Nathan Petrie, desarrollador senior en Nueva Zelanda , decidió mudarse amás de 200 kilómetros de su oficina confiando en que podría mantener su régimen de teletrabajo post-pandemia. Lo que parecía una decisión lógica terminó en dimisión forzada y una resolución legal que favoreció a sus empleadores.
El error: no tener un acuerdo escrito
Petrie ya trabajaba desde casa cuatro días por semana cuando decidió comprar una nueva vivienda en Whanganui , tras quedar inhabitable su casa flotante. Sin embargo, no formalizó ningún acuerdo escrito que garantice el trabajo remoto a tiempo completo.
La empresa, con sede en Wellington, le permitió mantener el trabajo remoto solo durante un período de transición, y luego exigió presencialidad tres días a la semana. Petrie lo interpretó como un “despido constructivo” y presentó una queja, pero la Autoridad de Relaciones Laborales falló un favor de la empresa: el teletrabajo era una medida temporal, no un derecho adquirido.
Qué quedó todo escrito
Este caso, que generó un amplio debate en redes y medios como Reddit y Business Insider , resalta un patrón común tras la pandemia: muchos trabajadores tomaron decisiones personales irreversibles , como mudarse o comprar vivienda, sin contar con acuerdos contractuales claros sobre el régimen laboral.
Expertos en relaciones laborales recomiendan formalizar cualquier modalidad remota por escrito antes de modificar el lugar de residencia. Sin esa seguridad jurídica, la empresa puede exigir volver a las condiciones originales del contrato, incluso si el teletrabajo se aplicó por años.
Con información de Europa Press