Google firmó el pasado 15 de julio un contrato récord de energía hidroeléctrica con Brookfield Asset Management por 3.000 millones de dólares, lo que le permitirá acceder a hasta 3 gigavatios de potencia renovable durante los próximos 20 años. El acuerdo, que abarca inicialmente dos plantas en Pensilvania, es el mayor pacto corporativo de energía limpia del mundo en esta modalidad.
La explosión del uso de inteligencia artificial ha llevado a Google y otras grandes tecnológicas a un consumo energético sin precedentes. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (IEA), para 2030 Estados Unidos podría gastar más electricidad en centros de datos que en producir aluminio, acero, cemento y productos químicos combinados. Aunque algunos estudios advierten que estas proyecciones podrían estar sobreestimadas, la urgencia es real.
Holtwood y Safe Harbor, dos instalaciones hidroeléctricas adquiridas por Brookfield entre 2014 y 2015, serán las primeras en alimentar los servidores de Google, proporcionando 670 megavatios en una fase inicial. El contrato contempla una ampliación progresiva de hasta 3.000 megavatios. En paralelo, la empresa invertirá 25.000 millones de dólares en centros de datos en Pensilvania y otros estados cercanos.
A diferencia de la energía eólica o solar, la hidroeléctrica se considera una fuente “firme”, es decir, capaz de garantizar suministro continuo sin depender del clima o del momento del día. Esa estabilidad es hoy un activo estratégico. Además, los créditos fiscales para proyectos hidroeléctricos fueron extendidos hasta 2036 por la administración de Donald Trump, lo que incentiva este tipo de inversiones. Los incentivos a otras renovables, en cambio, vencerán en 2027 si no se activan antes.
Google no es la única gigante tecnológica reconfigurando su matriz energética. En junio, Meta firmó un acuerdo para abastecerse durante 20 años de una planta nuclear en Illinois, mientras Microsoft, Amazon y otras compañías también buscan asegurarse fuentes limpias y estables. Estas compras directas de energía se han convertido en una forma de financiar nueva infraestructura, al tiempo que reducen presión sobre los sistemas eléctricos locales.
El plan de Google no termina en Pensilvania. La compañía quiere replicar el modelo en otras regiones del Atlántico medio y del medio oeste estadounidense. En el último año también ha cerrado acuerdos para incorporar energía geotérmica sin carbono y nuclear avanzada a su red, y colabora con el mayor operador de red eléctrica del país para aplicar inteligencia artificial al proceso de conexión de nuevas fuentes de energía.
El crecimiento imparable de la IA está forzando a las tecnológicas a replantear su relación con el sistema eléctrico. Las promesas de automatización, personalización y eficiencia que ofrece esta tecnología dependen de algo mucho más básico: tener suficiente energía para funcionar sin interrupciones. Para eso, las empresas están dispuestas a pagar lo que sea necesario.