en el palacio con pisos alfombrados y paredes de mármol lo que pasa en la calle, y el Ministro de Desarrollo Social ya está convocado a dar explicaciones en el Senado y en Diputados. Posiblemente, aunque no hay probabilidades, le pidan la renuncia, como si ese pírrico triunfo político de la oposición, en caso de darse, resolviera algo para la gente en situación de calle.
Los integrantes del colectivo Ni Todo Está Perdido (NITEP) le reclaman al nuevo Gobierno lo que viene pidiendo a todas las autoridades en cualquier período. Mientras los gobiernos cambian, la situación de la gente en situación de calle solo empeora. Consumidores, excarcelados, problemas de salud mental, enfermedades de transmisión sexual, marginados del sistema y migrantes forman parte de los cuadros que se pueden encontrar en esta población.
Quizás, aunque sea solo una novela, “La biblia del neandertal” de Aníbal Glooftdofsky, sobre que la humanidad este frente a la mutación de un cambio cultural, del nacimiento de una nueva subcultura, bien valdría el ejercicio de no mirar la situación con piedad o empatía caritativa, aunque todo eso haya que hacerlo.
En todo el mundo, la cantidad de personas en situación de calle varía según las fuentes y las definiciones utilizadas, pero se estima que son millones. La ONU estima que hay 100 millones de personas sin hogar en el mundo y más de 1600 millones que carecen de vivienda adecuada.
Es allí donde primó el criterio de que la persona no útil para el mercado, sobra. Sin lugar a dudas, es el plan perfecto que ha salido mal.
Escrito por hiperactivafm
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