Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Tenía seis años cuando yendo con su
mamá a la escuela le reveló qué quería ser de grande: quería ser bailarín. Es
probable que en esas caminatas por Nuevo París se cruzara con algún picado de
gurises jugando al fútbol. Pero lo suyo no iba por ahí. Es curioso, pero hoy, a
los 28 años, Emir Abdul dice que su “sueño” es llenar estadios, pero no como
futbolista, ni siquiera como cantante. Él quiere vender tiques para un estadio
para bailar con sus bailarines, y que algunos cantantes entren a cantar algún
tema, como invitados.
Emir
hoy reconocido por su rol de jurado en La
Máscara, el formato que compró Teledoce y revolucionó la TV local. Pero los
más jovencitos ya lo conocían muy bien, acá y en el exterior: Emir tiene 6.4
millones de seguidores en Instagram, y otra cifra igual de abrumadora en Tik
Tok. Lo siguen fans de sus coreografías de danza urbana (street y reggaetón, pongamos) y de su estilo muy propio. Fue coach
en Bailando por un sueño, y le armó coreos a Daddy Yankee, Karol G, J. Balvin y
Ricky Martin, a quien le dio clases por zoom.
De
pasados libaneses, el recuerdo de su padre, también libanés, quien falleció
cuando él tenía 15 años, lo marcó mucho: decidió dejar la vivienda del
asentamiento 6 de Diciembre, donde vivían, para buscar su propio camino. Se
dedicó a formarse para ser quien quería ser, y hoy es un referente internacional
en la materia. Tras muchos años radicado en Buenos Aires, por estos días volvió
a Montevideo para grabar La Máscara,
y dar clases regulares de baile. Pero cuando se acerca el fin de semana, toma
su valija armada y se va a ejercer la docencia en el exterior.
Todavía
no llegó a los 30, pero ya tiene claro que no quiere planificar tanto, sino
disfrutar qué le depara el día a día.

«Yo estudié muchos años acá, pero era tanta la discriminación que sufría de mis colegas acá, empecé a estudiar afuera. Iba a tomar maratones de clases a Argentina con profes que venían de Estados Unidos o Brasil. Acá no me sentía cómodo»
-Tu papá falleció cuando eras un adolescente de 15 años. ¿Cuánto te
afectó y cuánto influyó en quién sos hoy?
-Somos seres en constante evolución.
El fallecimiento de mi viejo me afectó, ahora creo que lo superé bastante. Me
encantaría que mi viejo estuviera viendo lo que me está pasando hoy… Yo le
decía a mi viejo: “Papá, yo voy a ser bailarín, y me va a ir muy bien”. En ese
momento el bailarín no estaba bien visto. Había un estigma, que lo sigue
habiendo, aunque no tanto como antes. Yo siempre fui muy independiente, siempre
hice lo que no querían los demás que hiciera. Papá quería que yo fuera doctor.
Pero al llegar a quinto de liceo, elegí Artístico. Me afectó sí, pero para
bien.
Él falleció de cáncer. Mientras mi
madre lo cuidaba, yo hacía las compras para la casa, después lo cuidaba yo y
estudiaba mientras lo cuidaba. (Su muerte) me hizo aprender mucho a ver la vida
de otra manera.
-Mientras la mayoría de los niños uruguayos sueña con ser jugador de
fútbol, ¿vos soñabas con ser bailarín?
-Sí, claro. Iba a un colegio de
monjas y a los 6 años le dije a mamá que quería ser bailarín. Yo veía gente
bailando en la tele, y quería hacer eso. Veía que la gente tiraba felicidad.
Veía bailar gente, y eran felices. Y nadie en mi familia era artista, ni mis
primos o tíos. Miraba mucho MTV, los programas de la tele, me encantaba cómo
bailaba Shakira y quería ser bailarín de ella, en ese momento estaba Natalia
Oreiro con Muñeca brava. Me acuerdo
que fue a hacer una presentación en el Devoto, y yo no conseguí entrada y me
puse a llorar. Mamá decía: “Se le va a pasar con el tiempo”, pero no, no se me
pasó.
