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Noticias Nacionales

A 40 años del regreso de Wilson

todayjunio 16, 2024

Fondo


A medida que pasaban las horas, el Hotel Colón, donde se albergaba la familia de Wilson, empezó también a vislumbrar banderas del Frente Amplio, de esa columna de compatriotas que habían tenido que emigrar y cruzar el charco y querían decir presente.

A media tarde la calle Pellegrini era un hormiguero de gente. Abrazos, lágrimas, incertidumbre, pero todos pusimos proa al Puerto de Buenos Aires. La subida al barco fue lenta, éramos demasiados y todos querían estar arriba del Ciudad de Mar del Plata II lo antes posible…

La despedida en el muelle de Dársena Norte fue uno de los episodios más removedores que me ha tocado vivir. Recuerdo la multitud que se agolpó despidiendo a Wilson lleno de banderas blancas y tricolores que nos acompañaron hasta el final. Daba la sensación de que querían subir y sabían que no podían. Pero allí estaban, apoyando, despidiendo.

Aquella noche en el Mar del Plata II fue tensa. De la emoción y el bullicio de la despedida pasamos al silencio del mar. Hacía frío. Y mucho. Entrada la noche y con camarotes escasos, los más jóvenes resolvimos acampar en el salón comúnmente llamado “boîte”.

Cantores no faltaron. Eustaquio, el Chito Sosa, Carlos María Fossati, el Caballo Peyrou, Pablo Estramín, Jorginho Gularte. Hasta Gonzalo Aguirre se cantó unos tangos. Pasaban las horas y muchas arrancamos para el truco. A mi me tocó truquear con la gente del Olimar. El Serrano Abella, el recordado Wilson Elso Goñi, eran los más entusiastas.

Todo venía bien y la cantarola y el truco nos hacían pasar la noche hasta que el periodista Jorge Pasculli, después de perder un partido, decidió enfilar a la cubierta y pegó el grito: “¡Estamos Rodeados!”. Tenía razón, pero era la Armada Argentina que nos acompañó hasta el límite de las aguas jurisdiccionales.

El hoy senador Juan Castillo le contó a Caras y Caretas que ese 16 de junio del 84 es para él un día inolvidable. Por esos años era funcionario de la ANP, encargado del dragado del puerto. Nos dice, que estuvo 36 horas embarcado, el día antes les habían dado la orden de proveerse de alimentos y embarcar hasta nuevo aviso. “A la llegada vimos muy poco”, recuerda. “Lo que vimos, sí, es el despliegue de la Armada Nacional, el puerto cerrado y el rumor que llegaba de lejos del pueblo uruguayo que fue a esperar a Wilson a donde pudo, hasta donde los contenedores los dejaron”.

Amaneció con niebla y, ahora sí, se divisó en el horizonte otro grupo de barcos de guerra. Estos sí eran los uruguayos. Esos sí que nos rodearon. Terminó cuando la Patrulla P 70 se acercó. Aparecieron varios gomones que todos mirábamos desde la cubierta entre sorprendidos, incrédulos y preocupados. Dos oficiales y un par de hombres ranas abordaron el barco.

Wilson y Juan Raúl estaban en la proa, a estribor. Apareció en escena el capitán de navío Carlos Gianni. Técnicamente, en minutos ambos quedaron detenidos. Las marchas y contramarchas, la información que iba de un lado al otro y los periodistas que buscando su exclusiva agudizaron el ingenio para poder transmitir a través de una radio argentina que a esa altura tenía mayor libertad para poder informar, y colaboró mucho con los medios uruguayos que venían en el barco.

Los datos que teníamos había que transmitirlos a Buenos Aires y desde allí a Montevideo. Pero estábamos en un punto ciego. Tampoco sabíamos si alguna radio uruguaya podía sacar al aire la información recabada. Informaba a Reuters un joven Roy Berocay, a UPI el entrañable Zelmar Lissardy y a DPA a través de Alberto Zenga.

El periodista Alberto Silva, que venía en el barco en su condición de corresponsal de CX 30 La Radio, recuerda dos episodios: en primer lugar, nos dice que fue la primera vez que participó de un acto de detención donde vio a Wilson y a Juan Raúl. “Wilson, relata, no colaboró con su detención. Se las hizo difícil. Era presenciar un verdadero acto de resistencia pacífica. Con el operador desplegamos un enorme espejo para mandar señales de saludo a la multitud que desde la rambla esperaba noticias de lo que ocurría en el barco”.

Después vinieron las idas y vueltas, que a Montevideo o a Punta del Este. En definitiva, el Mar del Plata II rumbeó para Montevideo. La llegada no fue fácil, porque vimos bajar detenidos a Wilson y a Juan Raúl. Recuerdo que cantamos el himno, todos tomados de la mano, no lo olvidaré nunca. A mi me tocó al lado de Carlos Julio Pereyra. Lo entonamos con tanta emoción como, creo no equivocarme, no lo he hecho a lo largo de mi vida.

Enseguida vimos sobrevolar los helicópteros que llevaban a Wilson al cuartel de Trinidad y a Juan Raúl a Paso de los Toros. Y ahí sí, como bien gritó un periodista amigo, “ahora sí que estamos regalados como perejil de feria”.

El hoy senador Jorge Gandini era un joven y activo militante de Por la Patria. Recuerda ese 16 de junio y los días previos con mucha emoción. Le contó a Caras y Caretas que tenía el pasaje para subirse al Mar del Plata II, pero se quedó junto a otros jóvenes organizando el acto de Agraciada y La Paz. Hoy se ríe cuando recuerda que en un viejo auto fueron a buscar rollos de nylon azul y blanco para armar banderas y caña bastante verde que consiguieron en Canelones. Armaron la movilización en Agraciada y La Paz. Colocaron una “chata” y comenzaron a llegar banderas del Partido Nacional y del Frente. Relata con emoción que en un momento un grupo de colorados de la CBI se abrió paso con Maneco Flores Mora a la cabeza para decir presente y acompañarlos.

El desembarco, hasta eso fue desprolijo. Primero nos iban a hacer bajar de a uno. Después en grupos. Al final resolvieron que primero la prensa. Nos fueron subiendo en ómnibus para sacarnos del puerto. Recuerdo que me tocó uno de color gris que decía FUSNA. Me asustó. Nos advertían que nos iban a ir dejando en distintos puntos de la ciudad. Al llegar a Agraciada y Paysandú hicieron la primera parada en el Centro Militar. No pensé si me quedaba bien, mal o regular, me tiré.

Corrí hasta llegar a la vieja casona del Movimiento de Rocha en la calle Uruguay. Pedí un teléfono, hablé a mi casa y tomé conciencia de que había llegado a tierra firme. Como bien dijo el periodista Roger Rodríguez, compañero de esa travesía inolvidable, la llegada tenía sabor a dignidad y aroma a libertad.

El retorno de Wilson, figura política que ya pertenece a todos los uruguayos, debe entenderse como el cimiento del Uruguay que queremos del futuro.

Wilson nos convoca siempre a pensar en un mejor Uruguay, pero un Wilson despojado de los tironeos del wilsonismo de hoy, de la campaña electoral que embarra la cancha. Ese wilsonismo que tiene demasiado de oportunista y poco del legado que nos dejó el Caudillo Blanco.





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Escrito por hiperactivafm


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