Por César Bianchi

“Hola,
César. Recibí tu pedido, pero por el momento
es imposible para mí responder a una entrevista, estoy trabajando con mi
traductora al francés, al sueco y al polaco y completamente agotada. Si todavía te interesa, vuelve a
escribirme dentro de veinte o treinta días y si puedo, te contesto”, escribió
ella desde su auto reclusión en su piso alquilado de Barcelona. Era 2 de enero,
y con el año nuevo, comenzábamos un diálogo cibernético que se extendió por
casi tres meses. En el medio, su salud se fue deteriorando, ella optó por no
salir -prácticamente- de su apartamento (excepto para ir al hospital), pero
nunca dejó de escribir. Y hace un par de semanas envió un nuevo libro a
imprenta.

Dice Néstor Sanguinetti, profesor de Literatura y su amigo personal, que
no debería extrañar que la patria de un escritor sea el lenguaje. O las
palabras, diría yo. Pero lo de Cristina Peri Rossi va mucho más allá. Hizo del
exilio su leit motiv, es -el exilio- el combustible de muchos de sus
textos, y también su inspiración.  Dijo ella misma: «Soy una escritora uruguaya que vive en
Barcelona, escribe en castellano y es, por tanto, una especie de extranjera en
todas partes. Para los españoles, soy barcelonesa, para los barceloneses, soy
uruguaya, y para los uruguayos, soy española». 

Pues, esta escritora de nacionalidad difusa (uruguaya, catalana,
¿española?) y una sola patria, estaba afectada por broncoespasmos cuando el 10
de noviembre de 2021 la llamaron por teléfono para decirle que había ganado el
Premio Cervantes, el galardón más importante de la literatura
hispanoamericana. 

«Creo que fue Vicente Aleixandre quien dijo que
había querido mucho su primera biblioteca, antes del exilio, pero la segunda,
ya no tanto. Me ocurre lo mismo. Como la primera, ninguna. De la primera, podía
recordar cómo había conseguido cada libro, donde lo había comprado, cómo llegó
hasta mí. La segunda, la del exilio, es menos deseada, más aleatoria, como las
réplicas: nunca sustituyen al original de manera suficiente (conste: mi último
libro de poemas publicado se titula “Las replicantes”). Llegué a representar mi
vida igual a la del caracol, con la biblioteca siempre a cuestas, como una
concha. Pero mucho más veloz. Soy intensa y veloz», escribió Peri Rossi.

Es, Peri Rossi (81) una mujer que ha
amado mucho. Se enamoró perdidamente de su madre cuando tenía 4 años, quizás
menos. La quiso proteger de un padre alcohólico y violento. Amó muchas mujeres,
amó escritores, amó libros, amó los libros de la biblioteca de su tío
mencionados en esta nota (Jiménez, Gorki, Camus, Woolf, Cervantes). Fue una
periodista aguerrida, de las que no se callan, fue una escritora que
escandalizó al pacato Uruguay con Evohé, se fue al exilio de España
cuando nacía la dictadura cívico-militar en su país, se fue a París cuando
Franco mandaba en España, volvió a Barcelona y hace unos años dijo que en
Cataluña se vivía una dictadura.

Y no se calló nunca, y no se cayó
nunca, tampoco.

Ganó premios literarios, varios, fue
ignorada en su país de origen hasta que en el dichoso 2021 fue declarada
Ciudadana Ilustre de Montevideo -faltaba más-, y la editorial HUM se propuso
recuperar y reeditar su obra en Uruguay (en 2022 publicò La nave de los
locos
, Desastres íntimos y El libro de mis primos, y la
semana próxima lanzará la novela Solitario de amor). Ahora, la pasional
poetisa está por lanzar en Europa La ronda de la vida («quizás
uno de mis mejores libros», dijo para esta entrevista). 

Estos últimos días, la insuficiencia
cardíaca y respiratoria que arrastra -potenciada desde la llegada del Covid- ha
hecho imposible que Peri Rossi se sienta lo suficientemente cómoda como para
contestar el extenso cuestionario enviado con preguntas sobre su vida, su
trayectoria, el exilio, su obra poética y narrativa, el amor, la pasión y la
felicidad. 

He aquí las preguntas que Peri Rossi
eligió contestar, y otras respuestas inferidas en sus propias palabras, su
refugio, su terruño.

Foto: Lil Castagnet / Editorial HUM

Foto: Lil Castagnet / Editorial HUM

«La poesía no se gana por goles, ni en la bolsa de valores, y no se paga con dinero. Es otra cosa»

¿Cuál es el recuerdo más primitivo que tiene de su
relación con la literatura, con los libros? 

Una edición del libro La hormiguita viajera, de Constancio
Vigil, en cuya tapa había una hormiguita negra, vestida de negro, tan
desorientada como yo.

