Onoriskoza explora alianzas en Uruguay para instalar su mayor campus educativo en América del Sur

“Tuve el privilegio de crecer en un entorno estable, pero siempre supe que mis orígenes estaban marcados por la guerra y la exclusión”, relata Dubuisson. A lo largo de su carrera, trabajó en África en la prevención del financiamiento de grupos armados, lo que le permitió conocer de primera mano realidades donde los niños no acceden a la escuela, o donde la corrupción convierte la educación en una ficción.

“Vi padres que pagaban a maestros para simular que sus hijos estaban escolarizados, cuando en realidad trabajaban en los campos. Fue ahí cuando comprendí que el problema no era solo de acceso, sino de estructura, de propósito, de modelo educativo”, afirma. Así nació Onoriskoza, junto con Ekaterina Choukel, cofundadora, quien compartía el anhelo de transformar las oportunidades de los niños vulnerables a través de la educación.

Qué hace Onoriskoza

Onoriskoza no es una ONG tradicional ni una institución educativa en el sentido convencional. Su propuesta combina innovación pedagógica, desarrollo económico y responsabilidad social en un único sistema articulado. El objetivo es generar ecosistemas de formación profesional y académica de alta calidad, sin costo alguno para el estudiante, y con resultados concretos en términos de empleabilidad.

Todos los programas que implementa la fundación son de acceso gratuito. No existen matrículas, cuotas ni contraprestaciones económicas futuras. Esta gratuidad no se basa en donaciones sino en un modelo financiero autosustentable, que integra educación con producción real de bienes y servicios.

Sus campus no se limitan a aulas o laboratorios. Son verdaderos complejos educativos que integran hoteles cinco estrellas donde los estudiantes se forman en hospitalidad, restaurantes de alta gama, centros de servicios aeronáuticos, de lujo o especializados y proyectos inmobiliarios orientados a sectores de alto poder adquisitivo.

Los estudiantes aprenden en estos entornos y se convierten en parte activa del funcionamiento, lo cual les permite adquirir experiencia profesional continua desde el primer día. Esta formación dual —teórica y práctica— acorta drásticamente los tiempos de preparación para el mercado laboral.

Alianzas público-privadas y adaptación local

Lejos de exportar un modelo cerrado, Onoriskoza construye sus proyectos en diálogo con cada territorio. En lugar de “copiar y pegar” lo hecho en Sri Lanka o Asia, cada iniciativa se diseña según las particularidades locales, en colaboración con Estados, gobiernos departamentales, universidades, empresas y organizaciones sociales.

“La clave está en no imponer. Escuchar, comprender cómo funciona el país, y construir algo que se complemente con lo existente. Lo de Uruguay no será una réplica, será algo nuevo, adaptado a este contexto”, explica Dubuisson.

Uno de los puntos más innovadores de Onoriskoza es que no depende de donaciones para su sostenibilidad. A través de productos desarrollados con marcas de prestigio (alimentos, mobiliario, servicios premium), y del funcionamiento de sus campus como empresas que generan ingresos, logra autofinanciarse. Los estudiantes producen, los bienes se comercializan, y los recursos vuelven a la fundación.

“Queremos romper con la lógica de dependencia. No se trata de caridad, sino de dignidad. Lo que hacemos es crear modelos económicos que financian una educación de calidad, sin costo para el estudiante, pero sí con valor real en el mercado”, dice Dubuisson.

Uruguay en el mapa estratégico

La visita de Dubuisson a Uruguay no es casual. La estabilidad institucional, la calidad democrática y el prestigio del país en el exterior lo convierten en una excelente plataforma para proyectos con impacto regional. Según el presidente de la fundación, Uruguay podría albergar el campus más importante de América del Sur, orientado principalmente a jóvenes de países más desfavorecidos, pero también abierto a uruguayos.

“La idea es que sea un centro solidario, inclusivo, multicultural. Un lugar donde estudiantes de distintas partes del mundo puedan formarse juntos y vivir una experiencia transformadora”, señala. Sin embargo, Dubuisson reconoce que aún están en etapa de reconocimiento y contacto con posibles aliados locales.

“Queremos entender cómo está estructurado el sistema educativo, el sector turístico, la economía en general. Y sobre todo, sentir si hay deseo de colaboración real”, afirma. Hasta el momento, no se ha anunciado ninguna alianza concreta, pero el diálogo está abierto.

Otro aspecto central del modelo Onoriskoza es su aspiración a operar bajo estándares educativos internacionales. Si bien las clases podrían impartirse en español, la metodología, los contenidos y la certificación seguirían modelos europeos o asiáticos —francés, inglés, japonés— dependiendo del rubro. “Sabemos que cada país tiene sus reglas. Pero muchos permiten la creación de nuevos diplomas o el reconocimiento de títulos bajo criterios de calidad”, aclara Dubuisson.

La fundación se presenta como una plataforma ética, innovadora y económicamente viable para construir respuestas nuevas a viejos problemas. Y aunque los resultados aún no están definidos, su propuesta invita al diálogo, a pensar en grande y, sobre todo, a creer que otro modelo educativo no solo es posible, sino necesario.

Más información

La Fundación Onoriskoza continúa en fase exploratoria en Uruguay. Instituciones interesadas en conocer más o establecer contacto pueden hacerlo a través de sus canales oficiales (https://onoriskoza.com/). Próximamente se anunciarán encuentros con actores estratégicos del sector educativo, turístico y de desarrollo económico.