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Noticias Nacionales

la historia de Bruna Machado

todaydiciembre 24, 2025

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Bruna Machado, una muje oriunda de Rivera, se recibió como abogada en la Universidad de la República (Udelar) el pasado viernes. El título marca un antes y un después en su vida y en la de su familia: es la primera universitaria, en una historia atravesada por el trabajo, los prejuicios y la persistencia.

Bruna nació y creció en Rivera, en una familia humilde. Su padre, Robert Agustín Machado Escobar, es carnicero de oficio; su madre, Claudia Mariela Freitas Amí, trabajó durante años como empleada doméstica. A lo largo del tiempo también se dedicaron al reciclaje y a “changas” para sostener el hogar. En ese contexto, el sueño de estudiar Derecho no siempre fue bien recibido.

Acá en el barrio se reían porque decían que un hijo de un pobre llegara a la facultad era algo imposible”, contó su padre, en referencia a los comentarios que escuchaban cuando Bruna decía que quería ser abogada. Según relató, no solo eran niños, sino también adultos quienes ponían en duda que pudiera estudiar en la universidad.

Desde chica, Bruna tuvo su profesión clara. Ese deseo convivió con episodios de discriminación racial durante la escuela y el liceo, situaciones que recién de adulta pudo identificar con claridad. A eso se sumaron problemas de salud en la infancia, cuando comenzó a sufrir convulsiones, y un entorno que muchas veces intentó bajar sus expectativas.

Al terminar el liceo, la posibilidad de estudiar en Montevideo parecía lejana. Bruna trabajaba como niñera en Rivera y pensaba quedarse en el departamento para estudiar magisterio, ante la falta de recursos económicos para mudarse. El punto de quiebre llegó gracias a su madrina, que la impulsó a intentar cumplir su sueño y gestionó una entrevista para acceder a una beca en el Hogar de Rivera, una residencia estudiantil en la capital.

Bruna no sabía siquiera que existía ese hogar. Con una materia pendiente del liceo y sin experiencia viviendo fuera de Rivera, apostó igual. Salvó el examen en febrero, consiguió el lugar y viajó sola a Montevideo. Su madrina le dibujó un mapa con los ómnibus y las calles. “Cuando bajé y vi el mar por primera vez, fue una emoción enorme”, recordó.

Los primeros años en la Facultad de Derecho fueron de adaptación constante. El cambio cultural y el idioma jugaron en contra, ya que Bruna hablaba portuñol y muchas veces no lograba expresar por escrito lo que sabía. “Entendía los temas y participaba en clase, pero después no podía demostrarlo en los parciales”, explicó.

Esa dificultad le costó exámenes y retrasos en la carrera, hasta que algunos docentes identificaron la situación. Uno de ellos fue el doctor Larrañaga, que decidió evaluarla de forma oral. “Me dijo que el problema no era el conocimiento, sino el idioma”, contó Bruna. Con el acompañamiento de docentes como Natalia Buono, fue mejorando su español escrito y pudo rendir también evaluaciones tradicionales.

Mientras estudiaba, tuvo que trabajar para mantenerse en Montevideo. Pasó por un call center y luego por un pequeño comercio, con jornadas extensas que muchas veces le impedían asistir a clase. “Había días en los que no podía ir porque tenía que quedarme trabajando. No tenía opción”, relató. Ese doble esfuerzo extendió el trayecto universitario, pero no la alejó del objetivo.

El sostén no fue solo económico. A lo largo de la carrera contó con el apoyo de docentes, referentes de Rivera, amistades y personas que la ayudaron en distintos momentos para poder continuar. También fue clave la amistad con Karen Cruz, a quien conoció en la residencia estudiantil y que la acompañó durante años en Montevideo, primero en hogares y luego compartiendo vivienda.

A diferencia de su experiencia escolar, Bruna asegura que no vivió situaciones de discriminación en la facultad. “Es un ambiente más diverso, con estudiantes de distintas realidades”, explicó. Hoy, con el título en la mano, piensa ejercer la abogacía general y seguir formándose.

Para sus padres, el logro excede lo individual. “Es una señal para muchas familias del interior que creen en la educación como herramienta de cambio”, dijo Robert. Después de años de trabajo y de reinventarse ante la falta de empleo estable, ver a su hija recibida representa, aseguran, la confirmación de que el esfuerzo valió la pena.

La historia de Bruna Machado se construyó a contramano de lo que escuchó durante años en su entorno, con educación pública, redes de apoyo y una convicción que se sostuvo incluso cuando le decían que no iba a llegar.





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Escrito por hiperactivafm


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