A alguien seguro
le pareció que era una buena idea, pero los hechos demostraron lo obvio: no lo
era.
Sucedió en
una empresa con sede en la localidad brasileña de Belo Horizonte, donde una
joven ayudante de laboratorio recibió un premio poco gratificante: el trofeo a
la persona más lenta de su sección.
La mujer
padece Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) y al momento
de los hechos estaba diagnosticada.
Según consignaron medios locales, la joven consideró humillante
el premio, y decidió que sería la última de una serie de afrentas sufridas en
el lugar. Entonces recurrió a la Justicia.
En su denuncia, la mujer contó que, además de recibir el
trofeo infamante, era víctima
de acoso insultos, con apodos despectivos como «lenta» y
«tonta». Según la demanda, sus compañeros realizaban rankings
internos y ofrecían «recompensas» para ridiculizar a los empleados.
Un médico
forense fue consultado por el tribunal y confirmó que el comportamiento abusivo
agravó el trastorno ansioso-depresivo de la empleada, lo que requirió una
licencia de tres meses. Testigos declararon que la gerencia estaba al tanto de
los insultos y no tomó medidas.
En su
fallo, la jueza Cristiana Soares Campos enfatizó que el empleador tenía el
deber de prevenir la violencia psicológica, lo cual podría haberse logrado
mediante sanciones disciplinarias o despidos justificados. Para la magistrada,
la entrega simbólica del trofeo demuestra un ambiente de humillación
institucionalizada.
Soares
condenó a la empresa a pagar a la trabajadora una indemnización de 50.000 reales.
Luego, un tribunal de apelaciones mantuvo el dictamen, pero redujo el onto a
20.000 reales, suma equivalente a unos 150.000 pesos.
El fallo
nada dice sobre lo sucedido en la interna de la empresa, pero seguramente lo
pensarán dos veces antes de organizar nuevas entregas de premios.