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“Sigo sin caer. La sensación es la
misma que cuando ganamos la Liga Sudamericana. Un entrenador se siente completo
cuando da todo de sí y a su equipo lo exprime al máximo, independientemente del
plantel que tenga”, dijo Álvaro Ponce, entrenador de Nacional, un par de horas
después de ganar la Liga Uruguaya de básquetbol ante Aguada.
“Es verdad que este año, por
nombres y presupuesto, no éramos ni el primer ni el segundo favorito, y no
recuerdo una Liga que no la haya ganado el primer o segundo favorito antes de
empezar. Eso es lo que más satisfecho me deja: haber sacado jugo de un plantel
que se exprimió al máximo”, contó al programa Último cuarto de Sport
890.
Consultado por el momento más duro
de la serie final al mejor de siete partidos, que lo tuvo 3-1 abajo hace una
semana, sorprendió al decir que fue después de perder el segundo juego, cuando
quedaron 1-1, por la “confirmación de la lesión de James Feldeine y habiendo
jugado muy mal sin él”. “Tenía una calentura bárbara”, recordó.
“Habíamos ganado el primer partido
bien y pensaba: ¿ahora qué hacemos? Era el mejor jugador que teníamos por cómo
fluíamos en ataque, por cómo ejecutaba y porque creaba ventajas”, agregó sobre
el escolta dominicano, pero destacó la llegada en su lugar de Michael Smith,
quien había sido parte del equipo en la pasada temporada.
Con un sello propio
“Al final se termina haciendo
justicia en cuanto a que fuimos el mejor equipo de la temporada con una
identidad de juego definida, que eso para un entrenador es fundamental. No
inventamos nada, pero al menos en Uruguay innovamos por presionar en toda la
cancha y defender como se defiende en el exterior, con mucho físico”, remarcó
Ponce.
“En ataque jugamos por conceptos
la mayor parte del tiempo. Fue un sello que el equipo adoptó y confió. Si los
jugadores no te creen, no hay forma de inculcarlo. Si da resultado, lo adoptan.
Como entrenador es lo que más feliz me deja: haber implementado un sistema,
tanto defensivo como ofensivo, y que haya funcionado en un equipo sin figuras
rutilantes”, valoró.
Ponderó la defensa de sus
dirigidos para remontar 20 tantos en la sexta final y para ganar la séptima, en
la que bajó a Aguada a 77 unidades. “En el primer tiempo ellos iban 33 puntos y
en el entretiempo hablamos que si los dejábamos en 70 lo ganábamos. Era la
clave, al igual que en la Sudamericana, que la ganamos defendiendo”, indicó.
Un festejo especial y el
destaque para Aguada
Ponce, quien llegó a Nacional en
diciembre de 2022 tras la salida de Gonzalo Fernández, perdió la final en esa
primera temporada al frente del equipo tricolor ante Hebraica y Macabi, y en la
segunda cayó con Aguada en semifinales.
“Hace dos años perdí la final
contra Macabi y tengo una imagen que no se me borra: fui al banco de Macabi a
saludar y cuando volví al mío no había nadie. Estaba mi hija sola, con seis
años, llorando desconsoladamente. La abracé y me dije: ‘Le voy a deber esto’.
Me llevó dos años y por suerte esta vez lloró de la emoción”, contó.
Por último, destacó a su rival de turno.
“Felicito a Aguada, que es un señor equipo y enalteció este logro porque nos
obligó a sacar lo mejor de nosotros. Su gente nos dejó festejar y no hubo
ningún problema. Santiago Vidal nos vino a saludar en el momento que estábamos
con la copa. Esos son los gestos que valen la pena y hacen bien al deporte”,
concluyó.
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