Me parecía una biblioteca infinita.
Nunca conté los ejemplares, pero estaba completamente dispuesta a leer cada uno
de ellos, sin exclusiones. Con el paso de los años -muchos años- me di cuenta
de que era una buena biblioteca, aunque no tan extensa como yo creí de chica.
Pero para mí, a los doce años, reunía mucho más de lo que yo podía devorar. Por
otro lado, era una biblioteca muy completa: desde Homero al 
Ulises,
de Joyce, no faltaba ninguno de los libros de un buen lector, contemporáneo, y
que no tenía géneros preferidos, aunque yo sabía que a mi tío le gustaba mucho
Juan Ramón Jiménez (con quien yo le encontraba gran parecido físico), y Antonio
Machado. Por otro lado, era la biblioteca de un lector del siglo XX: allí
estaban las novelas de Jean Paul Sartre, de Albert Camus, tanto como la 
Eneida de
Virgilio, 
Una habitación propia de Virginia Woolf, como La
madre, de Gorki, libro que me impresionó muchísimo, y a partir del cual
decidí que yo también sería socialista, como mi tío”
  (La Insumisa,
Estuario, 2020).

Hace unos días vi la película argentina El
Suplente
, y en el comienzo de la misma, el protagonista -un profesor de
Literatura que reemplaza al docente titular- al presentar un libro de poesías,
se pregunta: ¿Para quién escribimos poesía? ¿Quién lee poesía hoy? Le quiero
trasladar esas dos preguntas.

La poesía no se gana por goles, ni en la bolsa de valores, y no se paga
con dinero. Es otra cosa.

¿Y para qué sirve la poesía, el género en el que
usted ha brillado?

Nada sirve, salvo respirar cada día. Es lo único imprescindible. De qué
goza cada cual es asunto propio. 

«Me llaman de una editorial
y me piden que escriba
cinco folios sobre la necesidad de la lectura

No pagan muy bien
¿quién podría pagar bien por un tema así?
pero de todos modos
necesito el dinero

así que enciendo el ordenador y me pongo a pensar
sobre la necesidad de la lectura
pero no se me ocurre nada

(…)
Cuando habían pasado cinco horas yo todavía no había escrito
una sola línea
así que me puse a escribir este poema
Llamé a los de la editorial
y les dije creo que para lo único que sirve
la lectura
es para escribir poemas

no puedo decirles más que eso
entonces me dijeron que un poema no servía,
que necesitaban otra cosa”
 

(Para qué sirve la lectura).

¿Qué la llevó a explorar otros géneros?

La ausencia de límites.

Evohé, su libro de poemas eróticos causó
escándalo en Montevideo, previo al golpe de Estado en el país. ¿A qué lo
atribuye? ¿Tan pacata era la sociedad uruguaya en aquel entonces, o tuvo que
ver con las autoridades de la época?

Sí, era tan pacata tal y como lo es actualmente en gran medida. Ahora
bien, no creo que los generales lean libros, salvo manuales de guerra y, por
supuesto, la Biblia.

El exilio es un tema recurrente en su literatura.
Sin ir más lejos, en la recientemente reeditada La nave de los locos (originalmente
en 1984). El exilio, ¿es un tránsito inherente al ser humano?

A veces basta cambiar de barrio para sentirse exiliado.

«Yo estoy en
España desde hace mucho. El Cervantes me lo han dado dos continentes, América
Latina y Europa, Uruguay y España. Vivo con estos dos amores porque colaboro
con medios de los dos países. No sé cómo lo recibirán esto, pero he trabajado
para los dos sitios. Tengo las dos nacionalidades” (…) «Se habla del
exilio de América Latina, pero ustedes también lo sufrieron con la Guerra
Civil. ¿Saben que en Uruguay, un país siempre pacífico, a los huidos españoles
les recibía un comité de apoyo y se les buscaba casa y trabajo?». 

(En El
Mundo
 de España, noviembre de 2021).

«A los 30 años hice mi primer viaje que fue el
del exilio. Desembarqué en Barcelona, no conocía a nadie, no sabía el nombre de
las calles, ni siquiera mi profesión tenía réplica (profesora de Literatura
Comparada). Pero lo peor es no poder volver, nacer huérfana y sin fecha de
retorno. Solo sé que se vuelve en sueños, o lo que es peor, se vaga por lugares
desconocidos sin conocer la lengua ni las costumbres. Aprendí que los
regresados del exilio también sufren, aunque menos, porque no hay regreso
posible: pasó el tiempo, y la vida es tiempo, no-lugar»
(En Página 12 de Argentina, enero de
2023) 

¿Cómo se enteró, el 10 de noviembre de 2021, que
había sido galardonada con el Premio Cervantes, el mayor reconocimiento a la
literatura hispanoamericana? Quiero decir: ¿qué estaba haciendo un ratito antes?
¿qué cosas hizo ese día, recuerda?

