La creatividad de los delincuentes no tiene límites a la hora de urdir engaños para despojar de dinero a sus víctimas. Así lo demuestran las modalidades dolosas surgidas en los últimos años, como el “cuento de los billetes” o los falsos secuestros. Por lo general, los maleantes eligen a
adultos mayores solos, y despliegan para sus fines dotes actorales dignos de un premio Florencio.
Esta semana, el departamento de Tacuarembó fue escenario para dos funciones de otra de esta variante de fraude: el cuento del abogado.
Según informara el comunicador Marcos Pereira, de Radio Tacuarembó, el primer caso fue denunciado por una mujer de 69 años.
En su declaración, dijo que recibió una llamada de un hombre que se identificó como abogado y le informó que su sobrino había protagonizado un grave accidente de tránsito. En concreto, había chocado una ambulancia en la que trasladaban a una embarazada, quien —según el relato del
estafador— habría perdido el embarazo y se encontraba en coma.
Tras esa introducción, llegó la hora de la verdadera ficción: el falso abogado le pasó el teléfono a otra persona que fingió ser el sobrino en cuestión que, en un tono desesperado, imploró ayuda.
El falso abogado exigió 5.000 dólares para “solucionar el problema” y evitar que el sobrino fuera encarcelado. La mujer respondió que no contaba con esa suma, por lo que le solicitaron al menos la mitad. A partir de allí comenzó a reunir dinero y tramitó un préstamo por 80.000 pesos,
completando un total de 280.000 pesos. El monto fue depositado en una cuenta Mi
Dinero a nombre de un hombre de 28 años.
Tras el envío del dinero, los estafadores continuaron presionando a la víctima para que solicitara nuevos préstamos. Ante las insistencias, la mujer sospechó y decidió comunicarse con familiares de su sobrino, quienes confirmaron que todos se encontraban bien. En ese momento comprendió que había
sido engañada.
El segundo caso fue denunciado días más tarde por una mujer de 73 años, y su argumento es casi un calco del anterior.
La denunciante relató que, alrededor de la hora 13:00, recibió una llamada en su teléfono fijo. Un hombre le pidió que aguardara porque su hija necesitaba hablarle. Luego, una mujer —imitando la voz de su hija— le dijo entre llantos que había tenido un accidente de tránsito y que se
encontraba detenida.
Acto seguido, un supuesto abogado tomó la comunicación. Afirmó que la hija de la denunciante estaba “en buenas manos” y que habían llegado a un acuerdo con la familia de la persona presuntamente atropellada. Para evitar que la mujer fuera enviada a prisión, exigió el depósito de 10.000
dólares, a realizar en dos giros a través de una red de cobranza, cada uno a
nombre de personas distintas.
Durante todo el procedimiento, el presunto abogado permaneció en línea desde un número desconocido, brindando instrucciones y advirtiendo a la víctima que no debía comunicarse con nadie porque “el trámite podría demorarse”. La desesperada madre realizó los dos depósitos en diferentes
locales de cobranza, en los horarios indicados.
Tras completar los giros, fue enviada a esperar a una plaza, donde recibió un nuevo pedido: debía entregar 30.000 dólares adicionales, dado que la persona atropellada supuestamente había fallecido. Presionada, la mujer accedió verbalmente, pero decidió cruzar hasta la oficina donde trabajaba su
hijo para pedir ayuda. Este comprobó inmediatamente que su hermana estaba en perfecto estado.
El hijo de la víctima tomó entonces el teléfono y confrontó al timador, quien de inmediato cortó la comunicación. La familia intentó detener las transferencias, pero les informaron que ya no era posible revertirlas. Posteriormente se presentaron en la Seccional Primera para radicar
la denuncia.
La víctima señaló que no utiliza redes sociales, que los números de origen no quedaron registrados y que el dinero entregado correspondía a sus ahorros.