-Dijiste en Sábado Show que
anhelabas dedicarte a ser bailarín, aunque tenías «todo el mundo en
contra». ¿Qué tenías en contra? ¿Tu familia no te apoyaba?
-Mi familia no me apoyaba, no me
apoyaba nadie. Yo era muy gordito, me veían bailar y me decían: “¿Qué estás
haciendo?” Era extraño porque yo sentía algo muy lindo en el cuerpo cuando
bailaba, pero la gente me prejuzgaba. Y mi mamá también. Con los años entendí
que era miedo a que yo fracasara. Mamá es geminiana, y es bruta para hablar. Me
decía cosas hirientes: “Vas a mover el culo gratis” o “te vas a cagar de hambre
bailando”. Mamá es lo más grande que tengo igual, eh.
-¿Sufriste bullying en la
niñez o la adolescencia?
-Sí, muchísimo. Tenía el pelo largo,
era gordito, bailaba. En ese momento ya el hecho de bailar te condicionaba a
una orientación sexual. Era muy discriminatorio todo. Yo no tenía amigos, me
daba miedo que la gente no fuera a mi cumpleaños. Era mucha la discriminación y
mucho el bullying. Yo hoy eso lo
llevo a mis clases, y entendí que la gente es muy hiriente en cómo tratar a las
personas. Muchas veces percibís la inseguridad de alguien y la atacás, ¿viste?
Yo trato de trabajar la seguridad en
clase. A mis clases van gorditos, flacos, altos, morenos, extranjeros, gays,
heteros. Yo veo el talento de la gente. Por eso creo que tuvieron tanto éxito
los videos que grabé, porque mostré gente “normal”, no estereotipada, como los
de los videos musicales. Y a la gente eso le encantó, porque podían pensar que
ellos podían estar en los videos. Había gente que me decía: “Grabaste un video
y pusiste un moreno, una gordita, un flaco, para quedar bien con todos”. No, se
daba naturalmente, yo ponía gente que tenía condiciones nomás.
-Tu formación en la danza comenzó en Uruguay, pero la ampliaste en el
exterior, sobre todo en Argentina y Brasil. ¿Por qué salir a formarte al
exterior? ¿Uruguay no te daba lo que vos estabas buscando?
-No, no me la daba, pero no porque no
hubiera buenos profes acá. Yo estudié muchos años acá, pero era tanta la
discriminación que sufría de mis colegas acá, empecé a estudiar afuera. Yo daba
clases acá y estaban súper llenas, tenía lista de espera, y en ese momento era
gordito y tenía 50 o 60 personas que querían tomar conmigo clases de reggaetón.
Y había personas que habían entrenado en Arizona, y que habían competido en el
Hip Hop International y tenían cinco personas. Y preguntaban: “¿Y por qué a él
se le llenan las clases y a mí no?”. Hablaban mal de mí… entonces no me daban
ganas de tomar clases con ellos. Y más que nada en ese momento, que tenía
muchas inseguridades. Entonces me iba a tomar maratones de clases a Argentina
con profes que venían de Estados Unidos o de Brasil. Acá no me sentía cómodo.

«Los niños en mis clases nunca perrean. Y cuando el niño está copiando algún movimiento sexy les digo que no lo hagan, que no quemen sus etapas, porque el problema está en el ojo que lo ve, no en el cuerpo que lo está bailando»
-¿Cuáles son tus influencias? ¿Lo que más trabajás es lo que se conoce
como danza urbana?
