A mediados de 2013, un hombre murió embestido por un tren en una vía férrea cerca de la localidad de Amoeiro, en la provincia gallega de Orense. Pese a los esfuerzos realizados entonces, el cuerpo no pudo ser identificado y nadie lo reclamó, por
lo que acabo sepultado en una tumba anónima.
Hace dos meses, una mujer residente en Valladolid, en la comunidad autónoma de Castilla y León, se comunicó con las autoridades de Amoeiro y dijo ser la hija del hombre atropellado en 2013. En aquel entonces se habían guardado muestras de ADN
del cuerpo, por lo que un simple cotejo bastó para comprobar el parentesco.
En ese momento, la burocracia de la muerte pareció despertar de un letargo de más de una década, y funcionar a la perfección. Sin embargo, pronto aparecieron los escollos. Cuando la mujer se presentó a recoger los restos, se suponía que recibiría una pequeña urna con
cenizas. Sin embargo, le entregaron un enorme baúl con todos los huesos de su
progenitor, error que todavía está por esclarecer.
De acuerdo con la normativa sanitaria local, si se pretende trasladar un cadáver “entero” debe emplearse un coche fúnebre debidamente acondicionado. Sin embargo, esa norma no aplica luego de los cinco años del deceso. Así, sin cenizas y con unos huesos
“demasiado viejos” para el procedimiento habitual, la mujer se las arregló por
su cuenta para llevarse a su padre.
El siguiente capítulo de la historia comienza en una noche de la semana pasada, en un cuartel de la Guardia Civil en la localidad vallisoletana de Alfoz. Allí, los agentes recabaron un llamado acerca de un automóvil estacionado frente a
una discoteca, y con un baúl lleno de huesos dentro.
Sí, adivinaron: eran los andariegos huesos del gallego anónimo, que aguardaba paciente a que su hija terminara de bailar.
Los agentes comprobaron que en la caja estaba la documentación del traslado autorizado del fallecido y que, a priori, no había ningún ilícito. Sin embargo, y para evitar eventuales extravíos, llevaron la caja al instituto forense a la espera
de recibir instrucciones desde el juzgado, según informa La Voz de Galicia.
Ahora, el destino futuro de la osamenta está en manos de la Suprema Corte de Justicia de Galicia, que tendrá que investigar por qué se mandaron huesos y no polvo, y qué se hará con ellos, después de que la demandante protagonizara la extraña
situación de llevar los restos a una discoteca.