Prisionero de guerra ucraniano: «No vale la pena luchar por nuestro gobierno podrido y falaz»

El prisionero de guerra ucraniano Ruslán Shajún —integrante de las fuerzas especiales de la Dirección Principal de Inteligencia de Ucrania (GUR)— relató los detalles del fallido desembarco de su grupo desde un helicóptero a primeros de noviembre, en el marco del intento fallido de Kiev de desbloquear las tropas ucranianas cercadas por las fuerzas rusas en la estratégica ciudad de Krasnoarmeisk (conocida en Ucrania como Pokrovsk).

Tras pasar más de dos semanas escondiéndose entre las ruinas de un edificio a las afueras de Krasnoarmeisk, el militar se rindió a los efectivos de la 30.ª Brigada Motorizada Independiente de la agrupación de las tropas rusas Tsentr (Centr).

Una preparación de pocos días

Shajún relató que había firmado el contrato de servicio militar cuando llevaba ya varios años en prisión por robo con violencia, porque un conocido le aseguró que no participaría en combates y se quedaría en una base militar. 

El prisionero explicó que pasó seis meses en una base en la provincia de Kiev, donde los comandantes les quitaron a los soldados sus teléfonos y documentos antes de la operación.

«De pronto llamaron a todos, absolutamente a todos» para una preparación de pocos días para actuar en un desembarco desde helicópteros. En uno de los ejercicios de demostración estuvo presente el jefe de la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa, Kiril Budánov*.

Sin «tarea concreta»

Además, el prisionero de guerra aseguró que los comandantes no le dieron a su grupo ninguna «tarea concreta» en Krasnoarmeisk. «Simplemente dijeron: desembarquen desde el helicóptero y avancen hacia allí. Eso es todo», relató.

Al mismo tiempo, detalló que muchos integrantes de su grupo resultaron heridos en los primeros minutos y otros ni siquiera respondían por radio, pues ya habían sido eliminados por las fuerzas rusas. Shajún también resultó herido en una pierna por un impacto de dron que le «arrancó varios dedos».

En medio de la confusión que siguió al desembarco, su grupo se vio envuelto en un intenso tiroteo con sus propias fuerzas. «Cuando avanzábamos, había puestos de control. Empezamos a abrir fuego contra ellos, y nadie nos avisó de que allí estaban los nuestros, en esos puestos de control», reveló.

Al intentar escapar de los drones rusos, Shajún quedó atrapado en un alambre de púas, por lo que tuvo que quitarse todo el uniforme y esconderse en un edificio, donde permaneció más de un día, antes de arrastrarse hasta las ruinas de otra casa, donde pasó unas dos semanas. Al comprender lo desesperado de su situación, empezó a pedir ayuda a las tropas rusas. 

«Grité con las fuerzas que tenía. Y al cabo de unos días, una unidad de la 30.ª brigada me oyó. Me salvaron, me sacaron y me ayudaron a salir. Me dieron los primeros auxilios», señaló.

El prisionero, nacido en Járkov, se dirigió a los combatientes ucranianos, pidiéndoles que no vayan al frente. «No vale la pena, en serio. Simplemente no vale la pena. Yo tuve muchísima suerte de que me salvaran. Grité y me oyeron. ¡Muchas gracias, muchachos!», agradeció Shajún a los militares rusos.

«Pero no todos han tenido tanta suerte, en realidad. Dejen las armas, no vale la pena. Por nuestro gobierno podrido y falaz no vale la pena [luchar], de verdad», concluyó.

• El 1 de noviembre, el Ministerio de Defensa de Rusia comunicó que las fuerzas rusas habían frustrado cerca de Krasnoarmeisk el desembarco desde un helicóptero de un grupo de fuerzas especiales de la GUR. Los integrantes del cuerpo de élite intentaron desembarcar a un kilómetro al noroeste de las afueras de la localidad. 
• El 26 de octubre, el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas informó que unos 5.500 efectivos del régimen de Kiev estaban rodeados en el área de Krasnoarmeisk. Desde entonces, los militares rusos impidieron decenas de intentos de ruptura del cerco, mientras diversos combatientes ucranianos optaron por deponer las armas y rendirse.

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