-Lo que hago es danza urbana, sí. Yo
en mi vida he tomado clases de lo que me gustaba y de lo que no me gustaba
mucho. Tomé folclore, tango, hip hop, street, ballet contemporáneo, jazz. Traté
siempre de aprender un poquito de cada cosa para poder amoldarme y crear mi
propio estilo. Lo que funciona es tu propio estilo, tu propia esencia. Cuando
yo formo gente le doy una información y les doy información de otros profes
para que ellos puedan buscar su propio estilo, y puedan tener éxito. La mayoría
de mis alumnos dan clases en distintas partes del mundo o acá en Uruguay, y las
tienen súper llenas, pero no es porque bailaron con Emir, sino porque les gusta
lo que hacen ellos. Yo he tomado de todo, y lo que doy más que nada es street y
reggaetón, pero es mi estilo, en base a cómo me formé.
Yo cuando doy una clase de reggaetón,
digo: “Cuarta posición”, “segunda posición”, hablo de posiciones de ballet, si
doy un paso de danza afro, por qué se llama así, les doy toda la información. Y
siempre les digo que tienen que seguir tomando clases en otros lados, con otros
profes. Si van a tomar clases a otros lados, representarán mejor al maestro y
si son agradecidos con su maestro, está genial.
-A propósito del reggaetón, he visto que hay quienes te cuestionan
porque bailás con niños y niñas, considerando lo explícitas de algunas letras
de ese género musical. ¿Cómo tomás ese cuestionamiento?
-Yo cuido mucho a mis niños. A mi me
da mucho rechazo cuando el niño sexualiza el movimiento. Muchas veces en mis
seminarios doy clases all levels, hay
niños y adultos. De repente la canción dice “carajo” y yo les digo que Carajo
es un lugar que queda súper lejos a donde van los adultos cuando se portan mal…
Les doy ejemplos para que se imaginen cosas.
-El propio baile es muy sexual, por poner un ejemplo: el perreo.
-Los niños en mis clases nunca
perrean. Y cuando el niño está copiando algún movimiento sexy les digo que no
lo hagan, les digo que no quemen sus etapas, porque el problema está en el ojo
que lo ve, no en el cuerpo que lo está bailando. En mi clase se podría perrear,
pero no me gusta, porque a mí me choca verlo.
Te cuento una: yo todos los fines de
semana viajo a distintos lugares, y un fin de semana me tocó ir a Posadas,
Misiones, donde había una competencia. Di dos clases y al otro día tenía que
ser jurado y ver 200 coreos. En su momento había mucha gente junta, íbamos por
la coreo 120 ponele, y había un grupo de niños bailando (como 15 niños).
Aparece un padre y me dice: “Vos sos jurado, ¿no ves esa niña que está desnuda
ahí?” Yo miraba y no veía ninguna niña desnuda. “¡No puede ser que esta
competencia sea tan horrible! ¡Todo el mundo viendo una niña desnuda!” Miré
bien y vi una niña gordita, de 8 años, que estaba súper feliz bailando y tenía
una tetilla afuera. Es horrible cómo el adulto tiene un problema en la cabeza.
Muchas veces leo en redes que dicen:
“¿Cómo pueden permitir que una niña de 6 años baile esos temas?” La canción
dice: “Hoy se quiere soltar, no quiere
amarrarse, solo quiere party, party”. Es un tema trend global, la niña lo va a escuchar donde sea. Primero, el padre
está pagando para que el niño tome clases conmigo; yo soy consciente de lo que
está haciendo el niño. El niño está bailando… Ya hoy en día los niños no bailan
“Barney, es un dinosaurio que vive en
nuestra mente”. Entonces, lo que me molesta es que el padre tiene la
responsabilidad, y yo soy el profe, vos no sos el padre del niño, preocupate
por cómo querés criar a tu hijo, y no lo lleves a aprender clases de baile con
Emir. Y todos contentos. ¡Si el padre está atrás de cámaras mirando cómo baila
el niño! Hay que abrir la cabeza… Y si el niño hace algo muy fuerte, yo lo
corrijo, porque a mí mismo me choca.
