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Noticias Nacionales

la historia de Gonzalo Varela

todaydiciembre 28, 2025

Fondo



Por Felipe Capó
  [email protected]

Gonzalo Varela pasa buena parte de sus días entre salones, cursos y coordinaciones académicas. Da clase en la Facultad de Artes, en la Udelar, trabaja también en UTEC y, cuando termina la jornada universitaria, cambia el chip: abre sesiones, revisa implementaciones y afina detalles de sonido que terminarán en un videojuego publicado para audiencias de distintos países.

En su caso, la docencia y la industria no son dos mundos separados. Gonzalo Varela es compositor y diseñador sonoro en videojuegos, y sostiene que esa mezcla —entre lo académico y lo aplicado— le ordena la cabeza y lo obliga a seguir aprendiendo. “Siempre me gustó crear”, resumió, al contar a Montevideo Portal por qué la composición lo atrapó más que la lógica del concierto tradicional.

Su vínculo con la música empezó relativamente tarde. A los 16 años, con la llegada de la banda ancha, accedió a música que antes no podía escuchar y se obsesionó con guitarristas. Practicó todo lo que pudo y, con apoyo familiar, compró su primera guitarra. En 2011 ingresó a la entonces Escuela Universitaria de Música, hoy Facultad de Artes, y se anotó en dos carreras en paralelo: guitarra y composición.

Con el paso del tiempo aparecieron trabajos fuera del formato tradicional. Teatro, proyectos audiovisuales y videojuegos. Ese cruce fue clave: cada encargo exigía lenguajes distintos, aprendizaje constante y colaboración con perfiles creativos diversos. Ahí encontró una forma de trabajo que todavía lo motiva.

Los videojuegos, de todos modos, estaban desde la infancia. Consolas de Nintendo, horas frente a Super Metroid y RPG como Dragon Quest, Final Fantasy o Chrono Trigger. En ese momento, sin embargo, no existía la idea de dedicarse a eso. Era algo lejano, casi inalcanzable. Con el tiempo, internet y la democratización de las herramientas de desarrollo cambiaron ese panorama.

Tras recibirse como compositor en 2016, obtuvo una beca Fulbright que lo llevó a Estados Unidos para cursar una maestría en música para películas y videojuegos, un campo que no encontraba como posgrado en la región. Entre 2018 y 2020 estudió en Columbia College Chicago, en una etapa de formación intensiva, con foco en la práctica profesional.

Su primera experiencia concreta en videojuegos había llegado incluso antes, por una vía poco habitual: contactar desarrolladores que no conocía para ofrecer su trabajo. De ahí surgió el vínculo con Sebastián García y, más adelante, Fight’N Rage, uno de los proyectos que marcaron su recorrido.

Para Varela, componer para videojuegos implica asumir reglas distintas. El trabajo es colaborativo y está al servicio de una idea mayor. Además, el medio no es lineal: no se puede prever exactamente qué va a pasar en la experiencia del jugador. Ahí aparece un área que le interesa especialmente, la implementación de audio y la música adaptativa, sistemas que permiten que una pieza se transforme según la acción, sin cortes evidentes.

Ese enfoque también atraviesa su tarea docente. En la Facultad de Artes ocupa dos cargos: uno como profesor en una unidad vinculada a tecnologías de la información, en articulación con la Facultad de Información y Comunicación, y otro como asistente académico del decano. A eso se suma su trabajo en UTEC, dentro de la licenciatura en jazz y música creativa de Mercedes. Sus cursos giran en torno a la relación entre sonido, imagen y medios interactivos.

En el aula, el interés es alto. Cuando dictó por primera vez un curso de música para videojuegos en educación permanente se inscribieron 69 personas, una cifra significativa para la escala habitual de la facultad. Aun así, marca un límite: este tipo de contenidos rinde mejor cuando hay una base previa sólida en composición.

En paralelo, su carrera profesional se desarrolló sobre todo en el circuito independiente. Desde 2015 su música apareció en distintos títulos, entre ellos Fight’N Rage, Neon Inferno, una participación como invitado en una edición especial de Everhood y un proyecto uruguayo en desarrollo, Piriápolis VR. Ese entorno le dio mayor control sobre los derechos de la música, incluida la posibilidad de publicar bandas sonoras.

En Neon Inferno llegó al equipo por su trabajo previo. El proyecto buscaba una banda sonora con impronta rockera y terminó ampliando su rol: además de componer, se encargó del diseño sonoro y de la implementación de audio. Fue el mayor desafío del proceso, con años de ajustes finos, desde efectos de armas hasta transiciones musicales.

El juego se lanzó el 20 de noviembre y, en pocas semanas, obtuvo premios en Argentina y Uruguay. Varela estuvo presente tanto en la Exposición de Videojuegos Argentina como en Level Uy, donde el título fue reconocido como mejor juego internacional. Representó a un equipo integrado por unas diez personas distribuidas en distintos países.

A futuro, apunta a seguir explorando caminos distintos. Le interesa trabajar en proyectos con estéticas más modernas y también volver a un género que lo marcó desde chico: los metroidvania, juegos de exploración prolongada y mundos pensados para la inmersión.

Varela también se detiene en cómo cambió —y sigue cambiando— la percepción social de la música para videojuegos. Para él, el reconocimiento no pasa solo por escuchar una banda sonora “aislada”, sino por entenderla como parte de una obra mayor. “Muchas veces es un error juzgar la música de un juego solo por cómo suena por sí misma”, plantea, y compara ese enfoque con evaluar una actuación sin tener en cuenta la película en la que está inserta.

En ese proceso, sostiene, pesa una cuestión generacional. A medida que quienes crecieron jugando videojuegos empiezan a ocupar lugares de decisión y de poder, el medio gana legitimidad en ámbitos que antes lo miraban de costado. “Hoy hay cursos universitarios sobre historia del audio en videojuegos, orquestas que tocan esta música y conciertos que se llenan”, señala, algo que décadas atrás hubiera parecido impensable dentro de instituciones académicas o culturales.

Desde su mirada, el cambio ya está en marcha. La música para videojuegos no solo empieza a ser reconocida por su valor artístico, sino también por su función narrativa y expresiva dentro de la experiencia. “La música está al servicio de algo más grande”, resume, y es ahí donde encuentra sentido tanto a su trabajo creativo como a su tarea docente.


Por Felipe Capó
  [email protected]





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Escrito por hiperactivafm


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