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Para los diplomáticos del subimperialismo brasileño —apelo a esta caracterización de Ruy Mauro Marini— la postura internacional de Chávez, su incansable hiperactivismo y el tono fuertemente antiimperialista de su discurso y de su práctica concreta (como la creación de Petrocaribe, por ejemplo) provocaron desde el mismo principio una mal disimulada repulsa en los cuadros dirigentes de Itamaraty.
Hay que tener en cuenta que, a diferencia de la gran mayoría de los países, la “autonomía relativa” de que goza la Cancillería dentro del aparato estatal brasileño hace que sus definiciones y propuestas en no pocas ocasiones prevalezcan por encima de las que pudiera adoptar el presidente de turno, especialmente cuando éste es un civil. Esa poderosa burocracia subimperial rige su conducta por un axioma: la coincidencia, el acompañamiento (o por lo menos la no confrontación) con la política exterior de EEUU.
En retribución, la Casa Blanca otorga su bendición al liderazgo de Brasil en la región y hasta le abre las puertas para ubicar a sus representantes en ciertas áreas del entramado institucional de posguerra, como la Organización Mundial del Comercio, por ejemplo.
Fue por esto que el creciente protagonismo internacional de Hugo Chávez sometió al pacto sellado entre Brasilia y Washington a fuertes tensiones. Durante buena parte del primer mandato de Lula (2003-2007), las colisiones entre Caracas y Brasilia fueron inocultables. La administración republicana solicitó una y otra vez que Brasilia intercediera para apaciguar las aguas que estaba revolviendo el líder bolivariano, y que poco después adquiriría renovados bríos con el avance del primer ciclo progresista y las elecciones que catapultaron a la presidencia a figuras como Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Fernández, Fernando Lugo, Tabaré Vázquez y “Mel” Zelaya, y posteriormente con la creación de la Unasur.
Washington llegó tan lejos en sus empeños para lograr que Lula “calmase” a Chávez como para enviar a Condoleezza Rice a Brasil para que aquel intercediese ante el líder bolivariano para que Caracas no desahuciara el acuerdo de cooperación militar entre EEUU y Venezuela firmado hacía unos treinta años. Y, además, averiguar las “razones por las cuales Chávez había comprado 70.000 fusiles a España”. Por supuesto que esa mediación no surtió ningún efecto.
Enumerarlos sería tan largo como tedioso. Recordemos apenas dos: el rechazo del Gobierno de Lula a la implementación práctica del Banco del Sur, solemnemente fundado en diciembre del 2007 pero paralizado desde su nacimiento sobre todo por las reticencias brasileñas; o la pertinaz negativa de Brasil para admitir a Venezuela en el Mercosur. Dados estos antecedentes, la conducta de la delegación brasileña en Kazán se inscribía dentro de lo previsible. La ausencia de Lula debido a un insólito “accidente doméstico” permanecerá como una de las grandes incógnitas de la Cumbre de Kazán. Tal vez en algo haya influido el desafortunado voto de Brasil en la ONU condenando la “invasión rusa” en Ucrania (4).
Pero lo cierto es que con el veto al ingreso de Venezuela como miembro asociado a los BRICS+, categoría en la cual entraron Bolivia y Cuba, el prestigio internacional de Brasil y la necesaria solidaridad entre los países latinoamericanos quedaron gravemente dañados. El Gobierno de Lula cedió a la presión conservadora de su propia coalición y a la de EEUU, para quien mantener aislada a Venezuela es fundamental para proseguir con impunidad su criminal bloqueo en contra de ese país. No es lo mismo atacarlo en soledad que hacerlo cuando ya es miembro del BRICS+.
Por eso la movida de Lula en Kazán es un “veto suicida” porque debilita la gravitación internacional de Brasil, no sólo en Latinoamérica, sino a nivel mundial.
El analista brasileño José Luís Fiori lo dijo con todas las letras: “Una Sudamérica dividida viene perdiendo relevancia geopolítica y geoeconómica, y sus pequeñas unidades ‘primario-exportadoras’, en su aislamiento, son completamente irrelevantes en el tablero geopolítico mundial”. La alternativa sería construir un eje entre Brasil, Argentina y Venezuela, pero eso es lo que ha sido roto este año con el rechazo de Milei a la incorporación de Argentina a los BRICS+ y el veto brasileño al ingreso de Venezuela a esa organización.
Por eso creo que este veto no tendrá larga vida y que Lula terminará desairado, porque pocos yerros pueden ser más graves en el mundo de hoy que dejar esa enorme reserva petrolera a merced del manotazo que pudiera dar EEUU, algo que ni China, Rusia e inclusive India verían con buenos ojos. Lo que ocurre es que Itamaraty no cree que el tablero internacional ya se haya transformado en un sistema multipolar y de ahí su errónea decisión de vetar el ingreso de Venezuela al BRICS+.
Sigue apostando a la declinante hegemonía estadounidense y a un putrefacto “orden mundial basado en reglas” con el cual EEUU defiende sus intereses nacionales.
Decir que “se suma”, en un cuidado lenguaje diplomático, equivale a decir que Brasil actuó como un diligente peón de Washington, convalidando las más de 900 medidas coercitivas unilaterales que afectan a ese país hermano y haciendo gala de una penosa falta de solidaridad.
¿No se enteró Lula que durante la pandemia, durante el gobierno del impresentable Jair Bolsonaro, la gente moría en los hospitales de Manaos por falta de oxígeno y el presidente Nicolás Maduro ordenó el envío de 107 médicos y seis cisternas con un total de 136.000 litros de oxígeno para atender la dramática situación de los hospitales de esa ciudad? ¿Es este el pago de Brasil ante aquel gesto solidario?
El presidente Lula tendrá una ardua labor por delante si quiere que su país recupere su credibilidad y su gravitación, no sólo en el orden regional latinoamericano y caribeño, sino también ante los principales socios del BRICS+, fundamentalmente China, Rusia y la India. Seguramente no habrá de pasar mucho tiempo antes de que ese fatídico veto sea revertido, y el presidente brasileño tenga que soportar un amargo desaire.
Written by: hiperactivafm
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