-Tu costado docente empezó a los 15 años, cuando te largaste a dar
clases por YouTube. ¿Cómo surgió esa idea?
-Yo empecé a estudiar a los 11 o 12
años, yo tomaba clases en el Apex, en la Unión, que ahora cerró, y la profe que
me daba clase me dijo: “Vos tenés que dar clases, tenés muchas condiciones”.
Eran clases como de ritmo, de zumba. Eran como 80 o 90 personas. Era como un
club deportivo, y ahí empecé a dar clases. Lo viral por YouTube y redes fue
hace cuatro o cinco años.

«¡Flasheo! Fui a los Grammys representando a Tik Tok, el único uruguayo representando a Tik Tok en Latinoamérica, y vinieron Camilo, Bizarrap, Nati Pelusso, Danna Paola a saludarme y decirme que les encanta lo que yo hago»
-De niño querías ser bailarín. ¿Cómo nace el coreógrafo y el docente en
vos?
-Coreógrafo es el que hace coreos, y
docente es el que quiere que el profe crezca, y el que se enfoca en que el
alumno pueda tener su vocación por bailar y por enseñar. Yo de niño soñaba con
ser coreógrafo y bailarín. Con los años fui formándome y cuando empecé a dar
clases me empezó a gustar mucho. Yo a los 16 años pensaba coreos y me parecía
súper mágico ver que lo que salía de mi mente después se materializaba en
personas, cómo todo lo que salía de mi cabeza después lo hacían personas. Me
parecía salado. Y eso me empezó a gustar.
Yo tomé la inspiración de varios
profes, fui aprendiendo, pero yo quería poder dar mi información a la gente y
que la gente se motivara a hacerlo.
-Fuiste coach en Showmatch,
pero te escuché decir que esa experiencia no te llenó, no fue lo que esperabas.
¿Por qué? ¿Qué cosas no te gustaron?
-Yo hay cosas que no puedo contar, y
en algún momento me encantaría contarlas. Uno tiene que ser agradecidos con las
oportunidades que le dan. Y me abrieron una ventaba muy grande. Pero te puedo
decir que amo ser coreógrafo, pero no amé ser coreógrafo del Bailando por un sueño, realmente. Por
momentos era un ritmo por mes, y terminó siendo un ritmo por semana, y en los
hechos terminé siendo productor. Yo tenía que encargarme de enseñarle a una
persona que tenía la mejor predisposición -Karina, la Princesita- a aprender un
ritmo que no sabía bailar, encargarme de elegir la música, el vestuario, las
pantallas, los tiros de cámara, de todo yo solo, una vez por semana. Pero yo,
además de Bailando, viajaba todos los
fines de semana, daba clases, grababa contenidos para mis redes. Y dormía dos
horas por día. Ensayaba cuatro horas por día de lunes a lunes, tenía que llegar
a preparar el próximo ritmo, y el triángulo era de mí para la productora, de ahí
a Karina, de ahí a vestuario, producción, y después al final me daban el ok.
Era una picadora de carne eso… Ángel
de Brito me llamaba para invitarme a su programa a hablar mal de alguien, y yo
estaba para trabajar. Yo soy uruguayo, viste que si me entero que vos hablaste
mal de mí, te ignoro, te doy vuelta la cara. Allá todos aprender a ser
políticamente incorrectos.
-Fuiste el primer coreógrafo y bailarín en firmar contrato con la
disquera Warner Music, y tomaste como bandera eso de destacar el rol de los
bailarines como artistas. ¿Qué lectura hacés vos de ese hecho?
-Es, más que nada, ayudar a que el
bailarín deje de ser un relleno. Porque todo el tiempo es como que el bailarín
cobra dos mangos, el bailarín no puede vivir del arte, el bailarín no puede
llegar a fin de mes. Bailarines de artistas argentinos muy grossos de ahora (no quiero dar nombres): el artista cobra un show
50.000 o 60.000 dólares, y al bailarín le pagan 80 o 90 dólares por el show. Si
son 10 bailarines, son 1.000 dólares. Imaginate que 10.000 dólares gastan en el
escenario, o sea que todo lo demás es ganancia. Y el bailarín cobra dos mangos
de ese cachet.
