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todayfebrero 23, 2025
En esos inicio ese carnaval tiene que ver con esta participación tan masiva de la sociedad montevideana, pero, sin embargo, ya a fines del siglo XIX comienza a percibirse otra vertiente que a la postre será el rasgo más distintivo, que es el protagonismo de sus agrupaciones, de las sociedades carnavalescas, de los conjuntos de carnaval, que ya mediados del siglo XIX empiezan a tener una presencia cada vez más marcada, una preferencia en el gusto de la gente, y empiezan a generar esta cosa que distingue al carnaval del mundo a nivel mundial y que es el carnaval más largo del mundo.
Yo definiría nuestro carnaval como el más teatralizado del mundo, porque esta presencia, este protagonismo de las agrupaciones es un rasgo y un componente que está presente en nuestros carnavales; esta cosa de que meses antes comienzan los ensayos, la preparación de repertorios, la creación de letras, pensadas justamente para ser mostradas en carnaval, es una cosa que nos distingue y que es nuestro rasgo más distintivo.
Todavía subsiste ese programa oficial de la fiesta que tiene que ver con desfiles un poco a la manera de Niza. Nuestras autoridades siempre impulsaron, incluso desde el punto de vista de la atractiva turística, un carnaval que toma como ejemplo Venecia y fundamentalmente Niza con sus grandes carros alegóricos, con sus grandes desfiles, con sus batallas de flores, sus gigantones, sus cabezudos, ese es un poco el eje de ese carnaval que tiene su epicentro en la gran avenida, en los desfiles de 18 de julio.
En contraposición con ese carnaval a la manera de Niza, lo llamo el carnaval a la uruguaya, que es creado por la gente en los diferentes barrios de Montevideo y que tiene su eje fundamental en lo que son los tablados, esa suerte de escenarios populares construidos por iniciativa de la gente, sin ningún tipo de apoyo oficial, que surge en los diferentes barrios y que tiene justamente, como objetivo oficial, ser escenario para la actuación de esas agrupaciones.
En esos escenarios, en esos tablados populares se da la consolidación cada vez más marcada de lo que son nuestras agrupaciones, que poco a poco van a ir generando propuestas más identificadas, por ejemplo, con diferentes categorías, y entonces ahí tenemos el nacimiento de las agrupaciones de negros y lubolos, el candombe, la murga, que también nace con una impronta española muy fuerte, generalmente identificada con Cádiz, porque ahí hay una influencia muy marcada del modelo gaditano, pero donde la murga rápidamente adquiere también características propias absolutamente imprescindibles del Carnaval de hoy, como es esa murga que un poco centra su propuesta en el comentario de actualidad, esa especie de crónica de los sucesos políticos, sociales, deportivos que ocurren a lo largo del año, desde la mirada humorística que caracteriza al carnaval y con un contenido de crítica también muy fuerte.
Esa puesta en escena desde el escenario, desde el tablado tiene un fuerte contenido identificatorio, ha sido el resultado clave en los procesos de construcción de las identidades colectivas, porque justamente ahí hay formas de decir, de hablar, de bailar, de cantar, donde nace, o por lo menos adquiere su versión más consolidada, una determinada música, una banda de sonido de nuestra identidad. Por un lado, el candombe, la llamada de tambores, característica de las comparsas de negros y lubolos. Y por otro lado, ese sonido tan particular que no puede ser considerado folclórico porque utiliza instrumentos de la fanfarria europea, como son los platillos, el bombo, el redoblante, pero que en la batería de murga tiene un sonido muy particular; y desde el punto de vista coral, la originalidad que tiene el coro de murga, que también es un ingrediente clave de nuestro acervo cultural y del paisaje sonoro de Montevideo, y sumándole a eso, después, otras categorías como las revistas, como los parodistas, como los humoristas, que también conforman un gran festival de teatro popular y callejero acompañando lo que son cambios que se dan a nivel de la sociedad.
Bueno, el parodismo, por ejemplo, tiene también comentarios de actualidad política, pero evidentemente la categoría que está absolutamente identificada con eso es la murga; su esencia pasa por ahí, es la del comentario jocoso, la crítica, la sátira que muchas veces abarca, por supuesto, lo social, abarca lo deportivo, pero que tiene un componente privilegiado en el comentario político de actualidad y en la crítica política, algo que también se explica por el hecho de que la sociedad uruguaya es una sociedad muy politizada, entonces cualquier manifestación masiva y popular pasa por lo político, y el carnaval ha estado marcado por ese ingrediente a lo largo del tiempo.
El carnaval ha estado politizado siempre, incluso con esas agrupaciones que nacen o empiezan a tener un mayor protagonismo a fines del siglo XIX. Y ya ahí los gobiernos de turno eran absolutamente sometidos a la crítica, a la mirada, a la burla, a la cosa irónica del carnaval, y eso se ha mantenido a lo largo del tiempo y es una de las facetas que genera una mayor comunicación con el público, la gente está esperando eso.
