A la
familia Camacho Márquez el revoloteo de los pájaros les cambió la vida. Su
finca se llama “Bosque de niebla” y en menos de 4.500 metros cuadrados hay 460
especies de aves, muchas más que en países como Bélgica, Suiza o Austria.
Estos
animales de patas delgadas, plumas de todos los colores y picos traviesos
lograron que padre, madre e hijo vendieran todo lo que tenían en el centro de
Cali, la tercera ciudad de Colombia, para trasladarse a la zona rural del
llamado Kilómetro 18, donde dedican su existencia a la preservación de las aves
en la montaña.
“Todo
pasó cuando el niño veía a su papá, ingeniero de sistemas, salir de la casa
antes de las cinco de la mañana para observar aves y eso lo contagió de su
pasión. Luego me llevaron a mí y también me enamoré al ver los animalitos”,
explica a EFE la madre, Ángela Márquez, de profesión abogada.
Márquez
agrega que un día, “mientras estábamos pajareando, vimos esta finca (Bosque de
niebla) y decidimos comprarla. En menos seis meses dejamos todo, vendimos el
apartamento, el carro y nos despedimos de las oficinas para dedicarnos a ser
felices”.
Riqueza
natural
Como los
Camacho Márquez, ya son 12 las familias que le apuestan a emprendimientos de
aviturismo en la zona rural de Cali, con lo cual cerraron la puerta a los
cultivos que deforestan las montañas y le abrieron paso a miles de turistas que
buscan fotografiar las 563 especies de estos animales que tiene esta ciudad,
capital del departamento de Valle del Cauca.
Cali es
rica en especies de aves por su cercanía a la cadena montañosa de los
Farallones, que hace parte de la Cordillera Occidental y del denominado Chocó
biogeográfico, una de las zonas del mundo más ricas en naturaleza porque
conecta la costa Pacífica, desde Panamá hasta Perú.
Según el
director de la Colombia Bird Fair, Carlos Mario Wagner, esta ciudad tiene una
gran responsabilidad con el planeta porque tiene más aves que muchos países
europeos y es su deber conservar esa biodiversidad.
“Hacia el
año 2004 el sector del Kilómetro 18 fue declarado zona de gran importancia para
la preservación de las aves por ser un sitio crítico que podría acabar en la
extinción. Hoy en día es un ejemplo y un lugar que todos quieren visitar”,
precisa Wagner a EFE.
En
busca de tesoros
En la
Feria Internacional de la Aves, celebrada del 16 al 19 de febrero, más de 1.500
asistentes madrugaban a las montañas con enormes binoculares, cámaras
fotográficas de alta precisión y trajes camuflados para apreciar los
animalitos.
Turistas
de Estados Unidos, Corea del Sur, Brasil, Alemania, Ecuador, Holanda, Reino
Unido, Suiza y Taiwán, entre otros países, no ocultaban su asombro al ver los
coloridos brincos de colibríes, tucanes, torcazas y pavas que merodean por la
ciudad.
“Tenemos
una responsabilidad enorme con el mundo de crear medios para la preservación de
estos espacios que hoy son una estrategia de desarrollo rural y sostenible”,
añade Wagner.
Gunther
Klonner es de Austria y viajó miles de kilómetros con un solo objetivo:
observar la tángara multicolor, un pajarito de 12 centímetros que es endémico
de Colombia y que a todos los amantes de las aves les encanta apreciar.
“Es mi
primera vez en Colombia y no me arrepiento. Ver esta ave en todo su esplendor
es único y una de mis mejores experiencias a mis 36 años de aventuras”, afirma.
Para
pajarear hay que situarse en la montaña antes que salga el sol, aguardar en
silencio, mimetizarse en el bosque y dejar que la magia natural fluya.
“Colombia
es una maravilla del universo, es un paraíso. Esperé toda la vida para venir a
Cali, conocer sus aves y vivir la pasión que me mueve desde niño en esta zona
donde la naturaleza es hermosa”, señala por su parte el ornitólogo ecuatoriano
Francisco Sornoza.
Mario Baos para EFE
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