Thaddeus Daniel Pierce nació hace pocos días, pero su embrión fue concebido en 1994. Se trata del nacimiento exitoso de un embrión humano que pasó tres décadas en criopreservación, el lapso más largo del que se tenga registro.
El caso comenzó con Linda Archerd, una mujer estadounidense que recurrió a la fecundación in vitro hace 30 años. Uno de los embriones fue implantado en ese momento. Los otros tres quedaron congelados. Por razones religiosas, Archerd decidió no descartarlos. Durante más de 20 años pagó cerca de US$ 1.000 anuales para mantenerlos almacenados.
Con el tiempo, Archerd descartó la posibilidad de tener más hijos, pero inició una búsqueda para que otra familia pudiera gestarlos. La mayoría de las clínicas y agencias se negaron debido a la antigüedad del material, hasta que logró avanzar con un proceso de adopción embrionaria.
Los destinatarios fueron Lindsey y Tim Pierce, una pareja que llevaba siete años intentando tener hijos sin éxito. Aceptaron el procedimiento y los tres embriones fueron descongelados: uno dejó de desarrollarse, otro no sobrevivió a la transferencia, y solo uno prosperó. Ese embrión es hoy Thaddeus, un bebé sano nacido sin complicaciones.
Los Pierce afirmaron que no buscaban romper récords, sino concretar su deseo de formar una familia. Aun así, el nacimiento fue registrado por médicos como el más antiguo en términos de criopreservación llevado a término con éxito.
El caso fue difundido por MIT Technology Review y reaviva el debate sobre los límites temporales en la reproducción asistida. Archerd, por su parte, expresó que siempre los consideró sus hijos, no material descartable: “Solo esperaba que tuvieran una oportunidad”.
En paralelo, este año también se conoció otro caso récord: el bebé más prematuro en sobrevivir, nacido con más de cuatro meses de anticipación.