No recuerdo qué estaba haciendo, porque había olvidado qué ese día
tocaba algún otro premio, además de la Lotería Nacional, la Primitiva y el
Bonoloto a los que, además, no había jugado.

«Me dan el Cervantes y yo enferma,
¡córcholis!»
(Peri Rossi a El Mundo)

¿Qué sintió al recibir la noticia?

Alegría. Enseguida pensé que podría pagar el alquiler del piso donde
vivo, los gastos y comer, al mismo tiempo.

Foto: Archivo Editorial HUM

Foto: Archivo Editorial HUM

«Pero lo peor es no poder volver, nacer huérfana y sin fecha de retorno. Solo sé que se vuelve en sueños, o lo que es peor, se vaga por lugares desconocidos sin conocer la lengua ni las costumbres»

Usted misma ha dicho que haber recibido el
Cervantes fue un acto de justicia. ¿Por qué?

Eso ya lo he dicho y no creo haberme equivocado. ¿Por qué? Porque me parece justo, creo que sin enchufes, sin
influencias y haciendo durante más de cuarenta años un periodismo crítico y
comprometido, y estando traducida desde el chino al hebreo, mi obra lo merecía.

Hace 50 años que está radicada en España, a donde
debió exiliarse cuando los años duros. Tiene “dos patrias y dos memorias”, como
ha dicho. Pero, ¿por qué no ha vuelto a su país de origen, Uruguay?

Oficialmente nadie me invitó nunca a volver, ni siquiera se me restituyó
la plaza de profesora de Literatura, obtenida en oposiciones, como se hizo con
el resto de los exiliados.

«Son tiempos difíciles y la extranjeridad es una condición
sospechosa.  El hombre sedentario -el campesino o el hombre de ciudad que
viaja solo ocasionalmente, durante sus vacaciones o por asuntos de
familia-  ignora que la extanjeridad es una condición precaria,
transitiva, pero también intercambiable; por el contrario, tiende a pensar que
algunos hombres SON extranjeros y otros no. Cree que se nace extranjero, no que
se llega a serlo»
 (La nave de los
locos
, 1984).

Foto: Foto de prensa / Editorial HUM

Foto: Foto de prensa / Editorial HUM

«Me parece justo, creo que sin enchufes, sin influencias y haciendo durante más de cuarenta años un periodismo crítico y comprometido, y estando traducida desde el chino al hebreo, mi obra lo merecía»

En 2020 publicó la magnífica novela
autobiográfica La insumisa. La pandemia fue la excusa ideal para
esa catarsis, al parecer. ¿Se desahogó completamente? ¿Nos contó a los lectores
quién es realmente usted?

La literatura no es ni un confesionario ni un diván, aunque muchos y
muchas psicoanalistas lo crean.

¿Cree que la pandemia del Covid-19 vino a
enseñarnos algo? ¿Aprendimos algo?

No creo que una peste sea ni un castigo ni un instrumento de
aprendizaje. Suele ser un negocio de grandes empresas o un descuido de un
laboratorio.

Fue una feminista de la primera ola, cuando no era
nada sencillo serlo. ¿Cómo ve los feminismos de hoy?

En 50 años he visto algunos avances, pero también avances en la
misoginia y en la crueldad de la violencia de género. La biología tiene un
papel más determinante del que se le suele atribuir, y esa no se elige
libremente. 

«Recuerdo que era feminista, sin
saberlo, cuando de niña preguntaba, asombrada, por qué no había directoras de
orquesta, jugadoras de fútbol, ginecólogas, presidentas de gobierno. O cuándo
preguntaba por qué las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio y los
hombres no. O sea, fui un incordio para mi familia. La frase que más recuerdo
de mi infancia es: “dejá de hacer preguntas”. En efecto, el patriarcado era
incuestionable. Después, en las primeras etapas del feminismo, asistí a debates
que me parecían ridículos como si la militancia política debía excluir el
feminismo. En estos años, por suerte, el feminismo no solo ha crecido, es más
activo que nunca y tiene objetivos más concretos. Me alegro de haber vivido
esta etapa».
(En Página
12
, enero de 2023) 

Foto: Lil Castagnet / Editorial HUM

Foto: Lil Castagnet / Editorial HUM

«No creo que una peste sea ni un castigo ni un instrumento de aprendizaje. Suele ser un negocio de grandes empresas o un descuido de un laboratorio»

Esta entrevista se vio demorada, porque estaba
trabajando en un nuevo libro. ¿De qué va a tratar?

Si, estoy escribiendo. Acabo de entregar a la editorial Visor, de
Madrid, mi nuevo libro de poesía, quizás uno de los mejores: La ronda
de la vida
, el editor lo acaba de leer y me ha dicho que le ha gustado
muchísimo y que lo editará enseguida, para el Dia del Libro y que se
distribuirá en todo el ámbito de la lengua.