Más allá de que una cosa es politización, otra cosa es partidización, bueno, es como muy difícil marcar el límite, ¿no? Porque obviamente la murga habla de política porque toma posición frente a determinados temas y no dice “desde la ciencia política”, “desde la teoría política”, no, habla justamente de las cosas que están ocurriendo y frente a las cuales da su punto de vista y da su opinión.
Muchas veces se la critica por estar demasiado vinculada o identificada con determinadas posturas, en este caso, el Frente Amplio; yo creo que la murga da su opinión, independientemente de que ésta coincida o no con los determinados sectores políticos, hay muchos ejemplos de eso. Más allá de que algunos discursos pretenden ignorarlo y decir que eso no es así, pero por poner un solo ejemplo, el cuplé de La Mojigata da “palo” al frente, es brutal, creo que pocas veces se le han dicho al Frente Amplio las cosas que le dice La Mojigata en carnaval, p el tema de Venezuela, que ha estado presente en muchas cuartetas.
Estos planteos provienen más bien de gente que no va al carnaval, que no le gusta el carnaval, que no le interesa, que lo que le interesa es instalar un determinado discurso para de alguna manera confrontar con un espacio, porque le molesta el carnaval que confronta con el poder, entonces es molesto; si uno piensa en los últimos años, gobiernos que están tan jugados a esta cosa de la cuestión publicitaria, cuando hay algún espacio que escapa a ese control, hay que atacar, hay que apuntar contra él, lo cual también llama un poco la atención, porque son sectores que, de pronto, a lo largo de todo el año monopolizan los medios y tienen la posibilidad justamente de dar a conocer y fundamentar sus posturas, sus puntos de vista y todo lo demás, pero cómo les cuesta, durante un mes de esos 12, que otros se suban al escenario y den su opinión, porque no quieren soltar el micrófono ni por un ratito.
Ese mes es como la síntesis del relato contrahegemónico de la sociedad, o de una parte de la sociedad. De repente en otro momento uno podría haber identificado más eso con sectores populares, con sectores que no tenían posibilidad de expresarse. Debemos pensar en ese carnaval, y sobre todo en la murga, que estuvo identificada durante mucho tiempo con sectores bajos, incluso sectores marginales que no tenían la posibilidad de dejar su huella en el sentido de dejar su postura, su punto de vista sobre determinados temas en otro tipo de documentación, que es, por ejemplo, con la que el historiador trabaja habitualmente; entonces ahí es muy difícil el análisis histórico del carnaval. La mirada del carnaval en perspectiva histórica nos permite esa posibilidad a los historiadores de percibir algo, porque el pasado es irrecuperable, pero de todas maneras percibir algo de cómo se vivía la política por parte de sectores que generalmente no han sido tenidos en cuenta a la hora de reconstruir el pasado, clases bajas, sectores subalternos, clases populares, y cuando hablo de clases populares no estoy hablando de clases populares organizadas que tienen que ver con el movimiento obrero, con el movimiento sindical, que también es un discurso muy importante a recuperar; no, estoy hablando de la gente común y corriente que está por fuera de todo eso y que de pronto encuentra en el carnaval el lugar donde se dice lo suyo. Entonces me parece que eso es la recuperación de una voz que está como ausente del relato historiográfico y que está bueno llegar a ella.
Hoy encontramos en el carnaval que la extracción cultural de los murguistas, por ejemplo, ha cambiado notoriamente en relación con aquellos viejos murgueros del pasado y tal, pero es importante. La gente va al tablado a escuchar aquellas cosas que los medios de comunicación no le dicen, o le dicen a medias, o va y busca justamente una visión diferente. Y entonces me parece que es válido, el carnaval opera como un medio de comunicación alternativo que me parece que es absolutamente legítimo, más allá de que uno comparta o no las cosas que se dicen arriba del tablado.
Bueno, ese es un gran tema, el de los límites del humor. Es un tema que a mí me parece bien significativo y auspicioso y que haya aparecido en varios conjuntos en este carnaval precisamente es como que estamos tomando conciencia de hasta qué punto ahí hay un debate, que en algún momento hay que abordarlo.
Es decir, ¿nos podemos reír de todo? ¿El humor tiene límites? Y si los tuviera, ¿quién resuelve de qué nos podemos reír y de qué no?
Son preguntas esenciales porque en el pasado la murga generalmente ha sido machista, ha sido xenófoba, ha sido homofóbica, tremendamente homofóbica, respondiendo a un imaginario popular que escapa a esa visión un poco romántica que uno tiene de los sectores populares. Los sectores populares fueron así durante muchas décadas y lo expresaron en el imaginario murguero, eso está muy presente.
Hoy, en sociedades que están muy marcadas o por lo menos han incorporado esta noción de la corrección política, todo eso empieza a hacer ruido, a ser objeto de un debate que está sin resolver porque, en última instancia, creo que es tan problemático el asunto que las respuestas no son fáciles, más allá de lo cual, yo personalmente creo que sí, que efectivamente nos podemos reír de todo, siempre y cuando cada uno se haga cargo de decir a partir de qué cosas va a hacer humor, y el público de qué cosa se va a reír o no. Eso es algo que cada uno tiene que resolver y nadie de afuera puede venir a determinar de qué nos podemos reír y de qué no.
Escrito por hiperactivafm
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