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Noticias Nacionales

Romina Celeste y Nacho Álvarez en el espejo

todaymayo 10, 2024

Fondo


Paula Díaz, la trabajadora transexual que junto a Romina Celeste hiciera la denuncia por agresión contra el precandidato presidencial del Frente Amplio, Yamandú Orsi confiesa ante las cámaras de televisión, rompiendo el rating, que toda su historia es una patraña y que la inspiradora de la mentira era su amiga Romina, que la convenció de que hacer la mencionada novela era un buen negocio que recibiría su premio.

La noticia desencadena una retahíla de entrevistas en las que abogados, parlamentarios, politólogos y especialistas en analizar la opinión pública escrutaron las diferentes miradas que el episodio podía merecer en el mundillo político y, sobre todo, en los sectores menos informados, los indiferentes y los indecisos.

Lo que era evidente para cualquier persona con dos dedos de frente se confirmaba en el basurero mediático que conduce el más escandaloso showman televisivo de la coalición de gobierno.

Orsi había sido víctima de una operación política imprudente, insostenible, infame e inconsistente por parte de una militante destacada del Partido Nacional y principal influencer de esa organización política, la que, por otra parte, lejos de desvincularse de la mencionada denuncia, guardó un silencio cómplice, resguardándose en una presunta confianza en la Justicia y dejando que los titulares del escándalo hicieran el trabajo sucio para sacar los réditos políticos que la denuncia infame buscaba.

Cómo no sospechar que hay algo más detrás de un par de chicas audaces dispuestas a todo por unos flacos pesos o algo de fama. Y cómo no involucrar al Partido Nacional, por acción u omisión, en esta tramoya, asquerosa y recontra ordinaria.

Es más que evidente que el Partido Nacional tuvo que percibir hace tiempo que la conducta de Romina Celeste era sumamente extraña y tendría que haber puesto distancia con sus actitudes, que en diversas circunstancias resultaron tan próximas a una provocación que hasta merecieron una imputación penal.

Si no lo hizo, el Partido Nacional tendría sus razones, pero era más que notorio que Romina era peligrosa, porque en su afán de adquirir fama, dinero o poder parecía dispuesta a transgredir las líneas rojas que los actores de la política no vulneran cuando pueden.

Romina Papasso, que así se llama, hacía abundantes pintadas por la ciudad propagandeando su lista del Partido Nacional, hablaba de todo en las redes sociales y sus notas eran recogidas por los medios que habitualmente promueven a sus líderes principales; ocupaba titulares en la prensa partidaria –especialmente en El País–, exhibía selfies con los candidatos blancos y hasta con el presidente de la República.

Ofendida por no haber sido apropiadamente defendida por su Partido, y en particular por el exsenador Gustavo Penadés, en un episodio penalizado por la Justicia, Romina lideró las denuncias que llevaron al procesamiento del legislador por gravísimos delitos de carácter sexual contra menores, lo que motivó su imputación penal y la indignación de la ciudadanía y de sus colegas, como así también de algunos de sus amigos que declaraban apresurados que confiaban en él y hasta ponían las manos en el fuego por su amigo del alma y hermano de la vida.

Romina denunció a Penadés y amenazó con saber más cosas que estaba dispuesta a deschavar si la ocasión se daba. Hablaba pausado y creaba expectativas como su maestro, Nacho Álvarez. Anunciaba develar misterios y estar dispuesta a correr el riesgo de hacer honor a la verdad. Nacho y Romina beben el mismo veneno.

Es como que se parecen.

Ni en estas circunstancias la conducta de Papasso fue analizada por su Partido y Romina continuó participando en actividades partidarias, adhiriendo con su lista a uno de los candidatos y haciendo sus pintadas en los muros de la ciudad.

Papasso se convirtió en un personaje de una farándula de cuarta que entretenía a los periodistas más chantas y a los medios locales.