Mi contrato con Warner consiste en
hacer música: la música es mía y del artista y el feat mío es bailado, no
cantado. El primero fue con Agus Padilla ft. Emir Abdul (NdeR: Movimiento #1 se llama), pero lo mío es bailado, no cantado.
Yo tengo el mismo protagonismo que el artista.
-Cuando estabas de coach en Showmatch
empezaste a tener ofertas en Estados Unidos, pero este mismo año has recorrido
España, Perú, Bolivia, Puerto Rico, Paraguay y México dando clases como
coreógrafo… ¿En qué consiste tu éxito? ¿A qué lo atribuís?
-Yo mismo me lo pregunto. No sé por
qué la gente quiere ir a mis clases. Yo hace poco estuve en Francia dando
clase, y no podía creer que la gente me pidiera fotos en la calle, en Francia,
y me hablaban en francés y no les entendía lo que me decían… O lo mismo los
uruguayos, que me vienen a decir cosas muy lindas. No sé si es porque yo,
cuando grabo contenidos y cuando hago videos, quiero que se note lo que amo
hacer lo que hago. Cuando yo veo que se habla como un producto o que “tiene que
ser viral” siento que se pierde la magia… Cuando yo grabo contenidos con los
niños, los padres nos dejan, y nos matamos de risa con los niños, y jugamos,
además de bailar coreografías. Hace poco grabé contenidos con los padres, y los
niños, fue emocionante. Los padres vieron un video en vivo.
-Has trabajado en las coreografías de artistas internacionales de la
talla de Daddy Yankee y J. Balvin, entre otros. ¿Cómo conocieron tu
trabajo?
-También hice coreos oficiales que me
pidieron los sellos para Karol G, Seba Yatra: “Escuchame Emi, necesito que
hagas la coreo oficial de tal artista” y yo lo hago para redes, porque eso lo
que hace es posicionar la coreo de esa canción en distintos países. Pero fue
una experiencia súper linda trabajar con J. Balvin o Daddy Yankee…
¿Y cómo conocieron mi trabajo? Por
las coreos que he hecho en YouTube. Igual, flasheo… Hace dos semanas grabando
La Máscara me apareció una opción en Instagram de chequear qué cuentas
verificadas me seguían, y ahí me enteré que me seguía Ricky Martin y yo no lo
seguía, o Nicky Jam. Eso es súper emocionante… porque yo los admiro. Hace poco
tuve un zoom con Ricky Martin, a quien le di una clase a distancias por el
nuevo tema de él. ¡Pero flasheo! Fui a los Grammys representando a Tik Tok, el
único uruguayo representando a Tik Tok en Latinoamérica, y vinieron Camilo,
Bizarrap, Nati Pelusso, Danna Paola a saludarme y decirme que les encantaba lo
que yo hago… Yo pensé que ni me iban a junar, y en cambio, ellos súper buena
onda. Yo siempre soñaba con eso: con poder estar con los artistas así, a la
par.

«En NY me pidieron que fuera al super a comprar muzzarella, y ahí, pensé: ‘Vamos a hacer un baile, en el súper, con un carrito’. Elegí un tema de J. Balvin y fue viral mundialmente… Lo hicieron en lo de Jimmy Fallon, lo hizo Shakira, hay dos millones de videos con mi coreo»
-Una muy amiga tuya me dijo: “En él nada que le pasa es casualidad. Para
los que creemos en la ley de atracción, él atrae lo que le pasa con su energía
y su trabajo”. ¿Es así?
