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todayjulio 26, 2025
Preston Thorpe es ingeniero de software y trabaja para una compañía emergente en la ciudad de San Francisco (EE.UU.). Lo llamativo es que lo hace desde una prisión en Maine, al extremo noreste del país, donde está cumpliendo su décimo primer año de condena por cargos de drogas.
Su historia resulta curiosa porque es resultado de una política pública orientada a mejorar la reinserción social y disminuir las tasas de reincidencia entre los reos, así como a estimular el interés de un individuo en dejar de identificarse como un delincuente.
En un lapso de seis meses, Thorpe se hizo un nombre como colaborador voluntario de un proyecto de código abierto liderado por la empresa Turso, dedicada al manejo de bases de datos. Su desempeño fue tan brillante que llamó la atención del director ejecutivo de la compañía, Glauber Costa, quien no dudó en ofrecerle una plaza, refiere TechCrunch.
Costa se dio cuenta de que no trataba con un programador cualquiera. «Revisé su perfil de GitHub y mencionaba que está encarcelado«, declaró el directivo al medio especializado.
«Lo contacté en enero, solo para comprenderlo y conocerlo. Desde entonces, he tenido conversaciones profundas con él sobre el cambio de actitud que lo llevó a estar donde está hoy […]. Conocer su historia aumentó nuestro respeto por él como persona», apuntó Costa.
También fue decisivo el hecho de que, a diferencia de lo que sucede en otros entornos laborales, los desarrolladores no suelen verificar a distancia a quién pertenece un perfil de Discord o GitHub, por lo que Thorpe fue tratado como un colaborador más. Sin embargo, para él fue un punto de inflexión, porque por primera vez se vio a sí mismo como un ingeniero fascinado por Linux e interesado en bases de datos relacionales, en lugar de como criminal.
La historia del ingeniero es todo menos convencional. Fue echado de su casa en la adolescencia y empezó a comprar drogas en la ‘dark web’, lo que le valió su primera entrada a la cárcel cuando tenía 20 años. A los 22 estaba nuevamente en las calles, pero volvió a prisión apenas 14 meses después.
Empero, su traslado de la cárcel de New Hampshire al Centro Correccional Mountain View, en Maine, justo antes de la pandemia de covid-19, le abrió las puertas a una vida diferente. “Cuando llegué a Maine, fue completamente diferente. El covid comenzó justo después de llegar aquí y me dio una oportunidad: no había nadie a mi alrededor que me obligara a actuar o demostrar mi valía. Era solo yo. De hecho, sentí que tal vez no había terminado, que tal vez podía tener una vida normal. Tuve una especie de epifanía: ‘Voy a lograr algo por mí mismo'», relató.
En Mountain View se matriculó para cursar estudios a distancia en la Universidad de Maine, y casi en paralelo el Colby College anunció que quería contratar a un ingeniero encarcelado como profesor adjunto. La propuesta lucía arriesgada, pero el comisionado del Departamento de Correccionales de Maine, Randall Liberty, dio su visto bueno.
«Tras considerarlo, permití que eso sucediera, y con el tiempo ha sido todo un éxito. Sus estudiantes pueden visitarlo en la prisión, y él puede guiarlos por el lugar. Esto facilita una verdadera diversidad de opiniones, pensamientos y orígenes. Crea un ambiente enriquecedor para el aprendizaje», opinó Liberty al ser consultado sobre el tema.
De su lado, Thorpe asevera que en los últimos tres años ha dedicado la mayor parte de su tiempo a aprender todo cuanto le ha sido posible sobre programación, lo que da cuenta de cómo ha aprovechado sus circunstancias para mejorar su perfil profesional.
El ingeniero hace parte de un programa experimental del sistema penitenciario del estado de Maine, que permite a los reclusos trabajar a distancia. Según afirman las autoridades, ha sido una experiencia decididamente exitosa.
En el presente, unos 30 prisioneros trabajan remotamente desde la Unidad de Vivienda Efectiva, un reclusorio con bajas restricciones para presos que han exhibido historiales sostenidos de buena conducta. Como contraprestación, se les exige que entreguen el 10 % de su pago al estado y están obligados a honrar compromisos tales como honorarios legales o cuotas de manutención infantil.
El caso de Turso, la compañía para la que trabaja Thorpe, no es único. Unlocked Labs, donde prestó servicios antes de unirse a Turso, se encarga de contratar a ingenieros que están presos o han sido excarcelados, para que desarrollen ‘software’ educativo destinado a las prisiones. Y el estado de Maine ha sido pionero en promover esta clase de experiencias, explicó Hailey Shoaf, codirectora ejecutiva de Unlocked Labs.
«[Maine] implementó toda esta infraestructura durante la pandemia para permitir la educación a distancia. Y una vez implementada, de repente se ampliaron las oportunidades que la gente podía aprovechar», detalló Shoaf.
El programa es la concreción de un esfuerzo adelantado por Liberty durante varias décadas, que incluyó la implementación de programas para abordar las causas estructurales relacionadas con los delitos, como los trastornos derivados del abuso de sustancias, problemas de salud mental no atendidos o educación deficiente.
«Tengo que explicarle esto a la gente de derechas y de izquierdas. Cuando se enteran de que Preston [Thorpe] gana tanto dinero, se quedan boquiabiertos. Y les digo: ‘Si de verdad les importa mejorar la seguridad de la comunidad, si les importa la responsabilidad fiscal, si les importan las víctimas y los sobrevivientes de la comunidad, esta es la manera de resarcirlos'», completó.
Escrito por hiperactivafm
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