Papasso pasó a ser Romina, y era parte de la comidilla mediática. Junto a Graciela Bianchi y algún otro personaje del vodevil local, era buscada para rellenar las redes de basura política.

El Partido Nacional y el Honorable Directorio no parecían siquiera ponerle el ojo a esta conducta curiosa de alguien que, en los bordes de la transgresión, no perdía ocasión de manifestar su inquebrantable pertenencia partidaria y sus aspiraciones políticas, y que ya se había llevado a la cárcel al principal legislador del Partido Nacional y referente del principal bastión herrerista, la lista 71, que hoy apoya a la precandidata presidencial Laura Raffo.

Hasta ahí, cabe preguntarse si Romina tenía más apoyo de lo que demostraba en su solitaria campaña de pequeñas provocaciones y cuáles eran las razones para que semejante personaje se pavoneara exhibiendo las divisas partidarias como si fuera a pelear con Saravia en Arbolito, y sin que un solo referente partidario se preguntara, en el Honorable Directorio, sobre el origen y el destino de este fenómeno.

Junto a Romina aparecieron otros personajes rarísimos, como un joven llamado Mastropiero que navega en un submundo de delincuentes, policías, hackers, cárceles y prostitución que han ocupado las primeras planas y tiene en jaque desde hace un par de años a fiscales, comisarios guardiacárceles y, desde hace unas semanas, a carros hidrantes, sociólogos, ministros y caballería montada.

Hay otras cosas importantes en la política uruguaya. Un Primero de Mayo con decenas de miles de personas en la calle, una elección presidencial dentro de algunos meses, una disputa cabeza a cabeza en la elección del candidato del Frente Amplio a esta compulsa, la advertencia de los economistas sobre la eterna estrechez del “espacio fiscal”, la promesa de algunos políticos de terminar o abatir significativamente la pobreza infantil, una propuesta de plebiscito sobre la seguridad social que consiguió la adhesión de medio millón de firmas. Pero las tapas de los portales ponen a Romina en primera plana y a la fiscal Flores en el centro de la farándula criolla, revelándonos lo que ya todo el mundo sabe o imagina con sobradas razones: que hay algo más detrás de las dos chicas, que hay plata fuerte sosteniendo la provocación, que tiene proyecciones internacionales y que tiene una finalidad política.

Cómo será el sacudón, que el mismísimo Lacalle Pou salió a declarar que era grave atribuir intenciones políticas partidarias, dándose por aludido cuando nadie había acusado concretamente al Partido Nacional de nada.

Nadie acusa, pero es difícil no sospechar cuando todavía están en penumbras la entrega del pasaporte a Marset y las revelaciones del Carolina Ache, cuando no se terminan de aclarar todas las ramificaciones de las acciones de Astesiano desde la Torre Ejecutiva que quedaron sin investigar por la impericia o la omisión de la exfiscal Fossati, hoy prominente figura del Partido Nacional, cuando se denuncian en el Parlamento las relaciones del ministro del Interior con un empresario asesinado, cuyas actividades e inversiones están siendo investigadas por lavado de dinero y estafas varias, cuando, por diferentes delitos, es sustituida la cúpula policial, y hasta se pide la renuncia del anterior ministro del Interior, y ya es vox populi la infiltración del dinero del narcotráfico en la política.

Toda esta comedia debería hacernos reflexionar sobre el decaimiento de algunos valores que sostenían esa suerte de orgullo que algunos uruguayos tienen sobre nuestra democracia, la calidad de nuestras instituciones, la tolerancia y las garantías ciudadanas.

Tal vez estábamos exagerando un poco y debiéramos recuperar la política, la batalla de ideas, el respeto en la diversidad de opiniones, la cultura del debate y la calidad de la información que recibimos.

Toda esta porquería debería servir, si acaso, para reflexionar sobre lo que estamos perdiendo, y tendríamos que recuperar si queremos ser el país en que aspiramos a vivir y que a veces creemos que tenemos.





Fuente

Escrito por hiperactivafm


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