La camiseta de la selección brasileña de fútbol, la tradicional «amarelinha», asociada en los últimos años a la extrema derecha, se juega su futuro en el actual Mundial de Catar: el campeonato es una oportunidad de oro para que todos en Brasil vuelvan a sentirla como propia.
El vínculo entre la camiseta de la selección y la derecha se remonta a los prolegómenos del Mundial de fútbol que el gigante sudamericano organizó en 2014; entones, las protestas contra la entonces presidenta Dilma Rousseff (2011-2016) ya tuvieron en esta prenda uno de sus símbolos centrales, algo que fue a más en las masivas manifestaciones pro-impeachment.

La apropiación de la camiseta de la selección por parte de los movimientos conservadores se consolidó durante el gobierno de Jair Bolsonaro, que hizo del uso de los símbolos nacionales (colores verde y amarillo, bandera, himno) un buque insignia de su estrategia política. En pocos años se logró la proeza de que muchos brasileños asociaran a alguien vestido con la camiseta de la selección con una simpatía por el líder ultraderechista o directamente con el fascismo.

El recelo se nota a pie de calle: en el centro de Río, en la región de bazares conocida como Saara, cientos de personas se arremolinan estos días en busca de ropa y accesorios para seguir los partidos de la «canarinha», y algunos aún tienen dudas: «Me voy a poner una camiseta amarilla por primera vez en mucho tiempo, espero que nadie me confunda», dice a la Agencia Sputnik, Carlos Sampaio, un ingeniero de 38 años temeroso de ser confundido con un «bolsominion».

Esa palabra, con que la izquierda define de forma despectiva a los simpatizantes de Bolsonaro, está estampada en una de las camisetas «alternativas» de la selección que comercializan marcas como Produtinhos Caju: «Esto no es una camiseta de «bolsominion», se puede leer en la espalda de una de sus prendas más vendidas.

Ante el recelo a usar los colores más asociados con la derecha, el verde y el amarillo, algunos optan por la camiseta azul, que la selección usa como segunda opción: «Es todo muy reciente, realmente aún no me siento preparada para ponerme la «verdeamarela», vamos poco a poco, de momento la azul es más discreta», bromeaba Janaína Medeiros, enfermera.

LULA IMPLICADO

Para los más militantes también se pueden ver camisetas con el rostro del presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva, o con la estrella del Partido de los Trabajadores (PT), aunque muchos analistas confían en que el Mundial ayude a reconciliar a esa mitad de Brasil con su camiseta oficial. De momento, Lula parece que quiere esforzarse en que así sea.

«El Mundial empieza dentro de poco y no tenemos que tener vergüenza de vestir la camiseta verde y amarilla; la camiseta no es un partido político, es del pueblo brasileño. Vais a verme usando la camiseta, solo que la mía tendrá el número 13 (el número con que los electores identifican al PT)», decía el dirigente izquierdista recientemente en sus redes sociales.

La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) también entiende que hay que recuperar el símbolo de todo el país, y hace poco lanzó una campaña de publicidad en televisión en que el cantante Lulu Santos (abiertamente progresista en sus opiniones políticas) canta una canción que dice «ella me sienta bien, me sienta tan bien, que yo también quiero hacer eso por ella».

«Es para mostrar que todos pueden sentirse bien con la camiseta de la selección», afirmó el presidente de la CBF, Ednaldo Rodrigues, en rueda de prensa. Varias de las empresas patrocina-doras también lanzaron campañas incentivando el uso de la camiseta de la selección.

Las casas, bares y calles de todo el país mostrarán en las próximas semanas si la selección es capaz de hacer que los brasileños olviden sus diferencias políticas y vuelvan a vestir la amarelinha orgullosos y sin miedo.
(Sputnik)



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