Por José Luis Calvete
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Si bien
el básquetbol es un deporte colectivo por naturaleza, Josefina Rivera brilló
con luz propia en 2025. A sus 26 años, fue distinguida con el Premio Charrúa a
la mejor jugadora y, pocos días después, la eligieron MVP de las finales que su
equipo, Defensor Sporting, le ganó a Malvín. Ese logro significó el cuarto
título de una carrera más corta que la de sus compañeras, dado que empezó a los
18 y sin imaginar todo lo que sucedería después.
Su
primer vínculo con el deporte federado se dio a través del hockey. Desde los
seis años jugaba en Carrasco Polo y su colegio, Santa Rita. Integró procesos de
selecciones y se destacaba, pero una desgracia marcó su vida y la fue guiando
hacia el camino del abandono. Cuando tenía 13 años, su padre asesinó a su madre,
lo que trastocó por completo el escenario familiar. El deporte no estuvo ajeno,
dentro de un contexto de cambios demasiado abruptos.
“Mi
mamá fue víctima de femicidio, entonces no estaban más ni mi mamá ni mi papá en
mi vida. Mis hermanos y yo éramos menores de edad y nadie tenía la potestad
sobre nosotros. Si quería irme de viaje con la selección de hockey, alguien tenía
que darme el permiso”, contó a Montevideo Portal. El deseo de salir adelante de
una adolescente que encontró en el deporte “un escape” ante un episodio traumático,
no pudo saltar la barrera burocrática que la misma situación imponía. Entre trámites,
jueces y un torneo que se perdió en Argentina por no poder viajar, la
desmotivación le ganó al entusiasmo.
Aquel
abandono dio paso a un nuevo inicio. “Hoy en día lo pienso y es la mejor
decisión que tomé, porque si no, nunca hubiera arrancado a jugar al básquetbol”,
reconoció Josefina, quien más allá de un vínculo familiar y de amistades de la adolescencia, nunca había
formado parte de un equipo de básquet. A los 18 años se animó a dar los
primeros piques invitada por su madrina, que era parte de la Unión de Veteranos
de Básquetbol del Uruguay. En ese contexto, ante jugadoras más longevas y
retiradas, “era rápida” y sintió que “iba a andar volando”. Luego, cuando
recaló en Defensor Sporting con chicas de su edad, se dio cuenta que había
demasiado para mejorar porque “era horrible”, pero encontró el apoyo de los
entrenadores y de un club que fomentó su desarrollo.
“Jugué
un año de formativas que ni siquiera era el mío, porque por edad estaba pasada.
Pero a solicitud de Defensor Sporting, que quería ayudarme a agarrar un poco de
básquetbol a nivel formativo, se autorizó que cada equipo tuviera una jugadora
que fuera un año más grande, siempre y cuando esa jugadora no jugara en primera.
La parte colectiva la tenía; eso de entrenar y convivir mucho con un equipo,
que a veces no es fácil si venís de un deporte individual. En cuanto al juego,
me faltaba de todo”, reconoció.
Sus 180
centímetros de estatura la hicieron suplir falencias técnicas que, con el
trabajo y el esfuerzo, fue disimulando primero y eliminando después. Con 20
años promediaba 27 minutos en cancha, a los 21 conquistó su primer título y a
los 26 ya tiene cuatro. En el medio, ganó la medalla de bronce con la selección
en los Juegos Odesur de 2022, jugó la temporada 2023 en Aguada, donde fue
subcampeona, y volvió a Defensor Sporting. En su retorno conquistó las ligas de
2024 y 2025 con un protagonismo que fue en aumento, tal como lo reflejan los
promedios de puntos y porcentaje de acierto en triples.

Foto: @dscfemeninoo
“Yo, en
realidad, no tiraba mucho. No me animaba a tomar algunos tiros. Es decir, nunca
iba a embocar si no empezaba a tirar. El año pasado tiré un poquito más porque
jugué bastante tiempo de cuatro, hasta que hubo un cambio de ficha extranjera.
Se fue la brasileña que jugaba de cinco y vino Javiera [Campos], la chilena, que
es base. Tuve que jugar de cinco, y si bien los cinco pueden abrirse y tirar,
no podés tomar la cantidad de tiros que tomás en otra posición. La mayoría de
veces tenés que hacer pick and roll. Podés hacer pick and pop un par de veces,
pero las menos”, explicó.
“Este
año tuve más protagonismo. Mi amiga Lucía [Schiavo], una de las referentes del
equipo, se fue de viaje de arquitectura y el equipo cambió bastante, entonces
me propuse asumir un poquito más. También era difícil que las extranjeras
repitieran, entonces el equipo iba a cambiar mucho por ese lado y porque iban a
venir nuevas compañeras y bastante jóvenes. Creo que se necesitaba más de mí
que otros años y por suerte las cosas salieron bien”, resumió Josefina, quien se
tomó el básquetbol con un compromiso cada vez mayor, consiguiendo mejores
contratos, pero todavía lejos del profesionalismo de la rama masculina.

