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todaydiciembre 7, 2024
Titulado “Un mundo en que la contracultura se volvió cultura”, en sus conceptos centrales el editorial recoge una afirmación del director de El País, Martín Aguirre, que, con respecto al triunfo de Orsi, dice en su propia editorial: “No había ningún elemento objetivo que hiciera que este gobierno no siguiera en el poder. Pero sí hay uno central, que los jerarcas de la coalición parecen en general haber dejado de lado. Y es el tema de la batalla cultural. Solo ese aspecto puede explicar que en un país en el que las dos principales preocupaciones de la gente son la seguridad y el empleo haya ganado un partido al que le da fiebre la palabra represión y tiene en su seno al 90 % del Pit-Cnt que, por definición, se preocupa mucho más por el salario y las condiciones de quienes ya tienen trabajo que por quienes no lo tienen”.
Tomando esa afirmación como aspecto central, se despacha el editorialista de La Mañana y escribe: “Coincidimos con lo expresado por Martín Aguirre. No obstante, cuando hablamos de batalla cultural cabría preguntarse, primero, más allá de los clichés: ¿Cuál es la cultura que se pretende preservar o defender en un mundo en que la contracultura se volvió la cultura? Y en esa medida, ¿este corrimiento hacia la derecha del que hablaba Inés Capdevila qué referencias culturales tiene o tendría? Con la caída de la URSS y el fin del socialismo real como modelo, implementó una nueva estrategia –inspirada en el pensamiento de Antonio Gramsci–, por medio de la cual era posible generar las condiciones favorables para desarrollar una sociedad socialista a través de una transformación cultural que tuviera como objetivo motivar un cambio de creencias y de valores tradicionales, iniciando lo que se denominó ‘contracultura’”.
Resulta interesante porque la pérdida de la batalla cultural y las dificultades para comunicar es lo mismo que se argumentó en la izquierda en el 2019.
Pero volviendo al editorial de La Mañana, culmina afirmando: “El Ejecutivo durante estos cinco años parece haber decidido no avanzar por el camino de la transformación cultural. Salvo a nivel jerárquico, se mantuvo en sus cargos a varios funcionarios que entraron en el gobierno anterior, estableciendo casi una continuidad con la práctica de la política educativa del Frente Amplio. La gran excepción fue la reforma educativa impulsada por Robert Silva, que fue muy criticada por la oposición pero que, aparentemente, por dichos de Orsi, se mantendrá. Dentro de la Coalición Republicana hubo distintas voces que reclamaron acciones en este sentido; se destaca Cabildo Abierto, que desarrolló varias propuestas en tema valores y criticó el peso de las ONG y organismos del Estado a la hora de priorizar las agendas 2030 y 2045. Lamentablemente, no fueron escuchadas, y lo que podría haber significado un gran cambio terminó siendo apenas un paso en falso, legitimando, una vez más, una cultura que es una contra cultura”.
Eso fue lo que Manini intentó sintetizar en mala hora con su frase sobre la escuela pública y la fábrica de votantes.
Haciendo el ejercicio de tomar por cierta la frase de Manini, bien cabría preguntarse qué votantes se fabrican en la enseñanza militar, sin olvidar que muchos de los militares que entran al sistema educativo militar provienen de la escuela pública.
Para el experto colombiano en temas de Defensa Alejo Vargas Velásquez, “el campo de la formación militar debe ser integral y permanente, tanto en los aspectos estrictamente técnico-militares, como en lo atinente con su rol de ciudadanos en una democracia, lo que implica un énfasis importante en lo relacionado con una ética democrática, en la medida en que se trata de formar a los ciudadanos a quienes la sociedad les ha encomendado la misión de portar legítimamente las armas y en esa medida garantizar el monopolio de la coerción. Además de esta formación integral, debe ser una de tipo permanente y cada vez más con mayores niveles de integración al sistema educativo general”. Como señala Suzeley Kalil Mathias a propósito del caso brasileño, “es a partir de la educación del soldado que tendremos Fuerzas Armadas profesionales y apolíticas, conscientes de su importancia y finalidad, que valoricen los procedimientos y, sobre todo, los valores democráticos”.
La alusión a los valores democráticos es una constante en todos los autores en temas de defensa, pues todos son conscientes de que venimos de dictaduras militares.
Sería interesante saber si, cuando Manini piensa que la escuela pública fabrica votantes frenteamplistas, se refiere a que fabrica votantes no democráticos.
Con respeto a los docentes, Velásquez plantea: “Se deben buscar docentes no sólo con sólida formación académica en sus campos, sino con una actitud democrática –esto es que estimule el debate, la controversia y la mirada crítica–, pero al mismo tiempo con una orientación clara hacia la innovación y el cambio y en sintonía permanente con las transformaciones que en estos campos se vienen dando en otras latitudes. No es suficiente con ser ‘personal de confianza’ de los encargados de turno de administrar la educación militar –al respecto es preocupante y refleja tendencias muy tradicionalistas, si el criterio fundamental es el de identidades ideológicas–; se requiere una gran exigencia en términos de competencias, conocimientos y solidez pedagógica”.
En el caso específico de Uruguay “la educación militar tiene como objetivo formar y capacitar ciudadanos para cumplir técnica y profesionalmente con las funciones inherentes a la defensa militar de la República, según las misiones que la Ley n.° 18.650 de 19 de febrero de 2010 determina para las Fuerzas Armadas. Además de los aspectos comunes al nivel educativo que corresponda, la formación militar debe atender especialmente aspectos de disciplina y liderazgo, junto a la capacitación técnica y profesional que garantice el adecuado y responsable empleo de los medios asignados”.
Cada arma tiene sus propias escuelas y son institutos de formación comunes el Liceo Militar (LMGA), la Escuela Nacional de Operaciones de Paz del Uruguay (ENOPU) y el Centro de Altos Estudios Nacionales (CALEN).
En el caso del Liceo Militar, su misión y objetivo, entre otros, es “impartir cursos correspondientes a la Educación Media Superior, de acuerdo con los programas y normas regulatorias establecidas por la Autoridad Nacional de la Educación que corresponda. Desarrollar actividades básicas de instrucción pre-militar tendientes a crear en los alumnos un sentido de orden y disciplina en su comportamiento, las cuales deberán constituir un complemento sólido de la capacitación intelectual. Sin detrimento de lo expresado, este tipo de instrucción con característica cívico–militar del Instituto deberá estar focalizada en el fortalecimiento de la autoestima, valores éticos y morales de la persona, además de los rasgos básicos de liderazgo, fomentando la iniciativa, motivación y capacidad de gestión en actividades de grupo”.
La pregunta queda flotando en el aire: ¿Estas definiciones alcanzan para asegurar la “fabricación” de ciudadanos democráticos?
Yo no sé si necesariamente la escuela pública “fabrica” votantes frenteamplistas o cualquier otro tipo de votante. Sí me consta, por haber estudiado y trabajado 10 años en ella, que su cuerpo docente tiene una clara sensibilidad social porque está en la primera fila y con los hijo/as de los sectores populares.
Como le escribió un docente maragato a Manini: “Las instituciones educativas públicas son espacios socializantes y formativos, son de formación social y humana, no instruimos milicias, FORMAMOS a las y los URUGUAYOS sin exclusión”.
Escrito por hiperactivafm
todaydiciembre 26, 2024
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