-Sí, es así. Yo pienso que el límite
está en la mente. Si uno se propone algo, el límite es tu cabeza, no es la
persona que te lleva y te da para adelante. Hay personas que no tienen tanto
talento y llegan muy lejos, a donde se lo propusieron.
-Pero seguramente porque trabajaron muy fuerte para lograrlo, no por
soñarlo con ansias.
-Pero pasa que si vos lo soñás, todo
el tiempo estás haciendo el camino, inconscientemente, para llegar. Vos tenés
que plantearte en tu cabeza llegar a tal lado, y vas haciendo cosas para que
eso pase, hasta que lo lográs. Me ha pasado millones de veces… Yo quería
trabajar en el Conrad, porque no aceptaban gente gordita. O desfilar en un
desfile de modas. Y lo logré, y ahí me acuerdo que yo lo soñaba de antes. O
trabajar con un artista como Daddy Yankee… ¿Un uruguayo de Nuevo París trabajar
con Daddy Yankee? Yo a veces no soy consciente de lo que estoy viviendo.
-¿Cuál es el desafío más loco que te pasó, al conocer a alguno de estos
artistas famosos en el mundo entero?
-Mirá lo que me pasó: yo quería
conocer a J. Balvin. Y como me seguía, le escribí por Instagram y le dije que
quería conocerlo, cuando yo estuve en Nueva York y di seis clases. Me dijo:
“Ok, vamos a conocernos”. Pensé que la iba a dejar por esa. A los dos días me
escribe: “Emir, ¿cómo estás? Hoy esto de paracaidismo. ¿Cómo son tus tiempos?”.
No concordamos vernos ese viaje. Pero fue conmigo una amiga que había tomado
clases conmigo, y dice en voz alta: “Emir dijo que esta coreo se la pidió J.
Balvin” y una chica que había tomado las seis clases conmigo contestó: “Yo lo
conozco, es mi mejor amigo”. Y llegué a conocerlo. La última noche que yo me
quedaba en NY me pidieron que fuera al supermercado a comprar muzzarella, y
cuando estaba ahí, pensé: “Vamos a hacer un baile, en el súper, con un
carrito”. Elegí un tema de él, In Da
Ghetto (todavía no era un hit) y fue viral mundialmente… Lo hicieron en el
programa de Jimmy Fallon, que me nombró, lo hizo Shakira, dos millones de
videos se hicieron copiando mi coreo del carrito en el súper.
-Me contaron que no sólo enseñás a bailar en tus clases. También hacés
hincapié en valores: en la autoestima, en que persigan sus sueños, en que no
hay límites…. ¿Hay algo de terapia en eso, tanto para vos como para el otro?
-Sí, creo que sí. Yo quiero que una
persona que tome mis clases esté en su 100, que saque lo mejor de sí. Muchas
veces me siento filosófico, porque hablo mucho en clase. Pero trato de sacar lo
mejor de cada uno. Siento que en el mundo todos vinimos a cumplir una misión:
vos desde el lado del periodismo ayudás a informar cosas que pasan para poder
concientizar a la gente, en mi caso la vida me puso el baile para poder ayudar
a personas a que puedan creer en sí mismas.
-“Siempre quiso ser famoso”, me dijo alguien sobre vos. ¿Es cierto?
.De pendejo, sí. Quería ser conocido
por lo que me gustaba hacer. Pero sí, de niño soñaba con tener todo lo que
tengo ahora. Yo me levanto feliz, muchas veces me quejo por mi cuerpo, me duele
mucho porque doy mucha clase, pero me siento bendecido y estoy viviendo mi
sueño.
-Otra fuente me dijo que sos “manipulador, pero manipulador del bien”.
¿Existe eso? ¿Te identificás con esa descripción?
