Uruguay, país que destaca en la región por su laicidad y ser el que más proteína vacuna consume per cápita, vive cada viernes Santo una excepción marcada. Pese a la separación entre Iglesia y Estado, más de la mitad de la población decide no comer carne ese día. Y aunque solo una parte lo hace por religión, la tradición sigue vigente incluso entre los ateos.
Según una encuesta de opinión pública realizada por El Observador, la Universidad de la República (Udelar) y el docente de Estadística Juan Pablo Ferreira, un 26,6% de los uruguayos se abstiene de comer carne por razones religiosas, mientras que otro 23,9% lo hace por costumbre, sin vinculación explícita con la fe.
Entre quienes se identifican como católicos —aproximadamente cuatro de cada diez encuestados—, más de la mitad evita consumir carne el viernes Santo como práctica de fe. Pero incluso en ese grupo, una cuarta parte lo hace solo por tradición, sin apego doctrinal.
También entre los ateos o creyentes sin religión, los resultados revelan un fenómeno particular: un número considerable de personas decide no comer carne por una cuestión cultural o de herencia familiar, aunque no adhieran a motivos religiosos.
En el interior del país, donde la religiosidad y la fuerza de la costumbre parecen tener mayor arraigo, el porcentaje de personas que optan por abstenerse de la carne asciende aún más. Al mismo tiempo, se reduce allí la proporción de veganos y vegetarianos, más concentrados en Montevideo, donde son más comunes las prácticas vinculadas a tendencias internacionales.
El comportamiento también varía por género y edad. Las mujeres declaran en mayor proporción que los hombres no consumir carne en viernes Santo, mientras que el consumo de carne aumenta cuanto más joven es el encuestado.