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Traté de ser, como dramaturgo, lo más fiel que pude al dramaturgo. Fue una especie de traducción lo más fiel que me salió, tratando de localizar con referencias más o menos generales. Me sirvió mucho en eso mi propia experiencia de trabajo con traductores de mi obra a otros idiomas.
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Ensayo de “La reina de la belleza de Leenane”
Foto: Meri Parrado
Sabés que no es tan distinto el encare a cuando trabajo mis propios textos. Sobre todo porque hice primero el trabajo de traducción y de alguna forma esa traducción fue una escritura, entonces me acerqué al trabajo con los actores sabiendo al detalle por qué cada uno de los personajes decía lo que decía, y por qué utilizaba esa palabra y esa expresión y no otra. Ahora bien, específicamente en el encare estético o en la aproximación poética, sí hay una diferencia: en mis obras hay menos lugar para la claridad narrativa. Son obras de momentos y de intensidades más que de historias, y esta es una obra que tiene dos o tres momentos intensos, pero básicamente se trata de una historia bien contada a lo largo de casi dos horas, llena de silencios y de juegos psicológicos entre los personajes.
El trabajo sobre los silencios, los tiempos, las intensidades dramáticas de cualquier índole es algo que fui descubriendo en el trabajo con los actores. Lo descubrí dejando respirar el texto.
Para mí es muy claro cómo problematiza el tema de los cuidados, y creo que eso tiene que ver con el hecho de que le haya interesado a El Galpón, dentro de las propuestas que les hice. Me parece que lo dice muy explícitamente. El personaje de Mag le pregunta desesperadamente a su hija, Maureen: “Si vos tenés una vida, si tenés pareja y te vas y formás una familia, ¿quién me va a cuidar a mí?”. Y creo que es una forma de preguntarse sobre las razones de la violencia.
La gente no es violenta porque quiere o porque está enferma solamente. Si encontramos la explicación de la violencia sólo en la psicopatía, es sacarnos la responsabilidad de la violencia como un hecho social. ¿Hay una razón política para la maldad?, la obra se pregunta eso. Y yo creo que en este caso sí.
La otra pregunta inmediata que surge en relación con esto es: ¿Dónde está el Estado? Y hay una frase que nos guiaba desde el comienzo de los ensayos: cuando el Estado se retrae o desaparece, nacen los monstruos. Es lo que está pasando en Argentina, en Estados Unidos, en Europa, donde las derechas más extremas toman el poder.
Otro aspecto muy importante en el que la obra sigue hablando del hoy es el papel de la mujer en todo esto. Al padre de Maureen no se lo menciona jamás en la obra, no se menciona a ningún otro hombre como responsable de cuidados. Las únicas personas a las que se les adjudica la tarea de cuidar a los demás es a las mujeres. Vuelve a aparecer la pregunta de dónde está el Estado y qué es lo que pasa con la distribución simbólica de derechos, poder y obligaciones cuando el Estado no interviene.
En esta obra también se habla de la salud mental de trabajadores inmigrantes y precarizados. El quiebre de salud mental que tiene el personaje de Maureen, que implica su internación, detona a partir de la violencia sufrida por un trabajo precario. También en el caso del personaje de Pato, que trabaja como obrero de la construcción en Londres y es tratado de “irlandés puto” por acá y por allá, a tal punto que se tiene que ir a Boston, emigrar como proyecto de vida.
Ahora no entiendo nada. Le puse así en ese entonces que entendía menos todavía. Puede ser que haya pasado de algo más postmoderno a algo más moderno. Me he vuelto un conservador de la escritura, un fundamentalista del siglo XIX.
Me parece que las historias no pasan de moda. Contar historias nos sigue colocando en contacto con algo muy primitivo, muy infantil, pero al mismo tiempo muy revolucionario.
El mundo posmoderno es el mundo que anuncia el fin de los grandes relatos. Que yo en algún momento entré también en esa línea y la verdad es que intento entrar cada vez menos. Cuando uno ve que un gran metarrelato de extrema derecha tiene vigencia, se da cuenta de que los grandes metarrelatos de extrema izquierda, o por lo menos de izquierda, deben seguir vivos. Yo creo que la izquierda está plagada de grandes relatos y que siempre van surgiendo nuevos relatos. Una cosa es pensar en un relato totalitario y no, yo no estoy pensando en ese modelo de relato de izquierda que también ha existido.
Estoy pensando en un relato que abra preguntas y que fortalezca el humanismo por medio del cuestionamiento. Y eso creo que es una tarea y un deber de la izquierda. El fortalecer el humanismo por medio del cuestionamiento permanente y de la generación de buenas preguntas. Creo que eso es lo que generan las buenas historias.
Para mí escribir teatro implica generar buenas preguntas, pero también dar la oportunidad para la conclusión estética a partir de una explícita intensidad actoral. Por eso escribo también de forma muy verborrágica. Mis personajes son verborrágicos porque entiendo que en esa expresividad desacatada se trata de entender en qué situación está el mundo.
El arte no mejora la realidad en el sentido de que no nos sube el salario; si estás engripado, ir a ver una obra no te garantiza mejor acceso a la salud. Pero sí nos formula esa especie de cuestionamiento humano acerca de cómo hacer para que todo lo mejor sea posible. Salís de sala después de haberte hecho un montón de preguntas y es tu responsabilidad mejorar el mundo, no de la obra en sí.
Y respecto a por qué una palabra más, también escribo porque, si bien hay muchas cosas que se dijeron ya, también hay que decirlas nuevamente para nosotros que somos las nuevas generaciones. Se dijeron un montón de cosas pero nunca se dijeron acá, ahora y así. Por supuesto que volvemos una y otra vez sobre los grandes clásicos, volvemos sobre las grandes historias, los grandes asesinatos, las grandes matanzas, las grandes venganzas. Necesitamos volver a las búsquedas de la verdad del cuerpo del hermano que no ha sido enterrado, porque volvemos a la historia de los cuerpos de los desaparecidos una y otra vez. Las historias clásicas necesitan nuestra actualización para decirlas hoy, y nosotros necesitamos de las historias clásicas para pensar nuestro tiempo.
Creo que hay una especie de choque contra una cierta intención de demostrar que la vida es concreta y fácil y que las soluciones son mágicas e inmediatas. Hay un cierto discurso de la política de decir “bueno, estamos mal por los inmigrantes”, por ejemplo, para que la solución parezca fácil.
El trabajo de la poesía es el trabajo sobre la complejidad del mundo. Darle complejidad al mundo, pero también reflejar su complejidad.
Las realidades no son lineales ni de análisis único, ni de causas particulares, sino de causas múltiples, de análisis complejo. En última instancia se trata de entender lo humano. Estamos cargados de discursos lineales desde la derecha, y a veces también desde el progresismo que propone respuestas únicas a los problemas como si los problemas fueran simples. Eso no permite encontrar una solución, porque los problemas nunca son simples. La poesía está ahí para recordarnos eso.
(Por Gustavo Kreiman)
Escrito por hiperactivafm
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