Aunque pueda parecer obvia la pregunta: ¿Cuál es su
vocación?

Es obvia.

Soñaba con una máquina de
escribir. Entonces, eran muy caras, un objeto de oficina, de tienda o de
despacho, no de uso personal. Grandes, negras, pesadas, de hierro, ocupaban
mucho espacio y eran difíciles de mover. Sin embargo, las teclas redondas y
opulentas, con el dibujo de la letra en el centro, me parecían las de un piano.
Como el piano, producían sonidos, como el piano, había que oprimirlas con los
dedos, y como el piano, con las máquinas de escribir podía crearse un texto,
algo que no existía antes, como no existía el Nocturno N°2 de Chopin, antes de
que él lo compusiera” 
 

(La Insumisa).

«Mi casa es la escritura
casa de cien puertas y ventanas
que se cierran y se abren alternadamente
cuando pierdo una llave, encuentro otra
cuando se cierra una ventana, violo una puerta.


Al fin
puta piadosa
como todas las putas
la escritura se abre de piernas
me acoge me recibe
me arropa me envuelve
me seduce me protege
madre omnipresente»

 (“Mi casa es la escritura”)

¿Qué ha sido el amor para usted? ¿Qué ha
significado en su vida?

«Ella entra al box número 7
me mira me mima me besa me abraza
me protege me mira me besa me abraza
‘Saldremos de ésta’, dice, sonriendo con certeza
y convicción.
Me gusta el plural.
Hemos hecho muchas cosas juntas.
Hemos viajado compartido techo compartido
desahucios compartido pleitos
nos hemos amado peleado hasta morir nos hemos
reconciliado nos hemos separado vuelto a juntar
Solo no hacemos el amor juntas
que es lo menos importante.
Lo importante es que está a mi lado y me mira
me mima me besa me abraza me protege espanta
a la muerte y usa el plural,
ese que tú nunca usaste ni una sola vez,
a pesar de que hacíamos el amor como las diosas»

(«La Ángela de la
Guarda»)

¿Tuvo muchos “amores equivocados”?

Ninguno
de los relatos de ese libro (Los amores
equivocados
, 2015) es autobiográfico, aunque puede haber detalles o
episodios que lo sean. 

«No podía dejar de amarla
porque el olvido no existe
y la memoria es modificación, de manera que sin querer
amaba las distintas formas bajo las cuales ella aparecía
en sucesivas transformaciones y tenía nostalgia de todos (los lugares
en los cuales jamás habíamos estado, y la deseaba en los (parques
donde nunca la deseé y moría de reminiscencias por las (cosas
que ya no conoceríamos y eran tan violentas e inolvidables
como las pocas cosas que habíamos conocido»

(«Reminiscencia»)

 ¿Por qué sigue
escribiendo?

Sigo
escribiendo porque me gusta, y si no puedo escribir, mi visión de la vida es
literaria, o sea, hipersensible, imaginativa y creativa de todos modos.

¿Es feliz?

La
felicidad es discontinua, individual y sería completamente egoísta sentirme
feliz mientras tantos seres humanos pasan miseria, sufren guerras, tantas
mujeres son violadas y tantos niños mueren por hambrunas o guerras. Pese a eso,
soy feliz cuando escucho un concierto de Keith Jarrett, contemplo un atardecer
frente al mar  o alguien me abraza con afecto. La ternura es
imprescindible para mi felicidad.

Foto: Glauco Capozzolli / Editorial HUM

Foto: Glauco Capozzolli / Editorial HUM

«Sigo escribiendo porque me gusta, y si no puedo escribir, mi visión de la vida es literaria, o sea, hipersensible, imaginativa y creativa de todos modos»

 «Todavía amo escribir.
A pesar de la espalda muy dolorida (una escoliosis desmesurada, tres vértebras
y el sacro rotos: dos accidentes en pocos años) y de que quizás, si no se
publicara un solo libro más en el mundo, la cultura no perdería mucho. La
misión acaba solo con la muerte, igual que el placer. Y de estas dos cosas se
trata. He llegado a los setenta y cuatro años sin suicidarme (aunque no lo haya
deseado y pensado algunas veces, pero qué ser humano no lo ha hecho) a pesar de
escribir muchos libros (algunos publicados, otros no) y creo que después de los
sesenta y cinco años, el suicidio es eutanasia, de modo que le demostré a mi
tío que a veces las mujeres escriben, y a pesar de eso, no se suicidan».
 

(«Detente, instante, eres
tan bello»)

Hoy Peri Rossi tiene 81 años,
sigue sin haberse suicidado, sigue escribiendo y publicando. Esa es su patria,
claro: la escritura.


Por César Bianchi





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