Foto: @LfbUruguay
“Siempre
fui de entrenar un montón y traté de hacerlo extra porque al haber empezado más
tarde en el básquet, ??me faltan cosas que las demás tienen desde chicas. Yo
seguí haciendo lo que hago siempre, pero quise entrenar más y de una forma más
constante. Es decir; todas las semanas sumar sesiones extra de entrenamiento porque
no alcanza solo con lo que trabajás con el equipo”, contó Josefina, quien nunca
había superado el 23,5% en triples y este año promedió 40,8% sobre tres
lanzamientos por encuentro.
El
trabajo invisible: ganas, organización y esfuerzo
Hoy,
junto a su entrenador Fabián Boscardín, ya se mueve pensando en el año que
viene y está desarrollando “recursos de jugadora perimetral”, a los efectos de
ampliar su repertorio y poder “atacar más de frente”. “Con el tiro hay que
seguir, porque yo siempre tiré a pie firme tras descargas. Hay otras
situaciones de tiro que no las tengo. El lanzamiento desde cortinas indirectas
a ese nivel de velocidad, todavía me falta”, reconoce Josefina, quien también
sabe que es necesario evolucionar en ese aspecto para competir internacionalmente,
dadas las diferencias de estatura que ya le tocó sufrir con la selección.
“No me
siento tan bien cuando me toca ver que las bases de los otros equipos, por
ejemplo de Brasil o Argentina, miden casi lo mismo que yo, que soy interna. Es
un poco desmotivador saber que no voy a tener ventaja ni en el ataque ni en la
defensa enfrentando jugadoras que miden 10 centímetros más que yo, o más. Y son
fuertes, rápidas, y tienen todos los recursos”, manifestó, marcando el contraste
con lo que ocurre a nivel local, donde se está en la búsqueda de desarrollar
jugadoras altas, todavía sin tanta riqueza técnica.

Foto: @LfbUruguay
El
desarrollo en su club “es muy bueno” porque “desde formativas se les da un
montón de insumos a las jugadoras para que mejoren técnica y tácticamente”. Claro
que no es fácil mantener una constancia en un deporte amateur, en el que si
bien hay contratos, nadie puede dedicarse al 100%. “Tengo compañeras que
trabajan en horarios de oficina y es difícil que puedan entrenar extra. Sé que
si no tuvieran esos horarios, lo harían. Es difícil, sí. Si una tiene ganas y
se organiza, creo que es posible. Implica un cansancio muy grande. Yo trabajo
desde mi casa, entonces puedo entrenar extra, pero llego del primer
entrenamiento y estoy agotada. Eso habla bien de nosotras porque nos estamos
tecnificando para mejorar. Hay academias de técnica individual para eso y están
yendo muchas jugadoras. Va por ahí”, destacó.
En su
caso, desconectar del deporte que tanto la apasiona es casi imposible. Su
novio, Ángel Varela, es basquetbolista profesional y se acompañan a los
partidos, siempre que los entrenamientos lo permitan. “En casa se habla todo el
día de básquet”, reconoció. “A veces le pregunto qué hice mal y prefiere no
decirme porque me enojo. Le insisto y termino re quemada, por más que se lo
pedí y aunque tenga razón. Pero está bueno porque tenemos otra mirada y los dos
sabemos de básquetbol”, valoró.
En
paralelo con su carrera de basquetbolista estudia comunicación, ya en el tramo
final de la tesis. “Estoy muy agradecida con mis compañeros y profesores, que
me ayudaron mucho con las dificultades que tengo con los horarios. A veces
llego a las corridas, tarde, o me tengo que ir antes de una clase, pero todo el
mundo me bancó. Incluso hay compañeros que me van a ver a los partidos. Es
complicado, pero organizándose se puede. Me está llevando más tiempo, pero
estoy súper contenta de poder ir cerrando ese objetivo”, remarcó con visible
orgullo.
También
tiene cierta flexibilidad en su trabajo, donde su jefe es alguien que además
está “muy metido” en el equipo femenino campeón. “Yo trabajo con Dante [Prato],
uno de los dirigentes de Defensor Sporting. Tiene una empresa que vende equipos
y servicios de agrimensura, entre otras cosas, y yo lo ayudo en la parte de
comunicación y merchandising. Está de más porque él sabe cómo es mi vida
deportiva, entonces me entiende un montón de cosas”, comentó Josefina, quien en
medio de una agenda cargada de actividades se hizo un tiempo para recibir el
Premio Charrúa a la mejor jugadora de básquetbol del Uruguay.

Foto: Gastón Britos / FocoUy
“A mí
me habían nominado hace tres años, cuando lo ganó mi amiga Lu [Schiavo]. Yo
estaba re contenta por ella, pero pensé: ‘me encantaría ganarlo’, porque además
el trofeo estaba muy lindo. La verdad no tenía muy claro cómo eran los Charrúa,
pero sabía que tienen prestigio. Me enteré por Twitter cuando me nominaron, y después
fue un orgullo ganarlo porque hice un montón de cosas para lograr esa
distinción”, comentó.
La
capitana de Defensor Sporting sabe que será difícil seguir en la línea
ascendente después del cierre de este 2025, pero no se conforma con eso. “Este
año para mí será muy difícil de superar por todas las cosas lindas que me
pasaron; salir campeona, MVP, el Premio Charrúa… una siempre va a más, pero
para el año que viene tengo que lograr todo esto y quiero ganar. No sé si voy a
poder, pero estoy muy contenta y voy a intentarlo”, expresó Josefina, quien
cerró la nota dejando un mensaje motivador para las chicas que les gusta el
básquetbol y aún no se animan a practicarlo.
“Puedo
hablar desde mi experiencia; es un poquito más difícil, pero ni ahí es imposible. Si una le mete onda, esfuerzo y disciplina,
puede llegar cada vez un poco más lejos. Es necesario que los entrenamientos sean
de calidad todos los días, porque el tiempo es más acotado cuando una va
creciendo más. ¡Que se animen! Hay un montón de maneras de arrancar. Las academias
de técnica individual son fundamentales. Mucha gente las infravalora, pero para
desarrollarse como jugadora colectiva es necesario tener determinadas cosas
individuales primero. Ese puede ser uno de los primeros pasos para arrancar a
mejorar en el básquet, y después la parte de equipo es fundamental”,
concluyó.

Foto: @LfbUruguay
Por José Luis Calvete
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