-Esa fue Leti (Píriz, influencer marketing). Migue, que es mi manager y es como
mi papá, siempre me dice: “Vos tenés que lograr con tu cabeza que pase lo que
vos querés en tu cabeza”. Manipulador suena a negativo… Yo quiero que vos vayas
y quieras ir a tal lado, y con mi cabeza, lo vas a hacer. Por eso yo necesito
estar bien mentalmente. Por eso cuando algo me perturba la mente, lo dejo. No
me importa la plata que pierda. Si algo me hace estar mal psicológicamente, me
perturba la mente, lo dejo. Fui así toda mi vida. Y alguna vez era, hasta
quedar en la calle.

«Con La Máscara se buscaba que la familia pudiera reunirse frente al televisor, después de tantos años. Y sentir esa adrenalina y esa ansiedad por descubrir quién está detrás de la máscara»
-¿Tenías ganas de hacer TV en Uruguay? Te lo pregunto porque Mario
Pergolini me dijo hace algunas semanas que la TV murió, que solo los viejos
miran tele… Y vos hoy protagonizás un éxito en rating televisivo.
-Sí, tenía ganas. Cuando era chico
soñaba con estar en un programa de TV. Está bueno que las personas que son
influyentes en determinados sitios, puedan tener ese lugar, porque le dan pocas
posibilidades a personas que tienen mucha llegada. Las personas mayores no
tienen muchas veces el lenguaje de los guachos que están todo el tiempo en
redes. Hoy en día me para mucha gente en la calle -de 15, 20, 25 o adultos-
para hablarme de La Máscara. Más
ahora que cuando estaba en Bailando.
Es una locura… Y si hoy los jóvenes no lo miran en vivo, lo miran después en
redes.
-¿Disfrutaste el rodaje de La
Máscara?
-Muchísimo. Descubrí una nueva
pasión, eh. El tener una cuca (NdeR:
cucaracha se le llama al audífono de los conductores en piso)… Me cuidaron
muchísimo. Tuve propuestas de otros canales, pero elegí el 12, porque mi abuela
vive en el barrio, confiaron en mí cada vez que yo tenía un proyecto nuevo. Me
sentí como en casa.
-¿Qué le aportó ese programa de entretenimientos a la televisión
uruguaya?
-Cuando empezamos a grabar, no
buscábamos que el programa tuviera éxito. Se buscaba que la familia pudiera
reunirse frente al televisor, que la gente se junte en familia a ver un
programa, después de tantos años. Y sentir esa adrenalina y esa ansiedad por
descubrir quién está detrás de la máscara.
-Hay una frase que dice: “Dedicate a hacer algo que te gusta, que ames
con locura, y no tendrás que trabajar”. Es tu caso, ¿no?
-¡La digo siempre! Yo siento que no trabajo
ningún día de mi vida. Y en realidad meto muchas horas. Los lunes tengo
reuniones y grabo contenidos, los martes doy clases regulares, miércoles y
jueves grabo, viernes estoy en Buenos Aires, los fines de semana me voy a
alguna provincia (argentina) o viajo a algún país a trabajar. El lunes vuelvo,
casi sin dormir, a dar clase y grabar contenidos. Así estoy de lunes a lunes.
-¿Cuál es tu próximo desafío?
-En 2019 te hubiera dicho cuáles son
mis desafíos. Hoy vivo el día a día, y disfruto el momento. Quiero que la vida
me sorprenda, porque siento que ya estoy realizado.
-¿Y un sueño?
–Llenar estadios. Solo yo y mis bailarines. Y que entren artistas sí,
pero como invitados. Pero que el show sea de bailarines.
-¿Te gustaría formar una familia?
-¡Sí! Claramente… Y cuando le doy
clase a niños, quiero ser padre todo el tiempo. Quiero formar una familia.
-¿Sos feliz?
-Sí, me siento muy feliz. El ser humano tiende todo el tiempo a
autoboicotearse y a ver el lado negativo, pero estoy disfrutando todo lo que
hago. Me siento plenamente feliz y quiero compartirlo con la gente que está
alrededor.
Por César Bianchi
@Chechobianchi
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